Los arquitectos se enfrentaron al reto de cómo mantener el valor patrimonial del silo de granos de la década de 1930 y al mismo tiempo convertirlo en un nuevo museo de arte contemporáneo. El coleccionista de arte Nicolai Tangen fue el primero en descubrir el potencial del edificio como espacio de arte tras de su cierre en 2006.
La estructura que estaba compuesta por 30 cilindros de hormigón, que podían contener hasta 15.000 toneladas de grano, y que tiene una altura interior de 37 metros de altura, ha sido recortada, tallada para formar un gran espacio de recepción, que recuerda las grandes catedrales europeas, acompañado de un gran nucleo de comunicación de 21 metros de altura.
Alrededor de este espacio se han situado las 25 salas de expsoición organizadas en tres plantas, la mayoría en dos ampliaciones contiguas (una de ellas reconstruida nuevamente debido a su avanzado estado de deterioro), ocupando una superficie de 3.300 metros cuadrados. Un espacio que consigue su unidad por la exposición del hormigón visto de la estructura y que gana su valor como espacio gracias al contraste con los elementos expuestos generando una «arquitectura pasiva de caja blanca» según comentan los arquitectos.
Además hay una galería digital en el segundo piso y se incluyen áreas de conservación, oficinas y una «escuela cultural» para niños, así como un bar en la azotea rodeado de terrazas protegidas con cilindros de vidrio que replican la modulación del resto del edificio y crean la imagen de un gran faro.
Kunstsilo por Mestres Wägue, MendozaPartida y BAX studio. Fotografía por Alan Williams.
Descripción del proyecto por Mestres Wåge Arquitectes, Mendoza Partida y BAX
El concepto intenta recuperar, de forma sencilla, la presencia natural que ya posee la construcción del silo existente, un sistema espacial de gran calidad plástica singular, como icono de la zona industrial. En cuanto al espacio urbano, el complejo cultural se organiza a través de una plaza pública que define la disposición de la escuela de música, la incubadora y el nuevo Museo Kunstsilo. La escala del espacio público favorece una dinámica urbana llena de vida, armonía, escala y variedad.
Con elegancia y respeto, a la construcción del silo se le suma un pequeño volumen de similares proporciones, colocado en la parte trasera del edificio a un lado, para definir uno de los pequeños espacios urbanos que dan vida al conjunto. Con esta simple acción, y para enfatizar la importancia del edificio existente, es posible incorporar los requisitos programáticos sustanciales dentro del edificio. Para dar la mayor sensación y carácter urbano que requiere el museo, la planta baja se abre completamente para brindar continuidad al espacio público y crear un acceso amigable y directo. En la cubierta, todo se encuentra dentro de un cerramiento acristalado que, a modo de invernadero y faro urbano, acoge un futuro mirador y espacio para eventos públicos que refuerza aún más la presencia del Kunstsilo en el entorno.
Para mejorar la calidad plástica de la construcción existente y hacer que los visitantes del museo participen en su singularidad espacial, los interiores del silo se vacían para dar cabida a un gran vestíbulo de triple altura que funciona como el corazón del museo. Las áreas expositivas se organizan alrededor de este espacio, y alternan un recorrido rico y fluido alrededor de las estructuras cilíndricas, que se manifiestan de diferentes maneras a lo largo del espacio del museo. Existe una gran variedad de espacios, en tamaño y altura, que dan a las exposiciones la dimensión que merecen. La propuesta también utiliza el techo del volumen de menor tamaño para crear una terraza para exhibiciones al aire libre con vista al mar.
Estructuralmente la construcción del silo se entiende como un solo elemento, un voladizo continuo que logra sostenerse a través de los elementos perimetrales que tocan el suelo. Con este procedimiento sólo es necesario reforzar la compresión de los elementos en las zonas recortadas.