El edificio, de origen barroco, fue un edificio de referencia en el municipio de Sant Hipòlit de Voltregà, pero se encontraba en un estado muy precario por su abandono. Es por eso que la luz y el aire que se insertan en el edificio generan una nueva espacialidad que transforma la estructura rígida de muros de tapial y las antes estancias oscuras.
Descripción del proyecto por Carles Crosas Armengol y Gemma Domingo Solsona
Infiltrando luz y aire. La reconstrucción de un caserío urbano malherido por el agua y el abandono inspira la localización de un nuevo programa colectivo y multifuncional a través de la apertura de nuevos espacios interiores. La luz y el aire que se insertan en el edificio generan una nueva espacialidad que transforma la estructura rígida de muros de tapial y estancias oscuras.
La casa de El Mallol, de origen barroco, fue un edificio de referencia en el municipio de Sant Hipòlit de Voltregà (norte de Barcelona, con unos 3.000 habitantes) a partir del siglo XVIII por situarse en uno de los caminos de acceso al pequeño núcleo urbano.
A finales del siglo XX se encontraba en un estado muy precario por su abandono, momento en que fue adquirido por un grupo inmobiliario para proceder a su derribo integral y construcción de un nuevo edificio plurifamiliar con seis viviendas y simulación de la fachada original. Afortunadamente, la crisis económica (2008) y el coraje del Ayuntamiento y los técnicos municipales, permitieron la adquisición in-extremis de la casa y su catalogación como BCIL-Bien Cultural de Interés Local.
Previamente se desarrolló un Plan de Usos con un sistema participativo para establecer qué actividades podrían albergarse. Las conclusiones fueron claras: no se trabajaría con un programa monofuncional, a fin de convertir tanto el edificio como el espacio público contiguo, en locomotora para la regeneración de un entorno urbano en decadencia.
Dada la falta de recursos y contando con un programa bastante funcional acotado, se optó por un principio de constricción: derribar aquellas partes no esenciales que estaban más dañadas, a tenor de reducir la superficie del edificio. Por un lado, la no reconstrucción de algunos forjados deteriorados por la filtración del agua permitía introducir aire y luz en el interior. Por el otro, la demolición del volumen adosado a la fachada principal implicaba recuperar la volumetría original del edificio: un cuerpo simétrico con cubierta a dos aguas, mejorando sustancialmente las condiciones del espacio público del entorno.
La planta del edificio ilustra una tipología singular resultante de la mezcla de la masía tradicional (aislada) y la casa barroca urbana. Al edificio original se añadió primero una galería a sur y posteriormente un ala anexa al cuadrante suroeste, que deformaba la planta rectangular original.
El proyecto arquitectónico apostó por conservar la lógica estructural y constructiva muraria para evitar la introducción de una nueva estructura porticada resistente. Consolidó aquellos elementos estructurales que lo permitieron: las paredes de tapial, en general en buen estado; las bóvedas cerámicas en las estancias de planta baja, todas diferentes y que se reforzaron interiormente; y el único forjado con vigas de madera que había caracterizado la sala más noble de la primera planta en la construcción original.
En la puesta en obra, los muros se han mantenido en su composición inicial, mayoritariamente de tapial con algunos zócalos exteriores con sillares de piedra que apoyan sobre las rocas margas características de la zona a modo de cimientos. Los planos horizontales están tratados como diafragmas rígidos y trabados con los muros verticales portantes. La sustitución de los antiguos forjados en el sector oriental se ha hecho con losas de hormigón armado visto.
En la planta superior, la sustitución integral de los restos originales de la cubierta se hace con una traba perimetral donde apoyan las nuevas cerchas metálicas que soportan la misma cubierta a dos aguas hecha ahora de un entramado acústico de madera sobre viguetas metálicas. En el espacio central de la antigua cumbrera, se abre un lucernario que da una especial calidad lumínica al doble espacio central, donde se sitúa una nueva escalera que define un espacio expositivo y de tránsito.
Los cambios programáticos se realizan con un nuevo sistema de accesos y escaleras que hacen más versátil el edificio. En la planta baja se mantiene la suntuosa entrada original y la escalera de piedra que lleva a la primera planta. Los requerimientos de accesibilidad y evacuación se resuelven con un ascensor y la localización de una nueva escalera en el ala de levante, que dota de un acceso secundario que es estratégico para el funcionamiento parcial del edificio (sala polivalente P1 y espacio de coworking P2). El acceso principal a la segunda planta, totalmente residual en la construcción original, articula ahora el espacio central del edificio, con una nueva escalera de madera emplazada en el espacio de doble altura que ilumina el lucernario.
La ampliación de las estancias originales conectando crujías dobles se realiza buscando una diversificación de espacios que permitan un funcionamiento abierto y adaptativo. En la planta baja se sitúa un vestíbulo distribuidor con un espacio cívico-cultural (bar) en el ala privilegiada en contacto con el jardín; un pequeño espacio expositivo y un aula de informática en la fachada más opaca en relación con el exterior. Un sistema de accesos dual permite que el edificio y sus servicios funcionen a través de accesos independientes desde el espacio libre.
En la planta primera - P1 la sala polivalente se ubica en la que fue la estancia más noble del edificio, diáfanamente conectada con un nuevo espacio central definido por su doble altura y luz cenital. Éste propone una “promenade” a través de la nueva escalera y las conexiones visuales que atraviesan todo el edificio, desde el acceso a planta baja hasta el desván. Otras salas en esta planta se destinan a espacios formativos, talleres y reuniones.
Finalmente, en la planta segunda - P2 bajo cubierta se prevén situar un espacio de juegos infantiles, uno más reservado al coworking y una generosa terraza-porche donde la antigua galería, ahora totalmente exterior.
Exteriormente, el edificio mantiene su carácter tradicional con tres fachadas diferenciadas. La fachada oeste, sobre la calle, conserva su opacidad y composición original. La fachada este se abre a las vistas y al nuevo espacio público en la planta baja, y consolida el marcado carácter de sus balcones. A sur, la demolición del antiguo volumen anexo, así como el vestíbulo abierto en la planta baja y el espacio porticado en la segunda planta muestra la doble fachada que ha tenido el edificio en tiempos diferentes. Precisamente la “doble fachada” con dos planos separados 4m es una solución óptima desde el punto de vista de la protección solar y hace más eficiente el edificio.