El arquitecto vallisoletano Óscar Miguel Ares ha finalizado un edificio que opta por representar la identidad de su entorno mediante la materialidad local y el oficio vernacular de la construcción con piedra obtenida de las canteras cercanas, consiguiendo un volumen que se levanta sobre una planta con cuatro grandes pilares en cruz que aligeran la visión de la estructura y activan su dinámica compositiva, cuya inicial masividad en planta primera contrasta con la ligereza de la planta baja.
Mediante un planteamiento enfocado en la construcción de una identidad comunitaria, la Casa de Comidas mantiene una relación interior-exterior que se ve representada a partir de la permeabilidad y continuidad de sus espacios con el entorno, gracias a sus puertas abatibles en tres frentes que se complementan con grandes ventanales de la planta superior a modo de lienzo, con una materialización tectónica a partir de áridos procedentes de tierras próximas, que facilita que se mimetice con el entorno.
«Casa de comidas» por Óscar Miguel Ares. Fotografía por Gabriel Gallegos Alonso.
Descripción del proyecto por Óscar Miguel Ares
Como complemento a las Piscinas Municipales, la corporación municipal decidió reforzar su plan contra la despoblación dotando a la comunidad con un edificio destinado a Casa de Comidas – en proceso de ejecución - . La incipiente población envejecida con la que cuenta Castromonte, no exenta de problemas propios de la edad, impulsaron la iniciativa de construir un edificio que permitiese atender la demanda social de comidas; bien, a través de un servicio a domicilio, o atendidas en el establecimiento.
Si bien la apariencia formal del edifico pudiese desembocar en lecturas vernaculares, la presencia de principios fundacionales de la arquitectura – y por extensión universales – como ligereza, peso, gravidez o proporción fundamentan su dinámica compositiva. La masividad de su planta primera contrasta con la ligereza de la baja; más pronunciada cuando las correderas de planta baja están abiertas. En planta, cuatro grandes pilares en cruz - formando una retícula-soporte - sostienen las losas de hormigón visto de la construcción; permitiendo dimensionar y escalar su interior así como dividir o segmentar en diversos espacios continuos cada una de las plantas.
El edificio, está planificado en dos plantas. La baja, funciona a modo de cantina. Sus puertas, abatibles en tres frentes, permiten que la construcción se relacione con la Plaza de la Constitución permaneciendo abiertas en periodo estival a fin de que el espacio interior se identifique con el exterior, sin discontinuidad alguna, convirtiendo el bar en un espacio intermedio entre interior y exterior. La planta superior, alberga las dependencias del restaurante así como el comedor; donde las referencias visuales a los edificios más próximos – en especial la Iglesia de la Purísima Concepción – se producen a partir de los grandes ventanales abiertos sobre sus lienzos.
El edificio no engaña con su tectónica. En su resolución, se optó por la materialidad local, por la identidad del municipio, por la economía local, próxima y el oficio vernacular de la construcción con piedra. Obtenida de las proximidades, en las eras, pero también procedente de derribos – conforme a ese sabio entendimiento del aprovechamiento que siempre ha existido en los pueblos castellanos – se procedió a su selección e incluso leve labra de algunas piezas especiales. Su colocación se realiza sobre muros guía interiores, ayudada por diversos elementos prefabricados de hormigón moldeados a poco más de una veintena de kilómetros. Los áridos para el hormigonado, al igual que en otras experiencias, proceden de tierras próximas lo que facilita su proceso de mimetizaje respecto a la tonalidad rojiza de la tierra.
Piedra y memoria, piedra e identidad, piedra y paisaje, piedra y soledad…… binomios sobre los que se construye un edificio; bases para la construcción de una identidad comunitaria.