El proyecto de BOV Estudio se concibe como una inteligente transición entre espacios que responden a la privacidad requerida en cada uno los usos programados. La sección transversal contesta al primer vistazo de ese usuario que se encuentra frente a una barrera que lo separa del campo, el transcurso bajo la tenue luz de los vestuarios que se abren nuevamente al inmenso exterior en la zona de baño.
Como un viaje visual a través de distintas pieles, que inicia en la envolvente exterior, donde las lamas de acero conviven con el hormigón, atravesando texturas y colores en los vestuarios donde contrastan el intenso turquesa de las zonas húmedas con el pálido gris de las secas, y finalizando con el césped de la piscina y una panorámica del horizonte rural.
Piscinas municipales por BOV estudio. Fotografía por Javier Bravo.
Descripción del proyecto por BOV Estudio
Las nuevas piscinas de Alfoz de Quintanadueñas están situadas en su borde norte, justo en el límite entre la estructura urbana y rural. Esta posición, entre viviendas y campos de cultivo, nos sirve de inspiración para trazar las primeras líneas de un edificio que entenderemos como un «filtro» entre el mundo construido y el mundo natural, entre el espacio público y las zonas de baño. Este concepto actúa tanto en el exterior como en el interior del edificio, manifestándose mediante sucesivas capas y siguiendo una transición coherente que guía el camino de una persona desde la calle hasta el agua.
La envolvente adquiere una proporción manifiestamente horizontal, siguiendo la alineación de la calle. Es un elemento separador y longitudinal, pero interrumpido (filtro) por aberturas que puntualmente vuelven a conectar de forma directa el pueblo con el campo. Estos huecos aparecen de una manera natural, fruto de la separación de los diferentes usos, permitiendo organizar y jerarquizar espacios, acompañando la pendiente propia de la calle para garantizar la accesibilidad universal.
La materialización de esta piel exterior se lleva a cabo mediante muros de hormigón in situ, de nuevo interrumpidos, esta vez mediante una celosía que matiza la luz al interior. La posición y escala de este elemento, conformado por un ritmo de lamas de acero que acompaña a las juntas del hormigón, da respuesta de manera especializada a las necesidades y privacidad de cada espacio.
Superada la capa exterior, aparecen otras nuevas en su interior que nos guían desde la luminosa entrada hasta el espacio libre natural, a través de los protegidos vestuarios. Estas capas juegan con contrastes entre las zonas de paso, las zonas húmedas y las zonas secas del vestuario, materializándose en forma de una nueva piel, más ligera, compuesta por acabados continuos y cerámicos. El tono turquesa monocromático de los espacios húmedos internos, inspirado en el paisaje acuático, irrumpe sorpresivamente frente a la textura sincera del hormigón y la luz natural fragmentada de las celosías que conforma los espacios secos a su alrededor.
Se invita así a un viaje visual y sensorial a través de esta sucesión espacial, siguiendo transición intuitiva y coherente que da respuesta al uso y a los diferentes niveles de privacidad necesarios. El cruce de miradas entre los diferentes espacios, su sección trasversal, cobra una importancia manifiesta a la hora de comprender este proyecto frente a la horizontalidad del primer vistazo.
Atravesado el edificio, aparece de nuevo el paisaje natural de Quintanadueñas, esta vez fundido con el jardín y las piscinas (polivalente y chapoteo). La circulación es ahora libre, estableciendo diferentes áreas donde estar o transitar, marcadas por la propia disposición de los vasos, sus playas y sus caminos, que responden a una correcta orientación y están realizados nuevamente con materiales naturales de texturas suaves que buscan la armonía entre lo construido, lo natural y el agua.