La arquitecta Elvira Solana explora el uso del pigmento y la imagen para transformar una de las viviendas más icónicas de Madrid. A través de 5 murales acrílicos traslada el inmueble desde el centro de la capital hasta una península de aire mediterráneo y convierte sus 350 m² en 10.000. Sus trampantojos consiguen alterar el contexto y la percepción del espacio en un ejercicio que se propone recuperar el diálogo -perdido a principios del siglo XX- entre arquitectura y pintura.
Cuando, en 1960, los arquitectos Cano Lasso, Moreno Barberá, González de la Buelga, y Joya Castro plantearon la construcción de uno de los edificios residenciales más icónicos de Madrid, la pintura y la arquitectura ya se habían emancipado y la realidad seguía sometida al contexto.
Sin embargo, en un tiempo en el que recuperar viejas técnicas es el cauce para adaptar cualquier disciplina a sus usos contemporáneos, Solana se ha propuesto experimentar con artificios, ornamentos y simbolismos como recursos para ampliar el inmueble.
Valiéndose de la pintura como elemento arquitectónico y no solo como material, la artista ha abierto cinco nuevas ventanas que muestran pequeñas fracciones de su obra de ampliación.
El resultado es que a través de pigmentos, planos y maquetas ha transformado las cualidades de un espacio. Pero, esencialmente, ha logrado alterar su percepción.
Para realizar este proyecto, la artista ha estado encerrada más de 5 meses en una vivienda del centro de Madrid llevando a cabo su exploración gráfica sobre la arquitectura. La obra, efímera, se inaugura el próximo miércoles 4 de julio antes de que el interior del inmueble sea demolido para volver a otro estado real.
El estudio permanecerá abierto durante el mes de julio y podrá ser visitado mediante cita previa antes del inicio de las obras de reforma.
Cuando, en 1960, los arquitectos Cano Lasso, Moreno Barberá, González de la Buelga, y Joya Castro plantearon la construcción de uno de los edificios residenciales más icónicos de Madrid, la pintura y la arquitectura ya se habían emancipado y la realidad seguía sometida al contexto.
Sin embargo, en un tiempo en el que recuperar viejas técnicas es el cauce para adaptar cualquier disciplina a sus usos contemporáneos, Solana se ha propuesto experimentar con artificios, ornamentos y simbolismos como recursos para ampliar el inmueble.
Valiéndose de la pintura como elemento arquitectónico y no solo como material, la artista ha abierto cinco nuevas ventanas que muestran pequeñas fracciones de su obra de ampliación.
El resultado es que a través de pigmentos, planos y maquetas ha transformado las cualidades de un espacio. Pero, esencialmente, ha logrado alterar su percepción.
Para realizar este proyecto, la artista ha estado encerrada más de 5 meses en una vivienda del centro de Madrid llevando a cabo su exploración gráfica sobre la arquitectura. La obra, efímera, se inaugura el próximo miércoles 4 de julio antes de que el interior del inmueble sea demolido para volver a otro estado real.
El estudio permanecerá abierto durante el mes de julio y podrá ser visitado mediante cita previa antes del inicio de las obras de reforma.