Se han reunido para la ocasión cerca de cuarenta automóviles, una selección de los mejores de cada clase en lo que respecta a su belleza, singularidad, progreso técnico y visión de futuro. Ubicados en el centro de las salas y rodeados de importantes obras de arte y arquitectura, muchos de ellos se presentan por vez primera ante un público amplio, pues no habían abandonado nunca las colecciones privadas o instituciones públicas a las que pertenecen.
Jean Bugatti, Bugatti Type 57SC Atlantic, 1936. Merle & Peter Mullin, Melani & Rob Walton and the Mullin. Museo Fundación del automóvil. Fotografía de Michael Furman.
RECORRIDO POR LA EXPOSICIÓN
Beginnings
Esta sala dedicada al nacimiento del automóvil recorre la transición que lleva del carruaje sin caballos diseñado especialmente para el cliente a su producción en serie, un proceso que se enmarca en la concepción del movimiento desarrollada a finales del siglo XIX bajo la influencia de las nuevas tecnologías de la fotografía y el cine. La forma del automóvil evolucionó de su primitivo aspecto anguloso, similar a una caja, a las estilizadas formas aerodinámicas que presenta en la actualidad, logradas gracias al empleo del túnel de viento. Estas formas aerodinámicas fueron anticipadas por el trabajo que artistas y arquitectos realizaron en las primeras décadas del siglo XX, y en el automóvil se convirtieron en el símbolo mismo de la modernidad.
En sus comienzos, el automóvil salvó a la ciudad del hedor, las enfermedades y la contaminación que provocaban los vehículos tirados por caballos. Sin embargo, en la actual era del cambio climático, se ha convertido en el villano contaminante de las urbes.
No obstante, la energía eléctrica tuvo también una presencia dominante desde los primeros tiempos del automovilismo. Se ha incluido en esta exposición un ejemplar del Porsche Phaeton, de 1900, que lleva motores eléctricos en los cubos de las ruedas, un concepto que fue considerado revolucionario cuando se incluyó en el primer vehículo eléctrico de la NASA que recorrió la superficie de la Luna.
La historia ha cerrado el círculo, pues nos hallamos en el umbral de una nueva revolución en la que la propulsión eléctrica va unida a la «movilidad como servicio» —ejemplificada en las aplicaciones para móviles destinadas a viajar o a compartir coche—, a la que se suma la perspectiva de los vehículos autónomos.
Alexander Calder. 31 de enero (31 Janvier), 1950.
Esculturas
A principios de la década de 1950, Arthur Drexler describió los automóviles como «esculturas vacías con ruedas». En esta sala reafirmamos ese enunciado, al yuxtaponer cuatro de los más bellos automóviles del siglo XX a esculturas de dos de los más grandes artistas del mismo periodo: Figura recostada, de Henry Moore, definida por sus suaves curvas; y el colosal móvil de Alexander Calder, 31 de enero, que destaca por su incesante y fluido movimiento.
Cada uno de estos automóviles sobresale por su excelencia técnica —dos de ellos están considerados como los vehículos de serie más rápidos de la carretera—, pero aquí celebramos la belleza de sus fluidas líneas.
Al igual que las grandes obras de arte, el Bugatti Type 57SC Atlantic, el Hispano-Suiza H6B Dubonnet Xenia y el Pegaso Z-102 Cúpula tienen un valor excepcional como ediciones limitadas realizadas para entendidos. Pese a haber sido producido en serie, también del Bentley R-Type Continental se fabricaron únicamente cerca de 200 ejemplares. Otra analogía entre este trabajo y el del estudio de artista se refleja en las carrocerías de estos automóviles, moldeadas una a una por artesanos que doblegaron el metal de manera manual para crear sus curvas compuestas.
El Atlantic, creado por Jean Bugatti, estuvo ligado a una familia inmersa en el mundo del arte y la arquitectura durante varias generaciones. Junto al automóvil, se presenta aquí la escultura Pantera al acecho, obra del tío de Jean, el artista Rembrandt Bugatti. Así, se puede apreciar cómo ambas creaciones evocan el movimiento.
Popularización
Esta sala muestra el siguiente paso en la evolución del automóvil: los intentos de producir un «coche del pueblo» moderno, fiable y asequible para todo el mundo. El proceso comenzó en la década de 1930 con el despliegue de las industrias a escala nacional, a menudo teñido de connotaciones políticas. Después de la Segunda Guerra Mundial, durante un periodo de recuperación económica y desabastecimiento, el automóvil se convirtió en símbolo de regeneración y orgullo nacional.
Las limitaciones de tamaño, costes y disponibilidad de materiales impuestas por la austeridad de la posguerra no mermaron la creatividad de los diseñadores; al contrario, sirvieron como acicate para fomentar la innovación y el ingenio, y lograr hacer más con menos.
El arte y la moda de la época se fusionaron con el atractivo que la movilidad despertaba en las masas. A modo de ejemplo de esta tendencia, cabría citar el Austin Mini y la minifalda Op Art, así como el logotipo que Victor Vasarely diseñó para Renault. Algunos de los automóviles de la exposición como el Escarabajo y el VW Microbus, son ejemplos de la contribución de empresas como Volkswagen a la democratización del automóvil.
Durante esa época, la proliferación de coches compactos en Europa y de sus parientes de mayor tamaño en EE. UU. amplificó la huella del automóvil en el paisaje urbano y rural de ambos continentes.
Andy Warhol. Benz Patent Motor Car (1886), 1986.
Deporte
Durante los años de bonanza económica de la posguerra, en las décadas de 1950 y 1960, las exigencias técnicas de las competiciones, especialmente en la Fórmula 1, hicieron que el diseño de automóviles de «carreras» y para la «carretera» se separaran aún más, hasta convertirse en distintas disciplinas. El mercado de los coches «deportivos» de alta velocidad se expandió y los fabricantes adoptaron la tecnología de sus homólogos de competición.
Los cinco ejemplos seleccionados para la muestra son, cada uno a su manera, un deleite para la vista, al margen de si nacieron como vehículos para correr en la carretera o en un circuito cerrado. En sus diseños convergen arte y moda con el fin de satisfacer la fantasía de la velocidad y la aventura; son glamurosos y deseables objetos de la cultura contemporánea. Los ejemplos más emblemáticos proyectaron su poderosa imagen en la gran pantalla, rivalizando en protagonismo con las estrellas de Hollywood.
Estos automóviles fueron retratados como objetos de culto por artistas como Andy Warhol y diseñadores como Ken Adam. A lo largo de su vida, el arquitecto Frank Lloyd Wright atesoró más de ochenta coches, muchos de ellos piezas clásicas incluidas en esta exposición. El “Automobile Objective” aquí mostrado, proyecto que en 1925 ideó para Gordon Strong y que no llegó a construirse, constituyó el primer uso arquitectónico de una rampa en espiral, elemento que posteriormente sería clave en su concepción del Solomon R. Guggenheim Museum de Nueva York.
Visionarios
La galería Visionaries comienza a mediados del siglo XX, cuando ya se había allanado el camino para la llegada de los vehículos utópicos, y los artistas y diseñadores se lanzan a explorar formas radicalmente nuevas relacionadas con la velocidad y el movimiento. Muchos anticiparon las posibilidades del futuro de la conducción, adelantándose décadas a su tiempo. Los automóviles, alentados por el deseo de ir cada vez más rápido, trascendieron los límites de la tecnología del motor y las formas aerodinámicas, bajo el impulso de las nuevas tecnologías de las turbinas, los motores a reacción, la energía nuclear y la automatización.
Este espacio rinde homenaje a un variado conjunto de vehículos visionarios y a sus diseñadores, ensalzando la belleza de las formas fluidas y sus logros en materia aerodinámica. Los automóviles se exponen junto a obras del movimiento futurista —cuyos miembros sienten fascinación por el movimiento y la velocidad—, entre las que destaca Formas únicas de la continuidad en el espacio (1913), de Umberto Boccioni, cuyo traje de bronce fluye como si la figura estuviera en un túnel de viento.
Existen afinidades visuales entre las pinturas futuristas de Giacomo Balla y los coches realizados como prototipos únicos, ejemplificados en la sala por tres modelos de General Motors de los años cincuenta, que se exhiben juntos por primera vez en Europa. En aquella década también se concibieron imágenes de coches sin conductor, entonces visiones de ciencia ficción, que hoy están muy próximas a la realidad. La visión utópica del diseño de automóviles se refleja en el arte y la arquitectura de la obra maestra moderna de Eero Saarinen: el Centro Tecnológico de General Motors, que ha sido definido como un “Versalles industrial”.
Edward Ruscha. Standard Station, 1966.
Americana
En ningún otro lugar se ha sentido el impacto del automóvil como en EE. UU. El coche ha configurado su economía, su paisaje y sus espacios urbanos y suburbanos, y ha definido su cultura popular hasta un grado no conocido en ninguna otra parte del mundo. EE. UU. fue el primer país en percibir los beneficios del uso masivo de automóviles particulares y el primero en tener que afrontar las consecuencias medioambientales de una sociedad fundamentada en el coche, que se resiente por el aislamiento social y el agotamiento generado por el ir y venir diario de casa al trabajo y de trabajo a casa.
El romanticismo de la carretera, el viaje a través de los inmensos espacios abiertos del continente y su interminable horizonte, es emblemático de la cultura estadounidense, con sus tradicionales diners y gasolineras en ruta. El viaje por carretera ha protagonizado fotografías, cuadros, música y tratados literarios desde el New Deal de los años 1930 hasta el presente. En esta sala podemos mirar a través del objetivo de la cámara de Dorothea Lange, Marion Post Wolcott y O. Winston Link, y también contemplar las pinturas de Ed Ruscha y Robert Indiana. Como telón de fondo de los vehículos, puede apreciarse el contraste entre la precisión de una escultura de Donald Judd y los aplastados vestigios automovilísticos de una obra de John Chamberlain.
La amplia gama de vehículos aquí exhibidos pone de relieve los contrastes entre un gigantesco sedán de lujo que posee extravagantes aletas traseras, un típico deportivo de alta potencia, un bólido tuneado de llamativos colores y un Jeep ideado para la guerra y caracterizado por su escueta funcionalidad.
Future
La última parte de la exposición está dedicada al trabajo de una joven generación de estudiantes, que han sido invitados a imaginar cómo será la movilidad a finales de este siglo, fecha que coincidirá con el bicentenario del nacimiento del automóvil. Se cierra así el círculo del recorrido expositivo, abordando las mismas dificultades a las que se enfrentaron los inventores del coche hace más de cien años: la congestión urbana, la escasez de recursos y la contaminación —todo ello exacerbado en la actualidad por el cambio climático—, que ahora se presentan en una proyección de futuro.
A las dieciséis escuelas internacionales de diseño y arquitectura seleccionadas, pertenecientes a cuatro continentes, se les ha dado total libertad para que compartan sus visiones sobre el futuro de la movilidad. Sus propuestas se muestran en esta sala a través de maquetas, audiovisuales, renderings , dibujos y escritos, en los que se refleja la colaboración que ha existido entre los estudiantes y diversos miembros de la industria, diseñadores, artistas y arquitectos.
Clay Modelling Studio
Esta sección de un taller de modelado ilustra la producción de modelos en arcilla de tamaño real, proceso ideado en la década de 1930 por el legendario jefe de diseño de General Motors, Harley Earl. Pese a los avances de la tecnología informática y la realidad virtual, esta tradición continúa sobreviviendo en la industria. La marca Cadillac de General Motors ha hecho posible que esta réplica del estudio de modelado en arcilla con LYRIC EV pueda experimentarse en vivo de la exposición. Existen paralelismos con los estudios de los artistas, tanto en el pasado como en la actualidad.
Maquetas de coches
En este espacio se muestra cómo la importancia cultural del automóvil se extiende más allá de los propios vehículos para englobar el mundo de los juguetes y las maquetas. Gracias a la Colección Hans-Peter Porsche Traumwerk, se presenta aquí una fascinante selección de artefactos de una época en la que se apreciaban particularmente los objetos mecánicos. Complementándolos, varias maquetas de réplicas de automóviles a escala exhiben la misma maestría que puede hallarse en pinturas y figurillas en miniatura o en piezas de joyería.