Con la percepción como epicentro de un trabajo que desarrolló a lo largo de cinco décadas y a través de un amplio repertorio de disciplinas, el color y el lenguaje son los instrumentos prioritarios que Rémy Zaugg utiliza en las alrededor de 130 piezas que se exponen en el Palacio de Velázquez del Parque del Retiro. En ellas, el artista recupera la pintura misma como herramienta de investigación y de transformación ligada a la especulación perceptiva.
Así, la producción de Zaugg se podría percibir, al mismo tiempo, como el último paso en la declaración de la autonomía de la obra de arte y como uno de los primeros en el intento de establecer un nuevo horizonte relacional entre esta y el espectador. En este sentido y partiendo de la idea de que sin la percepción no existe la obra de arte, Zaugg se adentró además en campos como el urbanismo, la arquitectura o la museología para analizar la participación de la pintura en diversos espacios y para reflexionar acerca de el cómo y el dónde de la exposición pública de las obras de arte.
La exposición, fruto de la estrecha colaboración entre el Museo Reina Sofía y el Museum für Gegenwartkunst de Siegen (Alemania), revisa una obra que el artista centró en el estudio de la percepción, en la relación entre texto e imágenes, entre color y lenguaje, entre lo real y lo subjetivo, ente el plano y el espacio.
El alma de la exposición
El ala derecha de la zona central del Palacio de Velázquez muestra, en un núcleo semicerrado que puede considerarse el alma de la exposición, 27 esbozos perceptivos de un cuadro (1963-68), una serie de 51 piezas que constituye un desglose detallado de los elementos que componen una reproducción del cuadro La casa del ahorcado (1872- 73), de Cézanne.
27 esbozos perceptivos de un cuadro no es ni una re-representación ni una copia de la obra del pintor de Aix de su época impresionista. No es tampoco, como indica el comisario Javier Hontoria en el catálogo de la muestra, un trabajo sobre Cézanne sino sobre el propio Zaugg mirando a Cézanne en el que se analizan todos los elementos del cuadro desde múltiples puntos de vista. El artista realizó 27 dibujos, pero el número 23 se desgajó en otros 25 dibujos.
Un análisis del acto de mirar
La serie 27 esbozos perceptivos de un cuadro está arropada en el Palacio por una selección de 18 cuadros de otra serie monumental, Una hoja de papel (1973-1989), evocando otras disposiciones expositivas como, por ejemplo, la muestra realizada por el propio Zaugg en el Museum Folkwang de Essen (Alemania) en 1989.
Una hoja de papel sigue los mismos parámetros que los esbozos -aunque no de forma tan específica- y constituye un análisis de la naturaleza perceptiva del acto de mirar. Se trata de hojas de papel en las que el artista realiza bocetos y apuntes como si estuviera ejecutando un análisis del motivo a tiempo real. Si en los esbozos transforma la pintura en lenguaje, Una hoja de papel es un soporte común para la pintura y la escritura.
Identificación entre pintura y escritura
La identificación entre pintura y escritura alcanzará un nivel inédito a mediados de los ochenta, con dos grupos nuevos de trabajos Para un cuadro y Una palabra – un soporte, iniciados en fechas cercanas y con características formales afines en apariencia pero radicalmente opuestas en su planteamiento ulterior. Un elemento esencial irrumpe en el libreto de Zaugg: la tipografía.
Los años 90
Los años noventa suponen un importante punto de inflexión en la obra de Zaugg ya que irrumpe con decisión el color y el lenguaje experimenta un manierismo inédito toda vez que la producción industrial se consolida frente a las prácticas pictóricas convencionales.
A través de tres grandes grupos de obras en las que trabajaría prácticamente hasta su muerte en 2005, De la ceguera (1994-1997), El mundo ve (1993-2000) y De la muerte (1998-2002/2005), el lenguaje y el color se adentran en un ambivalente territorio de interrelaciones. El lenguaje abandona su naturaleza esquemática y fragmentaria y comienza a flirtear, con mayor o menor intensidad, con la poesía.