Enrique Ferreras (E. F.): Muchas de tus reformulaciones de diseño parten de un cambio social, una superación del modelo posfordista. Dicen que la arquitectura es un “facilitador” de formas sociales. Desde un punto de vista espacial, durante mucho tiempo, la arquitectura ha trabajado en la idea de disolver la estancia. Vosotros recuperais una tradición tipológica posterior y trabajais con la estancia pero desde una reformulación antijerárquica. ¿Qué ventajas encontrais frente a un espacio abierto?
Martino Tattara (M.T.): La habitación es el objeto con el que siempre nos enfrentamos cuando proyectamos. Cuando eres estudiante y tienes que proyectar una casa, un trabajo típico, lo haces componiendo, diseñando, juntando habitaciones. Cualquier arquitectura es una especie de ensamblaje de habitaciones. Las estancias son datos arquitectónicos incuestionables. Uno de los referentes es Louis Kahn, quien reflexiona sobre las habitaciones como el origen de la arquitectura. Al mismo tiempo, la habitación, o la habitación privada, tiene una fuerte conexión con las dimensiones políticas y sociales; es una muestra de que a través de la arquitectura encuentras la idea de privacidad que se ha construido. No siempre ha sido así, la habitación privada al menos. Esto se ha producido en la larguísima historia del espacio doméstico. Al principio, la casa era un espacio colectivo, tal vez una habitación, pero no para una sola persona o una pareja; allí convivían diferentes sujetos.
Ilustraciones del proyecto «Do you see me when we pass?». Imagen cortesía de Dogma.
La habitación tiene esta especie de condición arquitectónica original. Al mismo tiempo, debes ser consciente de que no es un espacio inocente, porque viene junto con implicaciones sobre cómo se ha definido y construido la sociedad. Hicimos una exposición/ investigación centrada en rastrear la historia de la habitación privada. Comienza citando el famoso libro de Virginia Woolf, «Una habitación propia», donde ella reconoce que la habitación no es solo un espacio doméstico abstracto o indiferente, es un espacio político donde las mujeres, que normalmente no tenían la posibilidad de tener una habitación (en este caso, para que fuera escritora) necesitaba tener una en su casa, lo que fue una especie de acto disruptivo dentro de la sociedad de la época. En ese marco, tenemos interés en la habitación, así como en la relación entre arquitectura y ciudad. Parte de nuestro trabajo intenta abordar la gran escala, más sistémica, la naturaleza de la ciudad. Declaramos el mismo interés tanto en un elemento pequeño como en su posibilidad de impactar en lo más grande. La habitación es la unidad a través de la cual tenemos la posibilidad de impactar más allá de su escala.
Ilustraciones del proyecto «Everyday is Like Sunday». Imagen cortesía de Dogma.
Verónica Rosero (V.R.): Con esta premisa, podemos conectar con lo siguiente: el espacio público tradicionalmente ha estado fuera de la arquitectura. ¿Cómo negocian esta relación entre lo individual y lo colectivo y cómo incorporan este espacio público al interior? ¿Cómo toman esta decisión sin afectar el presupuesto?
M.T.: La respuesta fácil: nuestro intento es a menudo proyectar el espacio doméstico impulsado por el intento de minimizar lo privado y maximizar, no diría lo público, sino lo colectivo dentro de la casa. Por supuesto, existe la necesidad de calibrar esta condición con cuidado: un proyecto involucra el tema de la propiedad, de la negociación entre las partes interesadas. Cómo sucede eso implica un intento de hacerlo más asequible. Además de la cuestión económica, insertamos en nuestros proyectos la idea de reformulación del bienestar: la vivienda no es solo un lugar donde podríamos vivir juntos o donde se negocia lo privado y lo público; es un proyecto que aporta cosas que normalmente no se proporcionan en la propia casa. Los razonamientos económicos deben exponerse en ese marco. Así, la casa se convierte en algo que ofrece más que el espacio tradicional doméstico al que se nos ha acostumbrado en las últimas décadas. Con algunos de mis estudiantes e investigadores de la universidad, hemos estado buscando si hay una tendencia en Europa sobre la covivienda. En el norte de Europa ocurre menos que en la Europa mediterránea. No hay nada de malo en eso; pero no se trata simplemente de compartir un jardín o una habitación. No es suficiente solo tener un espacio donde la gente pueda reunirse. La idea es ir más allá y ver cómo a través de esta relación entre lo público y lo privado podemos renegociar y abordar cómo se ha codificado socialmente el vivir y trabajar.
Ilustraciones del proyecto «Do you hear me when you sleep?». Imagen cortesía de Dogma.
V.R.: El sector inmobiliario está tratando de manipular y pervertir esta idea de la relación entre público y privado y presentan lo privado como espacio público…
M.T: Sí, y debemos tener cuidado. Esos proyectos usan este tipo de retórica para aumentar las ganancias. Ahora hay una tendencia en las grandes metrópolis de proporcionar espacios de convivencia especialmente para la generación más joven, donde gran parte de la publicidad es que tienes un bar común, un gimnasio común, etc. Pero, los precios que deben pagar para acceder son increíblemente altos. Por eso insisto en que el tema de la propiedad es crucial: podemos hablar de algo que compartimos cuando lo hacemos en términos de cómo lo poseemos. Si solo eres propietario de una parte y luego compartimos nuestro jardín o tenemos acceso a nuestro gimnasio colectivo por el cual debemos pagar una tarifa de entrada muy alta, no tiene nada que ver con la esencia real de esta idea de repensar la privacidad y la comunidad.
Ilustraciones del proyecto “Do you hear me when you sleep?”. Imagen cortesía de Dogma.
E.F.: Durante la BAQ XXIII fue recurrente la asociación entre vuestra arquitectura y el condensador social. No hay duda de que en ese momento la arquitectura se entendía como una herramienta de acción política. Si partimos de este supuesto, ¿hasta dónde llega el campo de acción del arquitecto?
M.T.: No sé dónde está el límite. Estábamos insatisfechos con la forma en que la arquitectura ha sido concebida o entendida espacialmente. Cuando éramos estudiantes e incluso hoy, la casa generalmente se concebía como un trabajo de resolución de problemas. La forma en que la arquitectura asegura el compromiso con los problemas procura encontrar una solución: hace preguntas sobre los problemas para ofrecer alternativas sobre cómo vivimos. En ese sentido, hemos venido trabajando en las últimas dos décadas sobre el proyecto como la posibilidad de abordar un desafío. Tratamos de involucrar a partes que normalmente no forman parte, por ejemplo, en iniciativas de vivienda, con grupos de personas interesadas en desarrollar algo diferente, con el sector cultural, en lugar de solo con la producción de proyectos de clientes tradicionales. Todas estas formas reclaman un poco de espacio político para el trabajo de la arquitectura.
Ilustraciones del proyecto «Do you hear me when you sleep?». Imagen: cortesía de Dogma.
V.R.: La BAQ XXIII plantea una suerte de reconciliación entre proyecto y teoría. Dogma trabaja en la investigación a través del diseño y la academia, una integración cada vez más polarizada y menos común. ¿Cómo abordan metodológicamente esta relación en su oficina?
M.T.: Sí, buena pregunta. Ambos estamos comprometidos tanto en la enseñanza, el diseño, el desarrollo de la investigación y la crítica. La ambición de la Bienal es grande porque intenta reunir esta condición. Dado que el público es mayoritariamente profesional y joven, creo que es algo muy loable. ¿Cómo hacer eso? No tengo una receta, pero hay muchas maneras de vivir esta relación… cada uno lo hace a su manera. Conecta con tu pregunta anterior: no solo esperamos al cliente para desarrollar el proyecto; somos más proactivos, nos comprometemos con un problema y buscamos las condiciones dentro del proyecto a desarrollar o problema a resolver. Hemos decidido desarrollar un proyecto de investigación en la oficina de la misma manera que lo hacemos con los proyectos de diseño. Hemos desarrollado una serie de trabajos más exploratorios, por ejemplo, sobre la historia de la vivienda mínima y de la habitación privada. Ahora estamos realizando una especie de levantamiento global sobre la casa comunal como tipología. Por tanto, tratamos de tener las condiciones para desarrollarlos dentro de la oficina, lo cual no es muy común. Por supuesto también estamos involucrados de un modo más tradicional en la universidad. Tratamos de unir el trabajo y los equipos que exploran este tema dentro de la práctica con una verdadera investigación de proyecto con estudiantes, jóvenes investigadores y doctorandos.
V. R.: ¿Cuánto tiempo dedican a la academia vs. su oficina?
M.T.: La mayor parte del tiempo está oficialmente dedicado a la universidad, pero más allá de los datos oficiales, es una relación entremezclada. No es tan fácil separar el trabajo profesional de la universidad. No es solo la gestión, que lamentablemente es en lo que nos estamos convirtiendo… se trata de producir y discutir ideas. Si lo miras desde ese punto de vista es difícil decir si las ideas se producen mientras estoy con mis estudiantes o en mi oficina. La idea es solo una idea.
Algunas de las publicaciones en papel de Dogma.
E.F.: Hay una idea que me parece interesante: el debate sobre lo genérico y lo específico. Durante mucho tiempo la arquitectura ha buscado su identidad en la singularidad formal, pero su arquitectura parte de formas contenidas, busca lo genérico. ¿Cómo se relaciona esta idea con la identidad? ¿Tiene sentido y vigencia la noción de identidad en un panorama cada vez más globalizado?
M.T.: En la mayor parte de nuestro trabajo, procuramos entender cuál sería la representación arquitectónica y qué encarnaría todos los temas que acabamos de discutir. Nos fascina el poder de la abstracción y la forma en que genera algo a la vez muy específico pero más abierto y menos ligado a un tema concreto. No es solo acerca de lo genérico, va más allá. Hemos tratado de deshacernos de las dimensiones estilísticas. Dentro de la tradición de la abstracción está la capacidad, la posibilidad o la necesidad referida al lugar, condición o momento histórico.
Martino Tattara en la BAQ XXIII. Fotografía cortesía de BAQ XXII