BeAr propone con su proyecto algo más que un edificio, un museo-jardín y un cuenta-cuentos que además de resolver la necesidad programática expositiva atrapa al ciudadano con conexiones y referencias a la cultura y a la historia que propone una visión creativa de un lugar nostálgico muy unido al paisaje natural en el que se encuentra.
El proyecto supone la transformación de unas ruinas modernas sin uso, rodeadas de un valioso paisaje en un enclave orgulloso y actualizado que resalta el espíritu del lugar.
A partir de una sucesión de espacios abiertos y cerrados, de pabellones y de rincones escondidos realizados en su mayoría a partir de estructuras de madera, el museo acoge, a través de una mirada romántica y recuperando y mejorando los fragmentos del antiguo edificio, una propuesta que relaciona lo particular con lo global de la música propia del folclore vasco.
Museo de la Musica folk vasca, MUSIKTOPA por BeAr. Fotografía por Luis Díaz Díaz.
Descripción del proyecto por BeAr
«El carácter regional es una propiedad de cualquier arquitectura auténtica.» (1)
El genius loci o espíritu del lugar es una de las preocupaciones clásicas que ha rondado a la arquitectura desde la antigüedad. Esta búsqueda de la especificidad local o tradicional ayuda a proporcionar un sentido de pertenencia y seguridad que invita a la apropiación colectiva de los espacios públicos. La separación de su condición romántica y su mezcla juguetona y desprejuiciada de lo real, lo pretendido y la burda imitación es lo que aquí se busca. Una tradición popular, abierta y un poco punki.
Cuando en 1944 Sigfried Gideon publicó su famoso artículo titulado «La necesidad de una nueva monumentalidad» abrió un nuevo camino hacia un problema general: la necesidad de significado en la arquitectura. Esta búsqueda de un «algo» que vaya más allá de la mera funcionalidad es una declaración hacia una arquitectura que opta por absorber las cualidades del entorno y traducir lo que ve en imágenes significativas. Una arquitectura que vuela y propone una nueva imaginación (2) con la que atarse a su entorno y a la vez proponer un viaje más allá de él.
Artea y su nuevo Museo de Música Folk son un enclave agazapado, oculto bajo la gran montaña y olvidado por el paso del tiempo convertido en unas ruinas modernas de construcciones sin uso, ni interés, pero rodeadas de un potente paisaje. Su adecuada actualización debe ser un desencadenante de las energías allí latentes, donde desplegar y mostrar con orgullo sus robledales, rincones, su tradición y cultura musical superando la noción de edifico en una propuesta de paisaje cultural y natural.
Una arquitectura más fenomenológica que científica.
La vía pintoresca (3) se abre como una vía alternativa para permitirnos ese vuelo libre, que más allá de límites disciplinares y de pensamiento, organiza el espacio como una acertada secuencia de narrativas donde lo visual amplifica, a través del movimiento, lo invisible e inmaterial.
Musiktopa recupera los fragmentos de naturaleza, muros y rincones del antiguo museo vinculándolos entre sí y construyendo en torno a ellos pabellones, mobiliario, naturalezas, vivas y muertas. Una propuesta que no busca motivos aislados o superfluos, sino métodos eficaces de organización espacial capaces de relacionar lo particular para crear un programa de actuación contundente que desde la compresión global definan una solución particular al programa.
Se propone así, algo más que un edificio, un jardín, un cuenta-cuentos, que no sólo resuelve con audacia la necesidad programática, sino que atrapa al ciudadano con conexiones y referencias a la realidad, la cultura y la historia, proponiendo una visión de un nuevo regionalismo que sea creativo en lugar de nostálgico y que sitúe la propuesta en su entorno.
(1) Christian Norberg-Schulz, “Los principios de la arquitectura moderna” (Ed.Reverté .Barcelona, 2005. Versión española).Capítulo VII: El nuevo regionalismo, pag.185.
(2). Sigfried Gideon, “The new regionalism” (Architectu- ral Record,1954) pag. 38 y siguientes.
(3). Iñaki Ábalos.