A lo largo de sus 40 años de trayectoria la Bienal Panamericana de Arquitectura de Quito ha logrado construir una base ideológica clara, visibilizar acciones y propuestas a nivel mundial que respondan a las realidades del contexto local y de la región. Lejos de querer ser una vitrina de estrellas, el comisariado de la Comisión Académica de la BAQ ha investigado el trabajo de actores en el ámbito de la arquitectura y el urbanismo que den respuesta a las temáticas planteadas en cada edición, independientemente de la posición del starsystem de la época. En el año 2004 por ejemplo, pasaron por el escenario de la BAQ figuras que ahora son referentes de la arquitectura mundial como es el caso de Rafael Iglesia, Solano Benítez y Alejandro Aravena, quienes compartían en Quito sus propuestas tempranas despertando inquietudes y motivaciones en el quehacer arquitectónico de la región. Una Bienal joven para jóvenes.
Ha pasado el tiempo, y la arquitectura latinoamericana cosecha lo que ha sembrado en el campo fértil de la astucia, creatividad y sentido común frente a realidades locales, aprovechando lo que está disponible, lo que está a mano para generar soluciones.
Hoy el mundo fija la mirada en Latinoamérica, primero recibimos la noticia del nombramiento de Alejandro Aravena como premio Pritzker 2016, y ahora nos llegan las crónicas de la Bienal de Venecia, una “Bienal Inaudita” comisariada por el mismo Aravena.
A pesar de contar con la presencia de estrellas de la arquitectura mundial, son los estudios con casos ejemplares los que han destacado. Entre ellos, viejos conocidos de la BAQ como Derek Dellekamp, RaulMerhotra, La Escuela de Talca, Al Borde, Jean Pierre Cruisse, Giancarlo Mazzanti, Simón Vélez y los galardonados con León de Oro, Solano Benítez y Carlos Quintans con sus respectivos estudios. Son ellos, entre otros, quienes han incidido en diferentes circunstancias de este evento de interés global.
Tal vez porque necesitamos de la mirada del otro para construirnos, o tal vez porque la arquitectura mundial debe ampliar el espectro de respuesta y comenzar a generar soluciones a problemáticas globales, antes que pensar solo en el objeto. El hecho es que la arquitectura tiene buenas prácticas que contar al mundo y la BAQ con 40 años de trayectoria, y el reconocimiento del medio de ser el espacio de intercambio e integración de la arquitectura del continente, sostiene su compromiso de visibilizar experiencias, entendiendo la Buena Práctica como la acción o iniciativa capaz de mejorar de forma directa la calidad de vida.
Ha pasado el tiempo, y la arquitectura latinoamericana cosecha lo que ha sembrado en el campo fértil de la astucia, creatividad y sentido común frente a realidades locales, aprovechando lo que está disponible, lo que está a mano para generar soluciones.
Hoy el mundo fija la mirada en Latinoamérica, primero recibimos la noticia del nombramiento de Alejandro Aravena como premio Pritzker 2016, y ahora nos llegan las crónicas de la Bienal de Venecia, una “Bienal Inaudita” comisariada por el mismo Aravena.
A pesar de contar con la presencia de estrellas de la arquitectura mundial, son los estudios con casos ejemplares los que han destacado. Entre ellos, viejos conocidos de la BAQ como Derek Dellekamp, RaulMerhotra, La Escuela de Talca, Al Borde, Jean Pierre Cruisse, Giancarlo Mazzanti, Simón Vélez y los galardonados con León de Oro, Solano Benítez y Carlos Quintans con sus respectivos estudios. Son ellos, entre otros, quienes han incidido en diferentes circunstancias de este evento de interés global.
Tal vez porque necesitamos de la mirada del otro para construirnos, o tal vez porque la arquitectura mundial debe ampliar el espectro de respuesta y comenzar a generar soluciones a problemáticas globales, antes que pensar solo en el objeto. El hecho es que la arquitectura tiene buenas prácticas que contar al mundo y la BAQ con 40 años de trayectoria, y el reconocimiento del medio de ser el espacio de intercambio e integración de la arquitectura del continente, sostiene su compromiso de visibilizar experiencias, entendiendo la Buena Práctica como la acción o iniciativa capaz de mejorar de forma directa la calidad de vida.