El arquitecto Didier Fiúza Faustino emplea un lenguaje preciso y minimalista, creando espacios para el desarrollo de actividades artísticas y proponiendo espacios íntimos para la reflexión y el descanso vinculados a la luz.
El proyecto se compone de una serie de volúmenes de similar geometría organizados paralelamente. Cada volumen contiene una fachada traslúcida orientada hacia el norte que recuerdan a una colección de paneles solares, vinculándose con el exterior. El interior se organiza en un gran espacio diáfano de 256 m² y un entrepiso en la parte superior, al que se puede acceder mediante una escalera metálica de caracol.
Respecto a la materialidad, el edificio se compone de cubiertas y paredes prefabricados con una estructura de madera, anclados a una losa de hormigón armado, y se recubren con una membrana de caucho negro impermeable, creando una piel negra uniforme. Esta piel convierte al edificio en una sombra, un espacio utilizado que pretende no hacerse presente en el paisaje.
El bueno, el feo y el malo por Didier Fiúza Faustino. Fotografía por David Boureau.
Descripción del proyecto por Didier Fiúza Faustino
Un estudio concebido como una herramienta arquitectónica para el artista conceptual francés (y amigo de Fiúza Faustino) Jean-Luc Moulène.
El espacio, que cobra vida en un nuevo edificio junto a un antiguo complejo agrícola en el campo, a las afueras del pueblo de Saint-Langis-les-Mortagne, en la región de Normandía, Francia, constituye un nuevo puesto de estudio para el artista en las afueras de París.
«Cada momento del día, Jean-Luc cambia su actividad: de las 6 a las 8 dibuja, de las 9 en adelante produce modelos, y así sucesivamente. Su actividad es una especie de coreografía, de un momento a otro, a otro. Así que mi objetivo era crear un espacio que le permitiera adaptar sus trayectorias según sus necesidades».
Didier Fiúza Faustino.
Para conceptualizar este proyecto, se desarrolló un lenguaje preciso y minimalista en torno al gesto, el trabajo y la creación para satisfacer mejor las necesidades del artista: en sus diferentes modos de producción, en el uso de sus herramientas, en la escala tanto de la mano como de la máquina. También se han creado espacios más íntimos, propicios para la reflexión y el descanso, todos ellos vinculados a diferentes modos de tratamiento de la luz (natural y artificial) y a las perspectivas adoptadas en el interior. Por la noche, la estructura y sus ventanas abiertas recuerdan casi a una colección de paneles solares, haciendo referencia a su mirada hacia el exterior y al enfoque medioambiental del interior.
Desde el exterior, el edificio se compone de una serie de volúmenes idénticos distribuidos en constante desfase en cinco tramos paralelos de 4 m de ancho. Cada uno de estos volúmenes tiene una fachada inclinada translúcida orientada al norte; una pendiente de cubierta norte-sur que termina en una pared de vidrio opaco en continuidad con la cubierta. En el interior, el conjunto define un espacio abierto de 265 m² en el suelo bajo 8 m de altura en la cumbrera, cortado en su centro por una falla este-oeste donde se ubican la entrada y el acceso a un entrepiso de 100 m².
Las paredes y los techos están hechos de cajones prefabricados con armazón de madera fijados a una losa de hormigón armado y cubiertos con una membrana de caucho negro impermeable. Esta piel negra mate uniforme transforma el edificio en una sombra, haciéndolo desaparecer en su entorno como un edificio que no está destinado a ser visto, sino solo utilizado. La estructura se reduce a lo esencial, en este caso haciendo referencia a un lugar ideal para la práctica creativa.
La iluminación del pabellón está diseñada específicamente para el taller por Fiúza Faustino, y las lámparas aparecerán como un elemento escenográfico en EXIST/RESIST; la primera exposición institucional que examina las tres décadas de práctica del artista-arquitecto, que se inaugura este otoño en el MAAT de Lisboa.