Un video difundido por combatientes de la guerra de Siria a través de Twitter mostraba un acto de fe sobrecogedor y extremo. El diálogo, mantenido entre dos operadores de misiles, recoge el momento en que uno de ellos acaba de perder sus dos manos. Su estructura salmódica nos recuerda a un verso coránico. El artista plasma este instante en un mosaico mural realizado artesanalmente mediante la técnica de la azulejaría árabe, estableciendo así un sutil contraste entre la velocidad y volatilidad de la escritura que se difunde en plataformas digitales y la técnica tradicional de plasmar los mensajes en piedra para hacerlos perdurar.
En la historia y sensibilidad de Cuba el lenguaje ha sido de suma importancia. En la serie Emblemas, el artista combina las insignias de coches norteamericanos de los años 40 y 50, símbolo del progreso capitalista, con consignas y lemas populares difundidos ampliamente durante la revolución cubana. Rodríguez sintetiza así la paradoja de que estos vehículos, representativos del desarrollo capitalista de Estados Unidos tras la Segunda Guerra Mundial, hayan permanecido en pleno uso en Cuba a lo largo de sesenta años de comunismo.
En la serie Reguetón, el artista plantea la descontextualización de letras de canciones y su reubicación en un marco totalmente distinto a su lugar de origen: inscritas en paneles de granito, a modo de memoriales. La lectura atenta de estas frases aisladas —grabadas en tipografía Optima como guiño al Monumento a los Veteranos de Vietnam en Washington— nos descubre facetas insospechadas. Es significativo el hecho de que, extraídos de su contexto original, muchos de los versos de reguetón muestren escasa diferencia con el discurso político e incluso el religioso. Por otra parte, en muchas ocasiones subyacen en ellos aspectos existencialistas que acusan la fragilidad de las subjetividades marginales y la búsqueda humana por la trascendencia.
Esta exposición, comisariada por Diana Cuéllar, reúne una selección de obras que trabajan con diversas texturas y requiebros del lenguaje, aglutinando diferentes formas históricas de escritura. Se constituye así una exposición-libro o, para ser más precisos, exposición-tabla (estableciendo, nuevamente, un vínculo con las tabletas digitales contemporáneas). En medio de las modas y la hiperaceleración de las comunicaciones, asoman aspectos comunes a la condición humana en su permanente búsqueda de espiritualidad, poder y poesía.
En la historia y sensibilidad de Cuba el lenguaje ha sido de suma importancia. En la serie Emblemas, el artista combina las insignias de coches norteamericanos de los años 40 y 50, símbolo del progreso capitalista, con consignas y lemas populares difundidos ampliamente durante la revolución cubana. Rodríguez sintetiza así la paradoja de que estos vehículos, representativos del desarrollo capitalista de Estados Unidos tras la Segunda Guerra Mundial, hayan permanecido en pleno uso en Cuba a lo largo de sesenta años de comunismo.
En la serie Reguetón, el artista plantea la descontextualización de letras de canciones y su reubicación en un marco totalmente distinto a su lugar de origen: inscritas en paneles de granito, a modo de memoriales. La lectura atenta de estas frases aisladas —grabadas en tipografía Optima como guiño al Monumento a los Veteranos de Vietnam en Washington— nos descubre facetas insospechadas. Es significativo el hecho de que, extraídos de su contexto original, muchos de los versos de reguetón muestren escasa diferencia con el discurso político e incluso el religioso. Por otra parte, en muchas ocasiones subyacen en ellos aspectos existencialistas que acusan la fragilidad de las subjetividades marginales y la búsqueda humana por la trascendencia.
Esta exposición, comisariada por Diana Cuéllar, reúne una selección de obras que trabajan con diversas texturas y requiebros del lenguaje, aglutinando diferentes formas históricas de escritura. Se constituye así una exposición-libro o, para ser más precisos, exposición-tabla (estableciendo, nuevamente, un vínculo con las tabletas digitales contemporáneas). En medio de las modas y la hiperaceleración de las comunicaciones, asoman aspectos comunes a la condición humana en su permanente búsqueda de espiritualidad, poder y poesía.