
La cubierta del edificio proyectado por Weyell Zipse puede abrirse y cubrirse con los parasoles que tiene integrados. Además, gracias a las rejillas de ventilación y al uso de la energía solar, la escuela puede modificar su atmósfera interior, adaptándose a las diferentes estaciones del año y diluyendo o cerrando sus límites hacia el exterior.
La estructura del edificio se construyó con un sistema prefabricado de vigas, pilares y cubierta, que cuenta con arriostramientos encargados de soportar los empujes del viento. Este sistema descansa sobre la estructura subterránea, donde se crea un espacio para las instalaciones deportivas. En cuanto a la materialidad, el hormigón de las estructuras portantes contrasta con la madera de las aulas y los pasillos. La envolvente exterior se reviste con chapas trapezoidales de aluminio sin tratar.

Escuela de primaria Guggach por Weyell Zipse. Fotografía por Daisuke Hirabayashi.
Descripción del proyecto por Weyell Zipse
El corazón de la Escuela de primaria Guggach de Zúrich es su vestíbulo, una zona climática intermedia que se adapta a los cambios de estación. Abierto en verano y cerrado en invierno, su clima se regula mediante puertas correderas manuales. El vestíbulo se extiende hacia el parque del barrio como un gran escenario. Aquí, los niños empiezan la semana cantando juntos los lunes por la mañana, aprendiendo en aulas al aire libre y disfrutando de sus recreos.
Gracias a la construcción estándar de un invernadero, el tejado puede abrirse, mientras que los parasoles integrados proporcionan sombra cuando es necesario. En combinación con las rejillas de ventilación y la energía del sol, los usuarios pueden influir activamente en el clima interior. La atmósfera y el confort del espacio cambian en función del entorno, borrando los límites entre interior y exterior. El atrio de tres plantas del vestíbulo ofrece «espacios de posibilidades» que pueden reimaginarse y adaptarse libremente con el tiempo. Los tabiques plegables de las salas de grupo y el auditorio, junto con las zonas de circulación amueblables de los grupos escolares, mejoran aún más la adaptabilidad de los espacios, garantizando su funcionalidad al tiempo que mantienen su durabilidad.

El atrio se concibió como una estructura sencilla y rentable fuera del perímetro aislado. Como no formaba parte del encargo original, no se asignó presupuesto a este espacio, lo que obligó a adoptar un planteamiento de diseño racional y funcional para el resto del edificio. Para optimizar el peso, el consumo de material y la flexibilidad a largo plazo, la estructura sigue un esquema esquelético. Los pilares, vigas y techos prefabricados se estabilizan mediante arriostramientos contra el viento en la fachada. El esqueleto estructural descansa sobre tres plantas subterráneas, incluido un pabellón deportivo doble. Una zona de espectadores de doble altura en el primer nivel del sótano crea una configuración seccional que permite que la luz natural llegue al pabellón deportivo subterráneo.
La separación intencionada de la estructura, los servicios del edificio y los acabados interiores es evidente en todo el edificio, dando forma tanto a su funcionalidad como a su estética. En contraste con el áspero hormigón, las aulas y las zonas de circulación presentan suelos de parqué y mobiliario de madera, creando un ambiente cálido. El uso de sencillos paneles de madera contrachapada concuerda con el planteamiento de economía de medios, al igual que la fachada exterior, revestida de chapa trapezoidal de aluminio sin tratar.