El proyecto desarrollado por Javier López Bautista se ordena con una forma circular en torno a un solitario árbol preexistente, eliminando los elementos de la parcela que limiten la mirada de los visitantes para contemplar el paisaje en su plenitud. La combinación de diferentes tamaños y formatos de piezas cerámicas crea un patrón que dirige la mirada desde el centro de la parcela hacia el paisaje.
El material cerámico empleado en el pavimento evoca la idea de mirador panorámico, proyectando la mirada del visitante sobre el paisaje y generando una sensación de armonía entre el ser humano y el entorno natural. La estructura de hormigón se combina con la cerámica que se extiende suavemente hasta tocar el suelo, insinuando una conexión profunda con la naturaleza.
La Mirada Circular por Javier López Bautista. Fotografía por Oleh Kardash.
Descripción del proyecto por Javier López Bautista
Situado sobre una pequeña parcela al sur de Puebla de Arenoso, en un terreno que alguna vez fue una era en posición privilegiada, con majestuosas vistas al embalse del río Mijares. Aquel espacio, lleno de vida, sucumbió al inexorable paso del tiempo. La vegetación reclamó el lugar, cubriendo su memoria con un manto de olvido, y lo que antes fue viveza se transformó en abandono.
La Mirada Circular surge como una respuesta a ese olvido, un intento de devolver a ese lugar su dignidad perdida. Erigido sobre la antigua era, este proyecto no es solo un refugio Para el descanso, sino un espacio de reflexión, un punto de pausa en el camino.
Vinculado profundamente al paisaje, la estructura se abre al entorno a través de dos gestos claros y simbólicos: un mirador circular y unas gradas que descienden suavemente hacia el terreno.
El mirador es el corazón del proyecto. En su centro, un solitario arce de Montpellier se alza como un guardián, imperturbable ante el paso del tiempo. Desde esta plataforma elevada, el horizonte se extiende sin límites, ofreciendo vistas que no conocen barreras. No hay elementos que guíen o restrinjan la mirada; el visitante queda libre para contemplar el paisaje en su plenitud, estableciendo una conexión casi mística con el entorno. Este espacio parece escapar del tiempo, como si el visitante se suspendiera en un momento de calma absoluta.
Al mismo tiempo, las gradas, que descienden suavemente hacia el pasto, invitan a una experiencia más íntima y terrenal. Mientras el mirador se eleva hacia lo etéreo, las gradas abrazan la tierra, en un gesto de proximidad. Aquí, el visitante no solo observa, sino que se sienta, siente el peso del suelo bajo sus pies y se deja envolver por la calma del lugar. Es una relación más directa con el entorno, una comunión entre el ser humano y la tierra que lo sostiene.
Esta dualidad entre lo elevado y lo cercano se refleja también en los materiales. El pavimento cerámico, protagonista en ambos espacios, se utiliza de dos maneras contrapuestas. En la plataforma del mirador donde se emplean piezas de gres extrusionado en formatos: 12x12 cm, 6x24 cm, 12x24 cm, 8x32 cm, 12x32 cm en una disposición radial de cerámica que evoca los antiguos movimientos de los bueyes que trillaban el grano en ese mismo lugar. La combinación de diferentes tamaños y formatos crea un patrón que dirige la mirada hacia el centro, donde el arce se erige como testigo silencioso.
En contraste, en las gradas y la plataforma inferior, la cerámica adopta una forma contemporánea, con piezas de gres porcelánico de mayores dimensiones (60x60 cm y 30x60 cm) que parecen fundirse con el terreno. Estos elementos, de apariencia más abstracta, se pliegan suavemente, como un manto que se despliega hasta tocar el suelo, insinuando una conexión profunda con la naturaleza. Acero y hormigón se combinan con la cerámica, creando una estructura que, a pesar de su manufactura, conserva un aire artesanal. Las imperfecciones del proceso constructivo no son defectos, sino marcas que dotan al espacio de autenticidad.
La Mirada Circular es más que un simple espacio arquitectónico. Es un diálogo entre lo que fue y lo que es, una reconciliación entre la memoria y el presente. Aquí, lo etéreo y terrenal se encuentran, invitando al visitante a detenerse, a mirar, y a sentir el eco del tiempo en el paisaje que lo rodea.