Camino a este coloquio, comentaba con Fredy sobre la situación actual del separatismo en Cataluña (lugar actual de residencia de Fredy). Recordé haber escuchado a un catedrático de historia sobre el tema, quien decidió “tomar perspectiva” en el conflicto, distanciarse del momento histórico actual y así hacer una lectura real de la situación.
En el caso particular que nos concierne, para mí ha sido fundamental “tomar perspectiva”. Ese distanciamiento me permite opinar en condición de observadora y crítica. Al vivir varios años fuera del país (coincidiendo la ida con el primer año de gobierno de Correa y el regreso con su último año de mandato), regreso a una realidad donde se respira en el ambiente de posicionamientos políticos polarizados.
En los entornos arquitectónicos también se podían percibir dos grupos polarizados que surgen en un contexto de bonanza económica debido a la liquidez financiera que produjo el petróleo y permitió a los profesionales de la arquitectura vincularse a grandes proyectos, pese a la severa crisis económica en varios países del mundo. En términos generales describiré estos grupos sin que esta categorización represente una camisa de fuerza.
Un grupo se identifica con un discurso “social y político” acompañado de tendencias under-construction, una estética de la pobreza donde el detalle radica en lo inacabado, sin embargo, sí está acabado. Paralelamente desdeña de la academia, es contestatario con la bonanza que infló el mercado inmobiliario, aunque paradójicamente su influencia viene de los colectivos españoles algunos surgidos incluso en plena crisis, en cualquier caso producto de la precariedad laboral que provocó la burbuja inmobiliaria
El otro grupo apuesta por la disciplina en términos más convencionales, con una estética más pulida y cuidada, alejada de los clichés folclóricos y evitando hablar de disciplinas que no le competen como tal. Muchos de los estudios identificados con este grupo abogan por una práctica más académica reconociendo, sin dejar de ser críticos, el papel de formación universitaria. Este grupo presenta un abanico más diverso en la ejecución de la disciplina, pero desde la inversión ya sea pública o privada también aprovecharon la bonanza económica para la ejecución de sus proyectos.
Ambos grupos se debaten entre qué arquitectura es la correcta para nuestro medio, sin embargo no pueden catalogar a la arquitectura ecuatoriana.(3)
Para ir más allá de estos dos grupos es necesario remontarse unos años atrás, cuando la severa crisis del Ecuador, debido a la dolarización, provocó la migración de un alto porcentaje de su población más pobre a países como Estados Unidos, Italia y España. Sus remesas fueron, hasta antes de la crisis europea, parte importante del PIB ecuatoriano. El dinero enviado por los emigrantes sirvió principalmente para que sus familiares construyesen su casa propia. Este fenómeno terminó por caracterizar diversas zonas, especialmente rurales, del Ecuador con un estilo no previsto, ni controlado por los arquitectos: un eclecticismo kitsch capaz de combinar desde el neoclásico hasta el neomudéjar, donde el mayor esfuerzo del proceso (de autoconstrucción) está en la fachada frontal.
Para explicar esto, me referiré a lo que Umberto Eco denomina los valores primarios y secundarios de la imagen: el primero habla de lo denotativo y el segundo de lo connotativo. La imagen denotativa de estas casas es su estilo, mientras sus valores connotativos implican la necesidad de demostrar a través de la arquitectura el producto de su esfuerzo, una especie de imagen del éxito y la voluntad de ascenso de estatus. Estas connotaciones, más allá de los juicios de valor sobre su estética, cuentan que el afán de progreso de la gente más necesitada no puede traducirse en términos del under-construction. Este fenómeno sería el primer paso a considerar si se quiere integrar en la arquitectura el discurso económico-político.
Otro fenómeno en esta línea es el de post-crisis en Ecuador: la nueva bonanza debido al petróleo que fomentó la inversión pública. Debo recalcar nuevamente mi posición de observadora de un fenómeno histórico: militante u opositora, la realidad es que a partir del 2008, en medio de las dos posturas entre las que se disputa la cultura arquitectónica local, su debate es incipiente cuando la arquitectura cargada de discurso político y social, de significativa incidencia en el territorio, está en la arquitectura estatal.
El segundo boom petrolero en el Ecuador trajo consigo una arquitectura monumental traducida en edificios de administración gubernamental, universidades, colegios, guarderías, hospitales, entre muchos otros, cuyo juicio o pertinencia merece un debate aparte. No obstante, podemos asegurar que connotativamente son un símbolo del poder del estado; ya sea en términos de escala o de metros cuadrados, su incidencia en el territorio ecuatoriano es bastante significativa, constituyéndose en el tercer gobierno que realiza una modernización a gran escala en la historia republicana del país. En este mismo contexto, los funcionarios públicos, miembros de un inflado aparato estatal, así como los contratistas públicos, fueron autores anónimos y a la vez grandes beneficiarios de la privilegiada situación.
Así, mientras la discusión sobre lo que verdaderamente ha influido en nuestro territorio es incipiente, los estudios de arquitectura más “famosos” son enfermizamente mediáticos: incluso lo más banal puede ser noticia relevante y o discurso social. Importan más como imagen que como producto; se centran más en su “marca” y la construcción de un imaginario. Nuevamente, importan más las connotaciones de la imagen sobre las que cabe reflexionar profundamente.
Veo por tanto, dos peligrosos tendenciosos, un aparente producto de la situación encontrada en las zonas de grave pobreza, para el hábitat humano local: uno radica en discursos disfrazados de “sociales” con ideas aparentemente progresistas pero que en realidad mantienen el status quo global, otorgando espacios de corta vida útil, a la vez que su proceder con los medios revela comportamientos mediáticos neoliberales de la mano de prácticas que perpetúan la precariedad. El otro discurso, más peligroso aún, es aquel producto de la demagogia del estado que otorga, como oferta política, vivienda en términos cuantitativos pero con serias deficiencias en cuanto a calidad de vida, infraestructura y vida útil de la arquitectura. Estos discursos perpetúan más aún la precariedad pues las estructuras políticas catalogan y segregan a sus ciudadanos a través de sus políticas económicas y de planificación territorial. .
Éste es el clima actual de la arquitectura ecuatoriana, una breve revisión que cuestiona y pide reflexión sobre la pertinencia de los discursos de la profesión. Fredy Massad a través de su visión crítica sobre el estado de la cultura arquitectónica global puede aportar reflexiones complementarias, con su propia toma de distancia, sobre lo antes descrito.
Fredy Massad (FM).- Creo que es importante señalar que se están planteando divisiones, fragmentaciones y estas polarizaciones que terminan llevando a cierto fanatismo que no conduce a ningún lado, y así estamos echando a perder el surgimiento de otras posibilidades. A mi entender, cuando en 2008 Europa y el Primer Mundo entran en crisis emerge a nivel global un nuevo enfoque que concentra su atención en las realidades de lo que, incorrectamente, se denominaría “la periferia”, el ámbito de los países, también imprecisamente denominados como “en vías de desarrollo”. Un ámbito que había estado ignorando por completo durante mucho tiempo y que, de repente, al colapsarse el sistema del espectáculo basado en la opulencia, el egocentrismo y la iconicidad, debió buscar apresuradamente nuevas estrategias de continuidad. Así, lo que podía haber sido una oportunidad para efectuar una revisión crítica acerca de las dinámicas contemporáneas de la arquitectura y su connivencia con los intereses del neocapitalismo, terminó convirtiéndose en un reciclaje del sistema espectacular, la disposición de un nuevo escaparate o panteón de arquitectos-estrella procedentes de ‘países periféricos’. En Burkina Faso surge Francis Kéré, en Latinoamérica aparece como figura Aravena.
Mi pregunta ante el auge de esta arquitectura es: ¿Se busca realmente comprender al otro, aproximarse a otras concepciones del hacer arquitectónico y el sentido de la función social del arquitecto, o solamente mostrar un modelo empobrecido de lo que es la arquitectura?.
Personalmente, creo que este modelo es un proceso que se hace atendiendo a los estereotipos que hay en los ojos de los otros. Se asocia la idea ‘lo precario’ a las realidades de Iberoamérica, de África...Se homogeneiza y, en consecuencia, se simplifica hasta la banalización la definición y práctica de la arquitectura en estos lugares. Esta fascinación ante ‘lo precario’ que ha adoptado el Primer Mundo no es más que la entronización de una nueva tendencia de moda para nutrir a revistas y publicaciones a partir de la que impostar una nueva corriente ideológica y crítica.
Considero que hay personas que están vendiendo esta idea de una manera deshonesta. Señalo siempre como ejemplo más evidente de esto a Alejandro Aravena, cuyo discurso está cuidadosamente confeccionado para seducir y ser comprado por el buenismo primermundista. Y así se está dejando de mostrar que en todos estos países existe además una interesante nueva arquitectura que se desarrolla en diferentes contextos económicos y sociales, y que posee igualmente valor.
Creo que hoy es crucial valorar las cualidades de una arquitectura hecha en el lugar, que no necesariamente tiene que mirar a un referente. Es esencial salir de esta dualidad, de ese fanatismo y conflicto para empezar a abrir el abanico y comprender que la cantidad de caminos por los que es posible transitar permite producir mucho.
Latinoamérica siempre se ha visto como el continente de la precariedad porque siempre se hace todo con muchas ganas pero no dispone de la tecnología. No obstante, yo creo que los medios se tienen y por contados tiempos de 8 a 10 años de prosperidad, y se nota que el país avanzó. En mi opinión, hay medios como para intentar hacer una sociedad más justa y minimizar esa división social.
2. SOBRE LA IMAGEN Y ESTÉTICA LATINOAMERICANA
FM.- Hay que tener en cuenta desde el punto de vista desde el que están ejerciendo su rol la crítica y los medios. Se ha introducido un componente emocional, sentimental, incluso sentimentaloide, que juega en contra de la propia arquitectura.
Tiempo atrás, la arquitectura era completamente aséptica: no aparecían personas en las fotografías, se aspiraba a una pulcritud visual extrema. La fotogenia del edificio y sus espacios era el objetivo máximo, a fin de lograr hacerlas atractivas para ser publicadas. Pensemos en las técnicamente inmaculadas fotografías que publica El Croquis o las cuidadosamente estilizadas fotografías de arquitectura que vemos en publicaciones especializadas o prensa generalista.
De esa sofisticada asepsia ahora se ha pasado a abusar de esta cuestión de lo emotivo, de las narrativas que rodean a estos proyectos con carácter “social” o “humanitario” o “anti-sistema”. El término poverty-porn no resulta exagerado cuando se contemplan las fotografías de la Torre David y sus residentes realizadas por Iwan Baan. Mediante ese tipo de imágenes se intenta transmitir el mensaje de que la pobreza o la precariedad resulta atractiva, aceptable, porque presuntamente está sustentada por unos valores éticos que la voracidad del neocapitalismo ha fagocitado dentro de las sociedades primermundistas. Creo que esto plantea un serio problema, porque se banalizan y tergiversan las situaciones y sus circunstancias, a la vez que se despoja a la arquitectura de un componente teórico. No podemos convertir a la arquitectura en una cuestión voluntariosa, basada en lo sentimental, porque de hacerlo se suprime o se menoscaba el valor disciplinar de la arquitectura. El trabajo, el conocimiento del arquitecto no consiste meramente en saber levantar casas. Sin embargo, se están elogiando viviendas elaboradas dentro de procesos colectivos o de experimentación con recursos precarios y que serían inaceptables en ninguna escuela de arquitectura. Se plantea que con ellas se han satisfecho los deseos de la gente y se les brindan oportunidades de mejorar su calidad de vida y estatus, sin embargo yo no estoy tan seguro de que éste pueda siempre ser el resultado final. No creo que a nadie le parezca una solución conveniente que un arquitecto le entregue una casa a medio hacer dejando a su cargo completarla, diciéndole que así la revaloriza y se abre las puertas al ascenso en la escala social.
En la búsqueda de soluciones coherentes y adecuadas creo que juega un papel esencial la tecnificación, que creo que hay que ver desde un buen entendimiento de los recursos de la tecnología local, ya que esto permite abaratar costos, introduce en la construcción modelos avanzados y permite lograr una arquitectura de calidad, de costo razonable y que provee de bienestar al usuario. Esto posibilita hacer buena arquitectura de bajo presupuesto sin que ello suponga trabajar ni con materiales ni con procesos precarios.
3. SOBRE LA ACADEMIA Y LA REFLEXIÓN CRÍTICA
Hasta hace poco contábamos prácticamente con un sólo medio relevante de difusión de la arquitectura. Ahora las redes sociales han “democratizado” los medios de difusión. Paralelamente se posiciona una obsesión por los papers que oscilan entre la mediocridad y la excelencia. Hay grupos de arquitectos muy contestatarios a esta situación, sin embargo, es fundamental no verlo como un blanco y negro: si la presión por publicar dinamiza la crítica, desarrolla la teoría e investigación locales y el rigor científico, creo que nos hallamos ante un camino más prometedor, o al menos más crítico.
FM.- Estoy de acuerdo, y creo que además deberíamos adquirir mayor conciencia sobre el problema de la ideología digital, del poder de las redes sociales. También considero preocupante esa obsesión por los papers.
Que hoy los alumnos recurran al ‘cortar y pegar’ o copien directamente desde Internet me parece un gravísimo problema. Aún más porque ellos no tienen la menor conciencia de que eso suponga un menoscabo para su formación, para su adquisición de conocimiento. Disponer de la tecnología digital es una excelente ventaja, el acceso a la información del que hoy disponemos es indudablemente un enorme beneficio que, sin embargo, ha sido envenenado por la obsesión con la velocidad y la inmediatez. Lo ideal sería poder reaprender el valor de la lentitud, de la esencia del conocimiento como fruto de un esfuerzo constante y atento, de una maduración. Esto sería lo que nos permitiría reflexionar críticamente sobre qué estamos haciendo y no ser presas fáciles de la materia mediática.
Es importante acudir a los hechos y no a las narrativas, porque actualmente el producto de consumo mediático son las narrativas en torno a los proyectos. Sin embargo, cuando acudimos a comprobar los hechos concretos comprobamos el desfase entre lo narrado y la realidad material, patente y objetiva, de lo edificado.
Creo que el personaje del star-architect insoportablemente ególatra de los 90 y primeros años del siglo XXI dañó profundamente la percepción que la sociedad tenía acerca del rol del arquitecto y este nuevo perfil del arquitecto ‘de lo social’ trata de presentarse como la antítesis de aquel, y se presenta desde estos supuestos perfiles de humilde anti-héroe dispuesto a obedecer a ‘la gente’. Creo que es importante no ceder tampoco a lo que significan y llevan implícito estos personajes. El arquitecto debe demostrar, desde una posición respetuosa y dialogante, el valor y autoridad (en el buen sentido del término) de su conocimiento.
Es necesario ser conscientes y reafirmar la profesionalidad de la arquitectura.
Si las condiciones están dadas, yo creo que se debería exigir, y creo que es mucho más progresista o mucho más evolucionado, exigir que el Estado cumpla con su rol y que nos provea de las escuelas, los hospitales, en lugar de aceptar su dejadez y negligencia mediante la creación de soluciones alternativas, fuera del sistema. Creo que únicamente son soluciones cortoplacistas, y no creo tampoco que éste sea el camino por refleje la evolución de la arquitectura.
Yo creo que la verdadera rebeldía consiste transformar la sociedad desde la propia sociedad y exigir a los gobernantes (sin ser utópicos), ya que éste es el camino para exigir los derechos que la democracia garantiza y no marginarse. La arquitectura es exigir, dar a los individuos y pensar en ellos. Creo que incidir en esta aproximación a trabajar para el individuo, para el ciudadano, tiene más importancia que muchas otras elucubraciones que se están realizando en la universidad y nutriendo esa abundancia inútil de productores de papers, dóciles mentalidades burócratas carentes de cualquier creatividad intelectual y capacidad crítica.
FM.- Y es indispensable sumarle formación. La formación es importante para evitar los maniqueísmos y la hooliganización. En oposición al individuo consciente de la necesidad de no cesar en aprender, en formarse, el fanático tiene un conocimiento limitado de las cosas, ya que piensa que la gente lo va a aplaudir por todo lo que diga o haga.
Soy partidario también de cierto pesimismo y negatividad, porque el exceso de optimismo y de puerilidad puede llevar a que todo sea planteado como un juego constante, un mero ludismo voluntarista que cree que todo es posible y que no son necesarias las reglas, ni rigor alguno. Ese punto es el que corta también el valor y la necesidad de toda clase de conocimiento. El valor principal de la universidad no es ayudar a adquirir gran cantidad de conocimientos sino enseñar a adquirirlos y a aplicarlos, y a ampliarlos. Creo que nos está faltando crítica propia, yo no sé cuál consideran ustedes que sería nuestro punto de partida para incluirnos en el método científico.
4. SOBRE EL CONOCIMIENTO, LA IGNORANCIA Y LOS CLICHÉS
VR.- Veo fundamental la función del conocimiento, para tener la capacidad de trabajar con “juicio suspendido”: es decir no juzgar a priori, sino tomarse el tiempo de aprender y reflexionar antes de juzgar. Hace mucha falta reflexionar sobre la enseñanza de la crítica en las escuelas de arquitectura. Cuando era estudiante, la formación crítica era algo deficiente, estrechamente ligada a simples juicios de valor y sin capacidad de discernimiento entre qué información es fidedigna o demagógica. Si se carece de una buena formación en crítica es más complicado aún ser autocríticos. Por allí empieza la demagogia.
FM.- Estoy totalmente de acuerdo. La cura para esto es volver, de otra forma, a comunicarnos. Existe una diferente forma de comunicación actualmente pero, si perdemos la formación, perderemos la posibilidad de llenarnos de información, ya sea a través de soportes digitales o analógicos u otros por venir. Es cuestión de que reaprendamos a ahondar en los contenidos y hallar las formas contemporáneas de manejarlos, utilizarlos, aprovecharlos.
Un asunto de actualidad que pone de manifiesto lo peligroso de la pérdida de capacidad de diálogo y de asimilación crítica de ideas e información es el debate acerca del independentismo de Cataluña. Aparte del componente profundamente emocional, y por tanto irracional, en el que se sustentan los argumentos, los posicionamientos vienen definidos por otro tipo de intereses espúreos, nunca va a ser posible llegar a punto de entendimiento alguno. Ninguna de las posiciones es honrada, en cuanto no se está defendiendo en plena libertad una reflexión o posicionamiento construido desde una plena autonomía intelectual, individual e íntima, sino influido o directamente dictado por una voz superior o simplemente la inercia de la voz de la masa. Así el diálogo es imposible y es otro elemento que hace que el conocimiento tienda a desaparecer.
En el caso del separatismo catalán se ha alentado el aferramiento a una idea, a la construcción de una realidad para la que, al final, se ha demostrado que no había ninguna estructura sustentante, ni base factible, y testarudamente se sigue rechazando asumir que todo eso no ha sido más que una especie de sueño, aún menos aceptar que ha podido ser un flagrante engaño. En la arquitectura sucede algo similar: se ha pasado de construir arquitectura icónica (edificios a veces sin uso definido, que no sirven para ayudar a construir la ciudad ni tampoco estaban pensados para el usuario) a, de repente y sin reflexión autocrítica alguna, únicamente como reacción ante la crisis a promocionar y reivindicar esa arquitectura de la austeridad, lo humilde, lo social… Y, al no haberse hecho autocrítica alguna, es posible fascinarse instantánea y frívolamente con modelos que parecen representar una ‘rebeldía’ contra ese sistema establecido y proponer alternativas radicales y no considerar que esas soluciones funcionan dentro de un determinado contexto pero que no son extrapolables a otras coyunturas.
Hay mucha desinformación y también falta de conocimiento, ignorancia, porque hay muchas propuestas que ya existieron y no funcionaron pero hoy se venden de nuevo como cuestiones completamente innovadoras. Por supuesto no hay nada de malo en recurrir a conceptos creados en el pasado, lo lamentable es pretender ser el inventor de ello, omitir la autoría del precedente.
Ante el filme Hacer mucho con poco aprecio un trabajo técnicamente muy bien hecho y que muestra un tipo de arquitectura que se está construyendo en Ecuador. De la visión parcial que ofrece sobre la arquitectura ecuatoriana hay que responsabilizar a sus receptores y la falta de crítica y criterio. Es un filme destinado a complacer a ese autocomplaciente espectador primermundista, que necesita ese nuevo tipo de narrativas.
Cuando en Europa hoy se habla de arquitectura latinoamericana normalmente los ejemplos citados son del tipo de los que muestra este filme. Es cierto que está pendiente llevar a cabo la tarea de contraponer otros ejemplos y poder ir elaborando un retrato más real y completo, pero no sé si el consumidor de ese tipo de arquitectura ‘social’ o ‘de lo precario’ tiene interés en recibir ese tipo de información porque, creo, que es un espectador que cree que Latinoamérica es eso, ese cliché. Es muy positivo que se destaque cómo en Latinoamérica se ha aprendido a hacer mucho con poco pero es fundamental, considero, que se muestre que esa realidad arquitectónica es mucho más heterogénea y tiene otros muchos focos que valdría la pena poner también en valor.
Vuelvo a Aravena como modelo: Cuando se le otorga el Pritzker (galardón que para mí no tiene importancia como sancionador de prestigio pero que tiene importancia mediática incuestionable) automáticamente se asocia arquitectura latinoamericana con la Quinta Monroy, con una cuestión que se resume en una serie de personas sin recursos a las que se les ofrecieron unas viviendas a medio construir como una solución que, a medio o largo plazo, debía suponer una mejora de su estatus social y económico. El triunfo de Aravena y del modelo for export de arquitecto latinoamericano que hoy es aplaudido en el Primer Mundo supone la interesada negación de la heterogeneidad de la realidad de Latinoamérica. También Ecuador es indudablemente un país complejo, que no puede resumirse en un único tópico, y mi impresión es que ustedes creen verdadera y honradamente en el trabajo que hacen y que tampoco puede ser esquematizado según unos clichés que hayan de ser del agrado del mercado mediático global.
En esa secuencia de Hacer mucho con poco donde aparece Wilfred Wang a mí me invade la sensación de estar viendo a alguien que no me parece que tenga muy claro de qué está hablando. No sé si ustedes también comparten esta impresión de estar ante una persona fascinada ante algo que no comprende del todo. Yo sí la tengo y por eso creo que es importante que ustedes se planteen no sólo cómo ustedes se ven a sí mismos sino cómo están siendo interpretados por ojos ajenos.
5. SOBRE FANATISMOS, POSVERDADES Y EL CLIMA DE LA EDUCACIÓN
FM.- Yo digo que no debemos caer en la confrontación. Me parece que hay que dialogar y ver por dónde van las cosas. Y de nuevo, no se puede criticar el sistema porque la universidad, el sistema educativo tienen un problema de transición de un momento a otro al que hay que adaptar ciertas acciones. Creo que si los alumnos no leen, hay que inventar estrategias, recursos, que les alienten a leer más y a aprender a leer mejor. A veces uno se rinde ante la derrota, pero creo que no nos deberíamos conformar. Este es el gran problema que hay respecto a todo lo que hablamos de ciertos personajes, porque no se prestan al escrutinio diario. Nunca, o en escasas ocasiones, he visto que a alguno de estos tipos se les ponga en cuestión porque todas sus estructuras mentales son muy débiles.
Uno puede terminar pensando que su propia fantasía se ha convertido en realidad, más aún cuando se está rodeado de aduladores que constantemente ensalzan y abonan su delirio. Creo que lo importante es romper con esa dinámica y ahondar en el pensamiento autónomo, crítico, y hacer una reflexión profunda sobre las cuestiones presentes. Pero es imposible mantener un diálogo fructífero desde una posición de fanatismo y emotividad.
Tanto las clases teóricas como los talleres prácticos son positivos; no están divorciadas teoría y práctica en la generación de conocimiento. Mucho conocimiento práctico que está integrado en nuestro quehacer de manera natural ha nacido de la observación empírica y de la interpretación y/o aplicación de la teoría y viceversa. Hay que flexibilizarse y trabajar de manera más abierta en relación a la integración entre ambos principios. Ahora, no necesariamente un teórico debe tener práctica y una persona de oficio ser un teórico. No obstante, la situación presenta sus respectivos matices.
Tener clara la existencia de estos matices, pero en especial tener claras las propias competencias de la profesión, ayuda a combatir esa manera tan reduccionista con la que se ha adoptado lo social y lo político en el discurso de la arquitectura.
FM.- Ahí existe un problema entre la arquitectura que se hace y la que se debería hacerse. Me parece que la política es importante. Primero, un arquitecto con conocimiento tiene que escuchar al usuario y a sus necesidades, pero este es un trabajo que se debe hacer realmente, no decir que debe hacerse. Yo creo que por cultura y por no imponer las cosas, se debe analizar la idiosincrasia de la gente, sus necesidades. Los lugares no deber ser infrautilizados ni malinterpretados. La precariedad no me parece que sea la opción. Los diseños pueden cambiar en función de los usuarios. La arquitectura del siglo XXI debe ser social.
Creo que siempre estamos construyendo condiciones incluyentes. Es decir, si vamos a lo pragmático, nos olvidamos de esto... antes la arquitectura era empírica. Me parece que es preciso aprovechar el hecho de que la transmisión del conocimiento es mejor y que hay condiciones que no debemos ignorar para mejorarlas. No hay mejor ni peor arquitectura.
NOTAS.-
(3) Otra visión crítica de la misma autora sobre la arquitectura ecuatoriana: “La casa ecuatoriana: una puerta del presente” en Casas Internacional: Ecuador.