«Ruines» en su conjunto pareciera instrumentalizar acciones donde la forma no para de ser diluida para liberar tiempos y velocidades; dimensiones de multiplicidades, extensivas e intensivas. Repeticiones y diferencias.
«Para no hacer el juego de los guardianes de la representación, se impondría que el propio juego de la diferencia huya sin recetarios metodológicos: en la experiencia real de los encuentros, como correspondencias problemáticas de heterogeneidades que azotan el pensar y el sentir.»
“La filosofía de Deleuze” – Dossier Número especial #1 – Deleuze – Revista Reflexiones Marginales –Julio 2016.
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«Ruines» por Giona Bierens De Haan. Fotografía por Dylan Perrenoud.
[I]
La torre emerge en la escena. Erguida en su contradicción o tensión, en su posicionamiento fálico totémico. Sin embargo, con su constitución flexible, ligera y efímera, se presiente y percibe precaria y transitoria, como el resto de las construcciones y artefactos de la instalación.
Torre que se desarticula de su apariencia rígida y vertical, para culminar en una gran cuenca. Olla receptora que acoge la sustancia para generar un encuentro que la muta y modifica. Para devenir otra. En la que el azar, si tal cosa existiera, produce diversidad de formas que se resisten a ser entendidas como tales. Estalactitas, fragmentos orgánicos o desechos plástico-industriales.
Posibles restos y gestos sígnicos.
En sus pasos cuasi alquímicos, la cera como un flujo cae. El contenedor con líquido recibe una sustancia fluida a la que, al contacto, solidifica sin plan ni organización previa, donde se articulan diversas condiciones singulares y particulares de ese mutuo y caótico encuentro. Del cual ambos saldrán modificados. El resto fluido se consolidará en signo y en fragmentos de territorios otros, que a su vez se presentarán como transitorios y consumibles. Vehículos y objetos mediadores de una articulación ritual no resuelta.
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«Ruines» por Giona Bierens De Haan. Fotografía por Dylan Perrenoud.
[II]
Una plataforma de fundición propone otra línea de producción a partir de hormas únicas y efímeras. Así, siendo éstas singulares, es una operación en la que sabemos o percibimos el resultado. Este dispositivo instrumentaliza otro concepto. Vierte el fluido cera sobre moldes que establecen previamente la forma-signo a producir y reproducir. En los que la operación, más allá de la resonancia a los elementos-restos orgánico vegetales que conforman, propone una tensión inquietante entre sus similitudes y divergencias. Objetos réplicas que, en su multiplicación particularizada a cada horma, probablemente nos permitan detectar, incorporar y problematizar sobre las diferencias en operaciones emparentadas o similares, en analogía a otros campos.
Extraños artilugios, dispositivos mecánicos, aparatos y máquinas productoras de signos, productoras de objetos mediadores.
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«Ruines» por Giona Bierens De Haan. Fotografía por Dylan Perrenoud.
[III]
El conjunto pareciera introducirnos y proponernos una experiencia que tiene que ver con percepciones y conceptualizaciones rizomáticas sobre su posible sentido y funcionamiento. A qué ruinas se refiere, sobre las ruinas de qué territorio, estructura o sistema propone estas deslocalizaciones y reterritorializaciones en una atmósfera que nos apela desde lo sensible.
La ambigua presentación de una supuesta dicotomía entre lo aparentemente «natural» u orgánico y lo artificial-industrial puede engañarnos o al menos confundirnos. Las cosas no son lo que vemos. Lo que percibimos y experimentamos las excede, y nos excede.
Maquinarias elementales del imaginario de los inicios de la revolución industrial, que replican de diversos modos las operaciones alquímicas y de mutabilidad constante del universo orgánico, que habilitan y habitan una inagotable capacidad de producción de diferencias, moldeamientos imprevisibles, mixturas y transformaciones.
Instalaciones técnico analógicas cocinan y funden la cosa-material como resonancias de una memoria ancestral colectiva. Memoria de la relación tanto mítica como ritual que tenemos con los elementos y con los vínculos con que organizamos universos imaginarios a través de sus significantes.
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«Ruines» por Giona Bierens De Haan. Fotografía por Dylan Perrenoud.
Pareciera haber un recorrido insinuado, no impuesto, sobre una línea de producción que evoca al capitalismo fordista; producción de un algo que mantiene el enigma en cuanto a su «utilidad», finalidad o uso. Pero este recorrido abre la sospecha sobre si está planteado para guiar, acompañar con la mirada diversos procesos de transformación de la forma y la materia, o para proponernos experimentar extensiva e intensivamente la transformación, la mutabilidad en nuestro cuerpo, en nuestra producción subjetiva singular alternativa, perceptiva y conceptual.
Los objetos, los signos y el ritual de y sobre la inadecuación. La inadecuación de las cosas y del funcionamiento de ellas. La inadecuación de éstas a nuestras percepciones y posibles construcciones de sentido disidentes a la planificación y subjetivación impuesta. Ensayos de un lenguaje de la inadecuación como herramienta de desplazamiento y dislocación.
El ritual en potencia y en desconocimiento del mito. Habrá que inventar cada vez particulares protocolos.
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«Ruines» por Giona Bierens De Haan. Fotografía por Dylan Perrenoud.
Tal vez no solo sean los modos divergentes en que operan estas máquinas y los diferentes objetos resultantes de ellos los que presentan ciertos supuestos antagonismos, sino también la convivencia de iluminación artificial fría y la calidez de la luz de las velas, como la relación no resuelta entre las cosas dispuestas que mantiene el misterio o la incógnita sobre los vínculos propuestos entre ellas. Aportan en su conjunto a una atmósfera general extrañada, de contrapuntos y ambigüedades abiertas que nos dejan de nuestro lado el proyectar, intuir o inventar de qué se trataría. Que nos proponen producir ahí, en esa contingencia no especificada, una experiencia situada, un encuentro en tiempo y coordenadas inestables o escindidas de encuadres.
Sobrevuela una sensación de la noción de sistema, donde los elementos no definen sus interconexiones o interdependencias dentro de la complejidad del conjunto.
También podríamos referenciarlo a un cuerpo en el que sus partes operan de manera disociada sin organización preestablecida de conjunto, al que tendremos que proponer cada vez un ensayo de funcionamiento desde nuestras proyecciones y pulsiones.
Ante ese funcionamiento disociado de las partes pareciera que tendrá que ser nuestra intervención, nuestras acciones, nuestros imaginarios los que contingentemente armen un posible plano de inmanencia del conjunto, que lo alterarán, lo organizarán transitoriamente, y lo pondrán o nos pondrá en cierto riesgo de estabilización o desestabilización.
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«Ruines» por Giona Bierens De Haan. Fotografía por Dylan Perrenoud.
[IV]
Breve inventario de lo restante:
- El transporte y la transformación de los materiales y de los estados de la materia como analogía de la necesaria movilidad y mutabilidad de todo proceso vital y pulsional.
- Dos guaridas provisorias, posibles fortalezas donde podamos atrincherarnos momentáneamente y mirar desde esa fugaz contención la tensión circundante. A la vez refugios, como entes, con ojos que nos miran y nos invitan a hurgar dentro.
- Un grupo de falsos monolitos de significación y participación encriptada y no explícita; en el conjunto se camuflan como asientos.
- Doce ramas de cera huecas realizadas en moldes, hacen de testigos silenciosos de lo orgánico artificial y de la repetición y la diferencia.
- Un simulacro de sol, de Leds.
- Un espacio hogar circular, cual centro ceremonial a la espera de la invención de algún ritual.
- Un carro para desplazar objetos y llevarlos a otra instancia física y metafísica.
- Dos guaridas provisorias, posibles fortalezas donde podamos atrincherarnos momentáneamente y mirar desde esa fugaz contención la tensión circundante. A la vez refugios, como entes, con ojos que nos miran y nos invitan a hurgar dentro.
- Un grupo de falsos monolitos de significación y participación encriptada y no explícita; en el conjunto se camuflan como asientos.
- Doce ramas de cera huecas realizadas en moldes, hacen de testigos silenciosos de lo orgánico artificial y de la repetición y la diferencia.
- Un simulacro de sol, de Leds.
- Un espacio hogar circular, cual centro ceremonial a la espera de la invención de algún ritual.
- Un carro para desplazar objetos y llevarlos a otra instancia física y metafísica.
[V]
¿Cómo lidiar con la necesidad o pulsión de planificación? ¿Cómo romper con la anticipación e integrar la imprevisibilidad? Se pregunta y nos pregunta Giona Bierens De Haan.
Tal vez sobre exagerando esos pasos. Sobre planificando instancias, acercándonos a los excesos. O indagando absurdos, incomprensibles códigos de funcionamiento. Ensayos de inviabilidades dentro de un mismo proyecto y planificación.
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«Ruines» por Giona Bierens De Haan. Fotografía por Dylan Perrenoud.
La planificación se altera también mediante acciones parasitarias sobre lo establecido, el comando del orden se traslada a las instancias políticas. Se abre una crítica sobre la fabricación masiva de una subjetividad de laboratorio.
Porque «el mito de una comunidad homogénea y obediente tiene incluso un carácter ritual, nutrido de una ética autorrepresiva, con el objeto de garantizar la manutención de la comunidad purificada».
Sennet, Richard (2001). Vida urbana e identidad personal. Barcelona: Península, especialmente pp. 67 y ss.
«Si el capitalismo fordista estrangulaba la subjetividad individual cancelando el deseo y el impulso vital para garantizar una comunidad cerrada, el tardocapitalismo actúa con renovados mecanismos, pero con la misma aspiración. Ahora, el gobierno de la subjetividad ya no se resuelve sólo negando su pertinencia pública, sino utilizando una esfera pública dominada como escaparate - vidriera o pantalla - de los patrones de subjetividad que han de animar el mercado».
Peran, Martí (2008). Post-It-City. Ciudades ocasionales (Catálogo de la muestra Post it city).
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«Ruines» por Giona Bierens De Haan. Fotografía por Dylan Perrenoud.
[VI]
La instalación, como espacio atemporal habitado por una tecnología manual analógica, maquinaria excéntrica, exhibe la exacerbación del supuesto funcionamiento sistémico de las cosas.
Probablemente estas máquinas expongan en sí el sentido fragmentado, el sentido inconexo.
Y el conjunto en lugar de forzar o resolver lógicamente el sentido de sus interconexiones, probablemente proponga explorar variables o fugas, incorporando otros modos, no pensados en su planificación, que intenten resquebrajar el imaginario utópico moderno de resolución y funcionamiento.
Ya que la propuesta combina este maniobrar maquinal autómata con la multiplicidad e imprevisibilidad de las acciones y conexiones perceptivas y de sentido que les humanes podamos proyectar de acuerdo a cada contingencia, a las variables perceptivas, afectivas y de ánimo que generarán a su vez diversas derivas e invenciones de recorridos y sentidos provisorios.
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«Ruines» por Giona Bierens De Haan. Fotografía por Dylan Perrenoud.
Que, a su vez, producirán encuentros fortuitos, azarosos, en los que ocurra una anomalía, una extrema complejidad o deriva extraña. Otredad de relacionamiento que pueda tejer alianzas imprevistas y/o generar una fisura o tensiones en el supuesto rendimiento del sistema.
La propuesta indaga tanto sobre la certeza como sobre la improbabilidad del funcionamiento y del sentido de la maquinaria, y lo hace como recurso y potencia de cuestionamiento. Explora la «naturaleza» y dinámica de determinadas articulaciones objetuales, entidades productoras, usuarios e interactuantes de estos rituales en un proceso crítico, de expansión y deconstrucción del imaginario. De varios, del imaginario neo positivista, productivista y consumista, entre otros.
Pone en evidencia las máquinas, los dispositivos, los objetos y las organizaciones que desplegamos para relacionarnos con el mundo. Exhibe y tensiona diversos modos de vincularnos, desde posicionamientos y acciones conquistadoras, colonizadoras, a otras de convivencia mutuamente modificadora, cercanas al devenir mundo.
Y en esas tensiones la instalación, la atmósfera y estos dispositivos en su vínculo extraño podrían ser capaces de contradecir, de poner en corto los aparatos del sistema, los aparatos del Poder, que de algún modo siguen exigiendo centralismo, ordenamiento y territorialización.
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«Ruines» por Giona Bierens De Haan. Fotografía por Dylan Perrenoud.
Una máquina del aparato productivo y reproductivo se circunscribe y/o reduce a su acción funcional y a su resultado. Con estas máquinas de dudas, de significaciones desviadas y simultáneas, «Ruines» no intentaría tomar el poder sobre espectadores o quienes interactúan. Probablemente, propone o proporciona recursos que intentan incrementar la potencia de pensamiento, de percepción, de imaginación. «Hackear», poner en trance o interrumpir los circuitos del sentido común moderno y contemporáneo. Sondear y proyectar formas de funcionamiento alternativas, que a la vez insinúan o ponen en relieve la nocividad del paradigma actual de producción, reproducción y existencia.
En medio del espacio fabril de operarios y trabajo también sobrevuela un clima de chamanismo y antroposofía en un guiño a Joseph Beuys y al movimiento neodadá Fluxus.
Más allá de esto, me interesa conectar con el plano de la filosofía de la diferencia y de la experiencia. La producción de la experiencia de y en la complejidad de los encuentros. Como un diferencial, engranaje capaz de reunir heterogéneos, el extraño pliegue en el cual lo que está junto experimenta su particular vínculo como aquello que los arroja a un tiempo fuera de ellos.
Algo «Deleuziano», sí, como la proposición de encuentros conceptuales. Donde pudiéramos experimentar el concepto «como el objeto de un encuentro, como un aquí-ahora».
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«Ruines» por Giona Bierens De Haan. Fotografía por Dylan Perrenoud.
En dos de los posibles y variados órdenes de dimensiones: 1 - aquella en la cual los entes viven la experiencia de acuerdo con sus respectivas relaciones constitutivas de composición –o no– en movimientos y reposos o en sus velocidades y lentitudes; y 2 - aquella en la cual, en sus mutuas relaciones, viven la experiencia del aumento o disminución de su «fuerza de existir» y de su «poder de ser afectado»; la experiencia de lo que pasa, por lo tanto, en sus «estados intensivos», experiencias que les lanza en pasiones, estos signos que la vida va aprehendiendo en sus encuentros.
«La filosofía de Deleuze» – Dossier Número especial #1 – Deleuze – Revista Reflexiones Marginales – Julio 2016 - Sobre Gilles Deleuze, “Spinoza et nous” - 1981.
Al afrontar la caótica de los encuentros, intentaríamos trazar un «plano de inmanencia» poéticas.
Esto implicaría modos de invención sensibles al carácter problemático de los encuentros.
Ese carácter problemático está en una relación de inmanencia con la circunstancialidad y contingencia de los encuentros, que nos enlaza a la experiencia, al cuerpo, a lo que nos incita a su articulación de fuerzas, a lo que nos absorbe en su tensión, y posibilita diversas fugas.
Tal vez, la mera multiplicidad no baste para rasgar el tejido de sentido y de los sentidos instalados, pero estamos invitadxs y convocadxs a sentir y a pensar las diferencias.
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«Ruines» por Giona Bierens De Haan. Fotografía por Dylan Perrenoud.
Como encuentros extensivos e intensivos sobre las organizaciones de las cosas y de los vínculos, que ponen en juego otra experiencia de ejercicio de las facultades del sentir, del rememorar, del imaginar, del pensar, del relacionarnos y del inventar.
Que sugieren que lo fundamental estaría más en las tensiones, en las «fuerzas, en las densidades y en las intensidades», y no «en las formas y en las materias» – también Deleuze.
La precariedad y transitoriedad propuesta, como el enigma de relacionamiento que deja en suspenso qué acciones y rituales necesitaremos y desplegaremos cada vez, estarían del lado de la potencia. No del Poder. Estarían propiciando o generando condiciones no específicas de posibilidad de potencias. Potencias poéticas para ejercitar la imaginación afectiva de sentido, de percepción, de micro-políticas comunitarias.