Albini realizó el proyecto en un contexto de reinterpretación de la modernidad, que podría enlazarse claramente con las ideas de Bruno Zevi sobre la autonomía del espacio interior y los espacios exteriores. Al estar bajo el patio del Palacio Arzobispal, puede también entenderse una tercera lectura: como un satélite de la catedral. El proyecto se sitúa en una fase ya madura de su trayectoria, tras haber comenzado, alrededor de 1951, una serie de obras como la Galería del Palazzo Bianco en Génova, las oficinas del INA en Parma y un complejo residencial en Cesate.
El museo, que alberga obras de extraordinario valor artístico e histórico, presenta una composición espacial y arquitectónica singular. Su función básica es la de servir como joyero de excepcionales objetos litúrgicos, que se toman según las necesidades del culto.
Albini pretendía crear un espacio arcaico —catacumbas, tumbas etruscas y micénicas, iglesias románicas— desde una visión contemporánea. Se trata de una abstracción de espacios en piedra desnuda, cuya forma cilíndrica remite también a los ábsides. En realidad, Albini respondía a los nuevos criterios espaciales que, en términos museográficos, se estaban desarrollando en las décadas de 1950 y 1960, e intentaba establecer una relación directa entre las obras expuestas y los visitantes. Crea contenedores neutros que realzan la belleza de las piezas, con el uso tanto en muros como en pavimentos de piedra negra de Promontorio (una piedra gris local, similar a la pizarra, utilizada especialmente en los edificios medievales de Génova).

Museo del Tesoro de San Lorenzo por Franco Albini. Fotografía por José Juan Barba.
Espacialmente, el museo es una concatenación de espacios; el conjunto no se revela de golpe, sino que se muestra paulatinamente, a medida que el visitante lo recorre y va descubriendo las obras como si emergieran de la penumbra. Recrea las antiguas salas de las maravillas (Wunderkammern), con objetos excepcionales, que Albini presenta recuperando la idea de los tholoi: espacios que también juegan tridimensionalmente con el espacio al estar compuestos por varios niveles de escalones circulares y concéntricos.
El recorrido comienza con la unión de los dos accesos en un pequeño corredor que da paso a un reducido espacio pentagonal, desde el cual se puede ver el primero y más pequeño de los espacios cilíndricos. Desde allí se accede a un gran espacio central hexagonal, al que se acoplan tres salas cilíndricas mayores, de diferentes diámetros, que Albini bautizó como tholoi (el tholos era la tumba micénica), y un cuarto espacio multipoligonal, a modo de caja fuerte de los tesoros: un almacén que alberga otros objetos litúrgicos que nunca se exponen y que solo se muestran en las principales ceremonias religiosas.
Utilizando el mismo material para la cubrición, cada espacio es techado de manera distinta, mediante vigas de hormigón armado vistas. En el vestíbulo y en el primer tholos, están dispuestas en diagonal, señalando la dirección del recorrido, al igual que ocurre con la disposición de las piedras del suelo. En los otros tres tholoi, la disposición radial en torno a un óculo superior refuerza la espacialidad cilíndrica de las salas.
El espacio permanece congelado en el tiempo: el equipamiento original de Albini se mantiene, con los soportes (estructuras de hierro forjado) y vitrinas poligonales, a excepción de las semicilíndricas, que acogen el Sacro Catino y la Croce degli Zaccaria.

Museo del Tesoro de San Lorenzo por Franco Albini. Fotografía por José Juan Barba.
Se trata de un conjunto de relaciones entre la modernidad y la tradición, de una belleza atemporal que puede explicarse en el contexto del debate sobre la tradición en la arquitectura lanzado por Casabella-Continuità en 1955, antes de que Albini finalizara el proyecto: «Creo que la arquitectura hoy se proyecta hacia una realidad presente, que es el producto de numerosos componentes actuales y pasados, en un intento de tomar conocimiento de esta realidad».
En noviembre de 1996 se llevó a cabo un proyecto de restauración, a cargo de los arquitectos Tortelli y Frassoni, que no afectó la integridad de las estructuras originales, pero fue necesario para la actualización de los espacios, incluyendo la instalación de un sistema de alarma de circuito cerrado, la renovación de los sistemas de ventilación, deshumidificación e iluminación.
Antes de la creación del museo, el tesoro —que cuenta con piezas de los siglos XII y XIII— se encontraba en la sacristía y en una sala contigua. La idea del museo data de finales del siglo XIX, fruto del interés de algunos intelectuales, entre ellos, en particular, el pintor y experto en arte Tammar Luxoro, quien también promovió la restauración de la catedral.
Bibliografía.-
Patricia Marica. "Museo del Tesoro San Lorenzo". Guide Turistiche e d'Arte n. 249. Genova: Sagep Editori, 2007. ISBN: 9788870589801.
Franca Helg. "Franco Albini. Architettura e design 1930–1970". Centro Di, Firenze, 1979. Catálogo de la exposición, ISBN: 8870380130.