El movimiento y la suspensión de elementos están a menudo presentes en sus trabajos. De sus comienzos como caricaturista, Damián Ortega conserva una sutil ironía, reconocible en muchas de sus obras en los que se sirve de la realidad para el comentario crítico. Inspirándose en Altazor o el viaje en paracaídas (1919), poema de Vicente Huidobro, El cohete y el abismo es el título elegido por el artista para esta exposición del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, que recoge esa tensión contradictoria entre la ascensión y la caída, haciendo alusión a la historia de la arquitectura y la ingeniería modernas. Torre Latinoamericana, una de las obras que se verá en la muestra, toma su nombre de uno de los edificios más altos de Ciudad de México; el Titanic protagoniza Monumento; y el gran proyecto urbanístico Pruitt- Igoe (San Luis, Misuri, 1954-1955), es el punto de partida de Los pensamientos de Yamasaki.
En Torre Latinoamericana, el artista “revisita” uno de los más representativos ejemplos de la arquitectura moderna mexicana, que ya había sido tema de su serie de 2007 Torre Latino. Edificada entre 1949 y 1956 por Augusto H. Álvarez e inspirada en el Empire State Building (Nueva York, 1930-1931), fue durante muchos años el edificio más alto de Ciudad de México y uno de los rascacielos de mayor altura en una zona de alto riesgo sísmico. En esta ocasión, Damián Ortega hace de la torre un péndulo, invirtiéndola y colgándola de un cable de acero desde el punto más elevado del Palacio de Cristal. El material que le da forma es piel impresa, contrastando su flexibilidad y ductilidad con la solidez propia de cualquier estructura arquitectónica. La Torre es en realidad un gran reloj de arena que dibuja sobre el suelo su movimiento oscilante. El proceso de recoger la arena y de volver a llenar el receptáculo forma parte del proyecto y recuerda la labor de Sísifo, cuyo castigo le obligaba a empujar una gran piedra una y otra vez.
En Monumento, el Titanic se configura en una escultura blanda de lona que mide trece metros, suspendida del techo cual títere. Sobre la tela, el artista ha diseñado el famoso buque con lápiz de cera y tinta de plotter. El navío se precipita sobre el suelo, en un gesto detenido. De esta manera pone en cuestión su condición de símbolo y monumento, y se hace eco de la ironía crítica con la cual la escultura de Claes Oldenburg ha redefinido las posibilidades del monumento en nuestro tiempo.
Los pensamientos de Yamasaki es una instalación formada por numerosos elementos serigrafiados con imágenes y textos que el artista ha encontrado en su investigación sobre el proyecto urbanístico Pruitt-Igoe, así como objetos que aluden a la memoria de aquellos que habitaron el complejo de edificios del arquitecto Minoru Yamasaki, también autor de las torres del World Trade Center en Nueva York. Aclamado como uno de los proyectos urbanísticos de vivienda pública más relevantes de la posguerra en Estados Unidos, Pruitt-Igoe se construyó en un momento de optimismo económico, revelándose, sin embargo, como una gran decepción por su rápida decadencia: en los años setenta, sus treinta y tres edificios fueron demolidos por decisión del gobierno federal, convirtiéndose en paradigma del fracaso de la arquitectura moderna.
La propuesta de Damián Ortega es una ficción basada en este acontecimiento. El artista toma algunas frases de fuentes históricas para elaborar una narrativa que fábula la reacción del arquitecto Minoru Yamasaki ante la destrucción de sus edificios. La pieza es un experimento del diálogo que se establece entre textos, en los que son reconocibles algunas expresiones de Gilles Lipovetsky autor de La era del vacío (1983), y objetos adquiridos en mercados de segunda mano. El artista intenta recrear con materiales reciclados el glamour de los anuncios publicitarios de la época, contrastando la seducción del consumo con la caída en desuso de los objetos por el inexorable pasar del tiempo.
En Torre Latinoamericana, el artista “revisita” uno de los más representativos ejemplos de la arquitectura moderna mexicana, que ya había sido tema de su serie de 2007 Torre Latino. Edificada entre 1949 y 1956 por Augusto H. Álvarez e inspirada en el Empire State Building (Nueva York, 1930-1931), fue durante muchos años el edificio más alto de Ciudad de México y uno de los rascacielos de mayor altura en una zona de alto riesgo sísmico. En esta ocasión, Damián Ortega hace de la torre un péndulo, invirtiéndola y colgándola de un cable de acero desde el punto más elevado del Palacio de Cristal. El material que le da forma es piel impresa, contrastando su flexibilidad y ductilidad con la solidez propia de cualquier estructura arquitectónica. La Torre es en realidad un gran reloj de arena que dibuja sobre el suelo su movimiento oscilante. El proceso de recoger la arena y de volver a llenar el receptáculo forma parte del proyecto y recuerda la labor de Sísifo, cuyo castigo le obligaba a empujar una gran piedra una y otra vez.
En Monumento, el Titanic se configura en una escultura blanda de lona que mide trece metros, suspendida del techo cual títere. Sobre la tela, el artista ha diseñado el famoso buque con lápiz de cera y tinta de plotter. El navío se precipita sobre el suelo, en un gesto detenido. De esta manera pone en cuestión su condición de símbolo y monumento, y se hace eco de la ironía crítica con la cual la escultura de Claes Oldenburg ha redefinido las posibilidades del monumento en nuestro tiempo.
Los pensamientos de Yamasaki es una instalación formada por numerosos elementos serigrafiados con imágenes y textos que el artista ha encontrado en su investigación sobre el proyecto urbanístico Pruitt-Igoe, así como objetos que aluden a la memoria de aquellos que habitaron el complejo de edificios del arquitecto Minoru Yamasaki, también autor de las torres del World Trade Center en Nueva York. Aclamado como uno de los proyectos urbanísticos de vivienda pública más relevantes de la posguerra en Estados Unidos, Pruitt-Igoe se construyó en un momento de optimismo económico, revelándose, sin embargo, como una gran decepción por su rápida decadencia: en los años setenta, sus treinta y tres edificios fueron demolidos por decisión del gobierno federal, convirtiéndose en paradigma del fracaso de la arquitectura moderna.
La propuesta de Damián Ortega es una ficción basada en este acontecimiento. El artista toma algunas frases de fuentes históricas para elaborar una narrativa que fábula la reacción del arquitecto Minoru Yamasaki ante la destrucción de sus edificios. La pieza es un experimento del diálogo que se establece entre textos, en los que son reconocibles algunas expresiones de Gilles Lipovetsky autor de La era del vacío (1983), y objetos adquiridos en mercados de segunda mano. El artista intenta recrear con materiales reciclados el glamour de los anuncios publicitarios de la época, contrastando la seducción del consumo con la caída en desuso de los objetos por el inexorable pasar del tiempo.