"El arte es una acción personal que puede valer como ejemplo, pero nunca tener un valor ejemplar". Isidoro Valcárcel Medina.
Quizá una de las imágenes más impactantes que nos ha llegado este último año desde la ciudad de Detroit, ese gran imperio del automóvil que se ha visto reducido a cenizas tras su bancarrota, sea el de la estación de tren de Michigan, un colosal edificio de estilo neoclásico, vacío, abandonado, olvidado. Lejos quedan aquellos días en que los trenes iban y venían repletos de pasajeros y las galerías de la estación rebosaban de tiendas y restaurantes. Hoy no queda más que un gran esqueleto de hormigón, situado en medio de la nada, vestigio de una época mejor. También quedan los ciudadanos de Detroit, que en pocos años han visto transformada su ciudad a calles despobladas, casas tapiadas y jóvenes vendiendo chatarra. Y les toca convivir con ello. Pero no hay que irse hasta Detroit para hablar de estas involuciones, de modelos fallidos y de ciudadanos desprovistos de alternativas de futuro.
Me gusta cuando Maíllo me dice que Detroit podía ser Baltimore- con la imaginería que ofrece la serie The Wire- pero también Getafe, su ciudad natal. Por eso Maíllo se acerca a través de su pintura a una realidad que le preocupa, le quita el sueño y le hace rabiar. Desde la visión parcial que caracteriza a aquel que quiere mostrar su enfado a través de la pintura, Maíllo presenta para esta ocasión una obra sólida, madura y honesta con sus preocupaciones y planteamientos y como siempre, llena de referencias que nos sirven de anclas para amarrarnos a su mensaje.
Me atrevería a decir que la obra de Maíllo funciona como un gran mapa conceptual sujeto a una pared, donde las ideas se relacionan entre sí, se contagian, marcan direcciones, rehabitan territorios y propician encuentros y oposiciones. También hay nombres propios en este gran mapa sin principio ni fin, como David Simon, Bruce Nauman, Robin Rhode o Nicolas Burriaud y entre los conceptos copulativos que nos sirven para unir ideas, nos topamos con arte relacional, periferia, paisaje posindustrial, resiliencia, reapropiación, contrapoder y revolución, entre otras tantas que van naciendo sin cesar, porque Maíllo nunca se da por vencido, es un cuerpo inquieto en busca de respuestas que encuentra en sus grandes lienzos impregnados de gestos rabiosos.
Maíllo deambula por este mapa en un estado de shock, queriendo reconocer en qué punto está y hacia qué faro ha de dirigirse. Y eso es justamente lo que ha hecho en sus lienzos, apoyarlos en el suelo y caminar por encima de ellos, pisarlos y arañarlos hasta llegar a su corazón. No hay huellas de pinceles ni de brochas, porque el gesto en esta ocasión se adivina más instintivo y crudo; también hay textura y algo de matérico, pues el estudio, su laboratorio de experimentos, es en esta ocasión parte de la obra. Donde uno ve crisis, otro ve oportunidad, este juego de binomios se plasma en las telas que han sido enfrentadas como el positivo y el negativo de un mismo soporte. Maíllo explica el proceso de su pintura, dentro de la misma pintura, por eso vemos errores, tachones y borrones que no ha querido eliminarlos para que sirvan de memoria de lo que no hay que volver a hacer. Todo este caosmos, este aglutinante dinámico, viene reforzado con su habitual uso de palabras y frases y una paleta de colores más limitada que en anteriores ocasiones, reforzando la integridad y congruencia que este pintor tiene hacia su pintura y sus ideales que al final se funden en un mismo ser.
Jone Alaitz Uriarte, Noviembre del 2013.
Inauguración.- Jueves, 14 de noviembre de 2013, 20:00 h.
Lugar.- PONCE + ROBLES. Alameda 5 28014. Madrid, España.
Fechas.- 14 de noviembre de 2013 al 10 de enero de 2014.
Horario.- Martes a viernes de 11.00 a 14.00 y de 16:30 a 20:00. Sábado y domingo de 13:00 - 17:00 h.