En lugar de afrontar el problema como una enfermedad, el proyecto de David Estal comienza con el estudio concienzudo del comportamiento del edificio desde su salud integral, evitando así el típico refuerzo metálico estructural.
La vivienda escondía un complejo ingenio estructural que no pudo ser mantenido en la renovación. Se optó por dar continuidad a la personalidad estructural del edificio, pero adaptándola a las soluciones actuales: la tabiquería inicial de ladrillo macizo dispuesta a panderete se renovó en steelframing, con una disposición más diáfana, mientras que los elementos de madera se sustituyeron con nueva madera.
Descripción del proyecto por David Estal
Esta historia comienza hace veinte años con la perseverante lucha de tres hermanas (les ties) ya ancianas por defender sus respectivas viviendas, cada una situada encima de la otra, hasta conformar un edificio familiar de tres alturas en la calle principal del Cabanyal: La Reina, el cual, como tantas otros centenarias construcciones modernistas, estuvieron amenazadas de derribo simplemente para que la ciudad ‘llegara’ al mar.
En el 2015, derogado el plan y salvado el barrio, el actual y joven propietario de la vivienda de la planta primera, decide renovarla con una condición: reutilizar el máximo de elementos posibles de la casa. Por ejemplo, suelos hidráulicos y carpinterías interiores. Decisión tomada no solo por gusto, sino sobre todo, por una razón emotiva: en honor a la familia a la que él también pertenece, del Cabanyal de toda la vida.
Sin embargo, aquello que parecía dicho y hecho, no iba a ser tan sencillo. En este tiempo, un batallón de sigilosas termitas fueron haciendo su camino, comiendo y dejando agujeros por doquier, debilitando así tremendamente los tradicionales forjados de viguetas de madera y revoltón cerámico, hasta casi hacerlos desaparecer. Hay gente en el barrio que dice que este mal endémico comienza en el año 57 con la fatídica ‘riuà’ (inundación de la ciudad al desbordarse el río hacia el mar). Sea como sea, a título personal y como arquitecto era la primera vez que me enfrentaba a esta patología de alcance estructural. Así comencé a aprender de termiteros subterráneos, barreras perimetrales, cebos, resistografías, tratamientos curativos-preventivos, sistemas beta, y demás.
Así pues, la intervención arquitectónica traspasa los límites del interior de la vivienda en cuestión para afrontar el reto de la rehabilitación parcial estructural, centrándose en rehacer los forjados y las galerías voladas hacia el patio interior ocupado por diferentes elementos impropios. Ahora bien, en lugar de afrontar el problema como una enfermedad, antes de ponernos manos a la obra, nos dedicamos concienzudamente a entender cómo se comporta este edificio desde su salud integral y así evitar el típico refuerzo metálico estructural.
De este modo (paso a paso), descubrimos que la doble crujía del edificio no solo se mantenía por las esbeltas viguetas de casi cinco metros (demasiado), sino que la tabiquería de ladrillo macizo dispuesta a panderete había entrado en carga, funcionando de parteluz y arriostrada con falsas y huecas pilastras. Todo un ingenio superpuesto, aunque precario que no se podía mantener con la renovación de la vivienda. La decisión fue continuar con la personalidad estructural que define esta construcción, pero adaptada a las soluciones actuales que a su vez, permitiera abrir espacios más diáfanos (aunque manteniendo rincones) y que la madera siguiera siendo madera. Se optó por lo tanto que la nueva tabiquería se realizara de steelframing.
En la reforma interior, un collage de puertas restauradas abre paso a las distintas estancias, recibiendo luz pasante del este y del oeste, otorgando a la vivienda una atmósfera mediterránea combinada con un pasado emotivo y familiar. Y, lo más importante: aunque el edificio ha pasado por una profunda revisión médica, en la vivienda no se exhiben alardes estructurales, ortopedias, prótesis ni musculatura excesiva, tan solo un espacio cálido para ser rehabitado.