Es así como los límites de uso entre espacios se diluye, generando continuidad visual mientras que la sensación de amplitud se maximiza. Estas decisiones formales se ven reforzadas por los materiales y acabados seleccionados, donde la arquitectura resulta en el lienzo que el usuario puede habitar a su gusto.
Descripción del proyecto por Hanghar
El proyecto consiste en la renovación de un apartamento de 85 m² en un edificio de los años setenta del centro de la ciudad. La vivienda se plantea como un ejercicio de recursos limitados, en el que la reducción de soluciones espaciales, materiales y tecnológicas permita la máxima flexibilidad de comportamiento. Ante la constante situación de incertidumbre de nuestra sociedad, ésta se concibe como un sistema abierto e indefinido capaz de servir como fondo de escena de quien la habita. Un sistema propositivo, no definitivo.
Por ello, la vivienda se aleja de distribuciones espaciales prefijadas y convencionales, articulándose a través de una serie de estancias programáticamente genéricas, pero espacialmente específicas, en las que quien la ocupa se define libremente. De esta manera la vivienda es capaz de responder a las vicisitudes del habitar contemporáneo y no a directrices impuestas por las lógicas del mercado.
A nivel espacial, el proyecto se resuelve con la implementación de una retícula asimétrica que ordena y articula el espacio original. Cada estancia, de dimensiones rectangulares, se concatena con las demás a través de unas aperturas centrales de gran tamaño, generando una suerte de “enfilade” que comunica los distintos cuartos y establece una continuidad visual que amplifica el proyecto al tiempo que diluye los límites de uso que en él ocurren.
La resolución material del proyecto es directa y reducida. El suelo, de resina epoxi, diluye la sensación de escala en el espacio, al tiempo que el techo, tosco y cavernoso, se presenta como un ornamento cuasi barroco resultado de la imprecisión del yeso proyectado. El área de cocinado, cubierta de espejos, simplemente desaparece. Y si bien la carga estética del proyecto podría definirse como aséptica, recordándonos a las analogías de Beatriz Colomina entre el minimalismo del movimiento moderno y las pandemias de principios del siglo XX, la arquitectura interior del proyecto se reduce no tanto como respuesta a estándares de higiene sino sociales; un sistema ambiguo, capaz de servir al habitante que acoge, sin proyectar definiciones prefijadas e inalterables.