El desierto, al contrario, se presenta sin límites: indefinido e infinito. Solo podrá ser poblado desde el movimiento, el nomadismo es condición necesaria de la supervivencia.
La montaña como experiencia de límite vertical; como intento de volar, el síndrome de Ícaro con su posible final.
En estos casos el refugio alcanza su expresión primigenia.
La arquitectura – esta prótesis necesaria a veces para la supervivencia – se presenta en su condición inicial. Como grado cero.
ISLAS
Ed. De Minuit 2002.
Islas, espacios finitos, cerrados: el límite como condición y presencia, como momento unificador. Pequeños mundos ampliados eventualmente por su repetición: el archipiélago, a veces metáfora arquitectónica.
Dos temas plantean tradicionalmente las islas:
Uno, la prioridad de la naturaleza como argumento. Sobre el horizonte continuo del mar la figura se despliega con toda la retórica del paisaje: montañas, rocas, árboles, vegetación… estos serán los materiales que construyen la imagen.
Dos, la presencia humana en su actividad constructora, hasta no hace mucho limitada por las posibilidades (escasas) y por las imposibilidades (grandes). Ejemplos de astucia y simbiosis con el medio.
Versiones de lo vernáculo. En el pasado.
Ahora hay que añadir la transformación producida por el turismo y la modernidad. Cosmopolitismo frente endemismo.
DESIERTO
Poner en relación con la arquitectura el desierto, supone imaginar frente al objeto su antagonista, el grado cero de exterior: infinito, extremo, móvil, inabarcable.
También supone recordar lo que la arquitectura tiene de protección, de interior, de oposición a la naturaleza.
También que la arquitectura en sus orígenes obligaba a utilizar radicalmente los recursos a disposición: un palo y unas telas (que podemos trasladar, en el desierto se pasa, no se está), unas piedras encontradas, un barro labrado.
Iniciando nuestra travesía en TRANSFER, el desierto era una buena metáfora para empezar a reconocer ideas, lugares y arquitecturas necesarias.
Instrumentos de supervivencia.
MONTAÑA
Las montañas como lugar aparte, especial. Distante.
Como lugar inhóspito y duro, en donde la arquitectura insiste en la protección y el aislamiento, una de las cuestiones en la base de nuestra actividad.
También las montañas, alguna montaña, en todas las culturas, tenían condiciones sagradas, contacto directo con la divinidad, la montaña mágica. (Pienso en Montserrat, en Tindaya, en Wayna Pichu y en tantos otros lugares en donde la arquitectura acompaña construyendo espacios rituales, sacramentales).
La montaña como otra situación de límite, como momento final entre tierra y aire, en cierta forma simétrica a la isla, interacción de tierra y agua. Las arquitecturas que aquí encontramos intensamente también viven la relación entre tradición y el presente, entre el endemismo y el cosmopolitanismo.
La montaña como accidente topográfico, como inclinación, en donde nosotros debemos, obligatoriamente, introducir el plano, la superficie horizontal. La tensión entre la verticalidad ascendente de la tierra, y la necesidad de construir la horizontal, nuestro hábitat.
Transfer ha propuesto un recorrido sobre condiciones extremas de la arquitectura: Desierto, Isla, Montaña. Es una idea extrema y, probablemente, esencialista. A partir de aquí, nos moveremos desde los límites hacia el centro, intentaremos abandonar los márgenes para acercarnos al núcleo.