La vegetación se toma como un material más del proyecto creando una experiencia sensorial que conecta a los habitantes de la vivienda con la naturaleza, a la vez que la protege del sol en los meses más calurosos. De esta forma, el proyecto termina convirtiéndose en una vivienda creada a base de vegetación y muros de carga de ladrillo, revocados de cal al exterior y pintados de blanco en el interior.
Descripción del proyecto por Taller Abierto
El traslado de la vida de la ciudad a un entorno rural es recurrente en los encargos que reciben los estudios de arquitectura en la actualidad. Esta vivienda es consecuencia de la decisión de sus propietarios de cambiar un quinto piso con vistas en su ciudad, por una casa con árboles y jardín en un pueblo cercano.
A la búsqueda de un estilo de vida distinto, durante el proceso de diseño se decantaron algunos criterios y requerimientos importantes para esta familia. La casa debía desarrollarse en un solo nivel, disfrutando cualquiera de sus estancias de la relación con un jardín amplio, donde se cultivarían árboles y plantas diversas. Estaría bien iluminada, y en la medida de lo posible aprovecharía el soleamiento para acondicionar un interior confortable y sostenible energéticamente. Por último, la casa motivaría un día a día discreto y sereno.
El primer ingrediente, el emplazamiento, facilitó en muchos sentidos el trabajo. Sus dimensiones y su orientación permiten que la casa se acomode a un lado, como si fuera un gato blanco tumbado al sol, tan estirado como puede. Esta decisión hace que la mayoría de las estancias se abran al sureste y al jardín, aprovechando el sol de la mañana y las vistas sobre un exterior cercano. Esta primera línea estructurante se complementa con el resto del programa, configurando una planta en L. El lado mayor lo determinan las estancias interiores de la casa, y el lado menor por un porche y un garaje. Conformando otra L simétrica a la anterior, se sucede un conjunto de encinas y de robles, que aportan un fondo de paisaje y mayor intimidad al interior de la parcela. Entre ambas “eles” se extiende una superficie de hierba y de baño, abrazado todo ello por la casa y por los árboles. El interior también se nutre de la relación con los linderos. Esta condición permite abrirse de forma controlada hacia el noroeste, disfrutando del cultivo de otras especies vegetales como perales de flor, jazmines y hiedras que cubren las tapias medianeras, y superficies de suelo tapizadas por vincas y romeros. Los perales protegen del soleamiento directo en las tardes de verano, y en conjunto, la vegetación logra acondicionar un exterior con el que la casa establece circulaciones cruzadas de aire.
Los movimientos en la vivienda y en el jardín se desarrollan en un solo nivel, excepto una estancia, el estudio, que se ubica en un altillo. Se comunica en sección con el estar, ampliando las dimensiones de este último. Esta disposición ofrece vistas diagonales, y se transfiere entre ambos niveles la entrada de luz de varias direcciones.
Si bien la geometría y la orientación de las estancias resulta esencial para dar respuesta a los criterios de partida, la elección del sistema constructivo se consideró determinante. La estructura se proyecta con muros dobles de ladrillo tosco de caras lisas. Al interior, el ladrillo queda visto y pintado de blanco siempre que es posible. Al exterior, los muros se cubren de un revoco de cal, que refleja el soleamiento y hace más fresca la casa en los meses más calurosos. Los huecos se resuelven con carpinterías de madera, y el agua se evacúa en los detalles de ventana, albardillas de muros y en la cubierta inclinada con chapa de zinc natural. La naturaleza y disposición de los materiales aportan el acondicionamiento necesario, pero también motivan una experiencia cálida y confortable en el interior de la casa.
Junto con la elección del sistema constructivo y la estrategia de organización condicionada por la orientación, se diseñó una segunda protección a modo de pérgolas metálicas. En un futuro serán el soporte de enredaderas de hoja caduca que protejan los vidrios del soleamiento directo de las últimas horas de la mañana.
La casa ya está habitada. Desde que amanece entra el sol, y en el interior de los dormitorios se deja oír alguna pareja de mirlos que escarba en el jardín. Este año será la tercera primavera desde que se terminó la obra, y en las encinas aparecen los primeros brotes verdes. Su crecimiento es lento, pero van acostumbrándose al lugar. Sin embargo los perales de flor ya han dado este año la segunda floración.
Los niños de la casa también tardaron poco en elegir cuál sería su habitación. Desde cualquiera de las estancias se dejan ver, serenos, los árboles y el cielo. Y al fondo, la vida de la calle y la imagen de algunas casas vecinas se recortan por las tapias blancas de ladrillo.