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El mirador geológico realizado por Puerto & Sánchez Arquitectos, consiste en un elemento arquitectónico desde el que se ve el paisaje en el que a su vez se integra, concebido como un elemento curvo de mínimo impacto que se funde con su entorno, con pequeños muros de contención que permiten el apoyo de los tramos rectos en un pilar situado en el cruce central, asegurando la estructura del mirador con un impacto mínimo.
Con un cerramiento a partir de grupos de pletinas verticales perimetrales, cada uno formado por una flecha que marca la posición, el mirador conforma un pictograma discreto que, junto con su carácter escultórico conseguido mediante el empleo del acero cortén, consigue ser un ejemplo de obra resistente y adecuada, capaz de soportar el paso del tiempo y de sus habitantes.
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Mirador geológico de la Farrapona por Puerto & Sánchez Arquitectos. Fotografía por Jose Ramón Puerto Álvarez.
Descripción del proyecto por Puerto & Sánchez Arquitectos
Dinamizar un municipio de poco más de 1.000 habitantes en una zona montañosa donde las comunicaciones son muy precarias no es tarea fácil, es necesario activar a múltiples agentes para que se produzca un efecto positivo en las acciones realizadas. El concejo asturiano de Somiedo ha demostrado que se puede hacer gracias a la puesta en marcha de un Plan de Sostenibilidad Turística, iniciativa que partía de la Secretaría de Estado de Turismo y que buscaba impulsar la transformación del modelo turístico en España en aras de una mayor sostenibilidad. El Plan fue co-financiado también el Gobierno del Principado de Asturias a través de la Consejería de Presidencia, Reto Demográfico, Igualdad y Turismo y, como impulsor y catalizador de todas las acciones, el Ayuntamiento de Somiedo. La acción conjunta de todas las administraciones permitió que el Plan desarrollado diera sus frutos, como ahora se explicará en detalle, ha creado un producto arquitectónico de calidad que trasciende lo local, y que se espera que pase a ser una referencia en el ámbito regional e, incluso, nacional.
Las malas comunicaciones han preservado un entorno privilegiado, en la que una parte muy importante de su superficie es el Parque Natural de Somiedo, en donde las brañas de techos de paja todavía siguen en pie y reciben ganado de la raza asturiana de los valles. La fauna salvaje, especialmente el oso, vuelve a caminar por esos montes y la masificación turística de otros puntos de nuestro país no está presente. La sinergia que todo lo anterior genera ha provocado que se haga del problema virtud y se haya materializado en una serie de actuaciones que han puesto en valor elementos etnográficos o puntos de gran interés paisajístico y geológico, cuyo ejemplo más relevante es la construcción de una referencia arquitectónica como es el mirador geológico del valle de Saliencia o de la Farrapona.
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Realizado a partir de un concurso público, que nació de una idea que se aportó desde la facultad de geología de la Universidad de Oviedo, desde las bases del mismo la apuesta por la calidad del elemento a realizar estaba presente, asociada a términos que, en ocasiones, se utilizan más por moda que por convicción, pero que en este proceso estuvieron presentes y se valoraron a lo largo del mismo: sostenibilidad, accesibilidad, integración en el medio y capacidad didáctica fueron tanto puntos de partida como objetivos finales en todo momento.
No se buscaba un elemento con carácter doméstico o utilitario, se pedía que fuera «algo más», debía ser «inspirador» y tener capacidad de atracción para quien lo viera por primera vez, provocando el deseo de ir a visitarlo. Tras distintas pruebas, un gesto expresivo, el dibujo de un lazo, acabó dando respuesta a la geometría y funcionamiento del mirador que permite, con ese trazado, acceder desde el camino, visualizar en un desplazamiento de 360 º la totalidad del valle de Saliencia con sus elementos geológicos, y volver a salir nuevamente con una cierta naturalidad.
El material a usar en la construcción también estuvo claro desde el principio: el acero cor-ten, material que se autoprotege cuando se oxida, parecía idóneo para soportar las inclemencias del tiempo en un lugar donde las temperaturas en invierno llegan a 20 grados bajo cero y la nieve acumulada puede superar el metro de espesor. El hecho de que, a poca distancia, se encuentren los restos de la mina de hierro Santa Rita, en explotación desde 1805 hasta 1978, no deja de ser un particular guiño al lugar en la elección del material.
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Algunas voces discordantes con la realización del mirador han argumentado la innecesaridad de su colocación, señalando que hay cientos de puntos desde los que las vistas son espectaculares y muy similares a las que se pueden contemplar desde él, pero obvian que hay personas con movilidad reducida que no pueden acceder a esos lugares, lo que les priva de experimentar la sensación de vacío que van a tener en el mirador, pudiendo sentir que están colgados en la inmensidad del valle, en un entorno natural al que, habitualmente, y debido a la accidentada orografía, tienen limitado el acceso. Si facilitar la accesibilidad de las personas era imprescindible, a la vez, también era necesario limitar el paso del ganado que hay por la zona, fundamentalmente vacas de la raza asturiana de los valles, lo que se solucionó escogiendo adecuadamente los materiales del pavimento, tramex en los primeros metros para que funcionara como un «paso canadiense» que evitara el acceso de animales y chapa lagrimada multiperforada en el resto que permitiera el tránsito de personas y sillas de ruedas con facilidad, garantizando, además, un correcto drenaje que facilitara la rápida evacuación del agua de lluvia.
La esencia de un mirador está en ser un elemento arquitectónico desde el que se ve el paisaje y, al mismo tiempo, estar situado en él, lo que no es una cuestión menor. Cómo debía colocarse sobre el terreno fue un punto que generó una cierta preocupación en el equipo de proyecto que intervino en el desarrollo de la propuesta. Buscando un mínimo impacto se optó por realizar una estructura en pirámide invertida formada por cuatro pilares que sustentan el tramo elíptico de la construcción y que sólo se apoyan en un punto en el terreno, lo que minimiza el contacto. Con unos pequeños muros de contención que permiten el apoyo de los tramos rectos y un pilar situado en el cruce central se asegura la estructura del mirador con un impacto mínimo sobre el entorno.
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La estructura horizontal está formada por una viga hueca de canto a la cual se sueldan por ambos lados una serie de cartabones que permiten el apoyo del pavimento y barandillas, recordando por su aspecto a un elemento orgánico, a una espina de un pez, especialmente en la zona curva.
Se pretendía que la factura final de la obra fuera muy buena, por lo que, salvo la cimentación y los muretes de contención, se decidió que el resto del montaje se realizara en un taller metálico especializado en estructuras de una cierta complejidad, debiendo, además, separar en 9 piezas independientes que permitieran el transporte al lugar elegido sin necesidad de transportes especiales. Una vez terminado el trabajo de taller se procedió a llevar las piezas a las inmediaciones del futuro mirador, donde se ensambló el tramo central y con la ayuda de un camión grúa de gran capacidad de carga se acabó colocando en su posición definitiva en unas pocas horas. Tras el ensamble de los tramos rectos la realización de pequeños detalles de remate y actuaciones en el camino de acceso completaban la obra.
Otra parte que se estudió con atención fue el cerramiento que hace de protección, el cual está formado por una serie de pletinas verticales separadas 10 cm entre ejes que permiten una cierta transparencia entre ellas y dotan a la pieza de un marcado carácter escultórico, que irá mejorando a medida que el tiempo actúe y el tono característico del acero cortén acabe cubriendo la totalidad de las superficies. Una visión lejana del mirador hace que se asemeje a una línea horizontal apoyada en una «V», lo que favorece su integración en el ambiente próximo.
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Para que se cumpliese la misión didáctica con la que se había pensado el mirador se colocaron entre las pletinas verticales perimetrales 9 conjuntos de cuatro placas que señalan elementos de interés geológico. Cada grupo está formado por una flecha que marca la posición, el nombre de lo que se quiere mostrar, un pictograma y un código QR que el visitante podrá escanear con su teléfono y obtener, así, una información detallada y precisa de aquello que se quiere poner en valor, realizándose de una manera discreta e integrada dentro del conjunto.
El resultado es útil, accesible, resistente a las inclemencias del tiempo con un mínimo mantenimiento, capaz de soportar el paso de cuanto visitante se acerque a él y, a la vez, atractivo en su imagen. Puede que Vitrubio lo valorase como un buen ejemplo de arquitectura. El tiempo, como paciente juez, acabará de dictaminar su sentencia.