Memoria del proyecto
Flow es resurrección, rebelión, el espejo repentino de nuestra sociedad de consumo, que mata a los seres humanos y a los objetos que produce en masa. Aquí los parabrisas surgen como una ola que engulle las ciudades en las películas, como El día de Mañana (2012). Son objetos rotos, descartados o ignorados que toman el lugar por rebeldía y nos atacan. Como un vómito ignorado siendo escupido desde lo alto.
Flow no es nada más que la formalización de nuestra engullición consumista en la que ni siquiera se respetan los seres humanos, ni- aún menos- los objetos.
No hay resiliencia en el parabrisas que protege del impacto. Hay resiliencia sólo en la periodista que aunque asustada, aún cree posible pensar que ha sido protegida en un océano de accidentes. ¿O es, de hecho, para calmar al futuro visitante del trauma que no va a experimentar?
Tendríamos que mirar de nuevo a los temas de la pintura clásica, romántica, moderna y contemporánea para entender que los verdaderos artistas no buscan proteger al espectador. La última exposición de Dalí en el Centro Pompidou demuestra esto mismo, donde la gente se agolpaba frente a escenas de perversión, arrebatos de locura, el subconsciente al desnudo, incesto... "¡Oh! ¿No es precioso? ¡Compremos la postal!" Temblad... las imágenes te están mirando a tí.
Con Flow son los objetos, la producción, y hasta el calentamiento global - al que este trabajo alude- por lo que moriremos.
No se trata de que seamos milagrosamente salvados por un flujo (Flow) de conceptos edulcorados.
Antes de ver la solución, el milagro, tenemos que oír el trueno de cataclismo inminente. En el ojo de pez (Oeil de Poisson) hay una pesadilla de Darwin. Cuando la evolución de las especies mata a todas las especies.
No nadamos en un mar de parabrisas, estamos debajo del cristal, asfixiándonos como debajo del hielo, devorados por nuestras propias creaciones.
Esta es la experiencia a la que estamos invitados a participar: darnos cuenta de nuestra estupidez y nuestra limitación, de lo que nos estamos provocando.
No hay discurso político ni psicológico. Esa es la fuerza del arte.
Con Baptiste, lo físico siempre sufre algún daño. El impacto que nos hace experimentar es para cada uno de nosotros una puerta abierta a una resiliencia posible y concevible.
El artista abre la puerta como Moisés divide las aguas. Pero al contrario que éste, él nunca señala el camino.
Texto.- Antoine Melchior.