Como remate visual de las casas, un jardín de suculentas funge como espacio de contemplación y silencio.
Eljardín incluye una escultura del estudio Tezontle que se remite a las grandes piezas de Edward James en la selva Huasteca. Los volúmenes de la casa son sencillos, sustentados en el principio de proporciones áureas.
Descripción del proyecto por HEMAA
Agua Pedregal 210 proyecta una serie de recorridos en el tiempo. Como un palimpsesto que conserva las huellas de la escritura que le precedió, las tres casas del proyecto respetan la traza original de una casa de los años cincuenta, parte del movimiento moderno del Pedregal de San Ángel.
Algunos de los materiales originales se conservan aquí y allá, pequeñas instantáneas al pasado que alguna vez habitó el sitio. Al mismo tiempo, la solidez de los muros de cantera y de estructuras escalonadas hacen eco a la larga historia de un sitio de formaciones volcánicas venerado por las culturas antiguas y modernas del Valle de México.
Decía el arquitecto José Villagrán que el Pedregal confirmaba que “era posible construir jardines entre las rocas”. Ya desde su Catálogo de nombres vulgares y científicos de plantas mexicanas (1923), Maximino Martínez describía el Pedregal como un sitio ideal para la exploración naturalista que luego cautivaría entre sus senderos a Luis Barragán, Armando Salas Portugal, Carlos Pellicer o el Doctor Atl.
En los años cuarenta, Barragán se imaginaba los incipientes Jardínes del Pedregal como un lugar donde la arquitectura se enfrentaría a la difícil tarea de asimilarse con un ecosistema dominado por una piedra volcánica que, poco a poco, a lo largo de los años, había atraído a especies propias como el palo loco o el cacomixtle. Perdido entre formaciones misteriosas, el sitio ofrecía la posibilidad de estar dentro y fuera de la ciudad al mismo tiempo.
Respetando esta larga historia, así como la visión de Barragán, el proyecto propone un diálogo continuo, eternamente presente, con su paisaje y su territorio. El cuidado trabajo de jardinería es aquí parte fundamental de la arquitectura.
Un pequeño y recluido jardín de suculentas en diálogo con una pieza de concreto rojo de Tezontle Studio denominada “cascabel” le dan prominencia a la piedra volcánica presentándose como un lugar de contemplación afín a aquello que los artistas de la modernidad mexicana encontraban al perderse entre los senderos de lava fría.
Cada espacio en cada una de las casas encuentra la manera de comunicarse con el exterior, ya sea a través de ventanas, patios, bancas, terrazas o balcones. Casas y jardines madurarán como contemporáneos, en una interacción siempre presente, íntima.
Al interior de las casas, las condiciones están dadas para que la vida familiar se geste cómodamente y madure en un ambiente propio. Frente a la solidez del concreto y la cantera, el pulido trabajo de madera en salas, closets y terrazas ofrece tanta calidez como la que aporta la dimensión misma de los espacios, amplios sin ser excesivos.
El uso de proporciones áureas en elementos como los ventanales y los despieces de la cantera en fachada producen secuencias consistentes que amplifican de un espacio consistente. Este ritmo se traduce en recorridos fluidos, sin tropiezos, entre los espacios interiores.
Deslizarse con facilidad por esta arquitectura, moverse sin notarlo entre casas y jardines, interiores y exteriores, terrazas y cuartos, resulta ya una experiencia placentera. Pero, sobre todas las cosas, la arquitectura de Agua Pedregal 210 abre la posibilidad del habitar, anunciando la promesa de un futuro hogar.
Concebido en los años cincuenta por Luis Barragán a raíz de largas exploraciones entre las piedras volcánicas del Xitle, ya ocupadas para ese entonces por fauna y flora endémica, pocos lugares de la ciudad representan un escenario tan rico para la arquitectura moderna en México como el Jardínes del Pedregal.
Localizado en un predio de 3000 m2 donde alguna vez se erigió una casa como parte de la modernidad de la Ciudad de México, este proyecto surge y absorbe los elementos característicos de un sitio que cautivó a Barragán, además del Doctor Atl, Armando Salas Portugal, Carlos Pellicer y tantos otros artistas e intelectuales de la modernidad mexicana.
Volumétricamente, la propuesta se articula a partir de dos ejes. Por un lado, la retícula previa a este proyecto, un pequeño eco a la casa original de 1955. Por el otro, los preceptos establecidos ya desde un inicio del desarrollo del Pedregal por Luis Barragán, los cuales apostaban a que la arquitectura y el paisaje se comunicaran entre sí. Así. tres casas se resguardan en medio de un jardín maduro.
Como remate visual de las casas, un jardín de suculentas funge como espacio de contemplación y silencio. Este jardín incluye una escultura del estudio Tezontle que se remite a las grandes piezas de Edward James en la selva Huasteca, otro artista moderno cuyo interés era fundir arquitectura humana y vegetal en un solo diálogo.
Los volúmenes de la casa son sencillos, sustentados en el principio de proporciones áureas.
Columnas y ventanales se encargan de generar ritmo y secuencia, a la vez que proporcionan una cantidad perfecta de iluminación natural y de vistas orientadas hacia los jardines del contexto en el caso de las áreas públicas y jardines privados en el de las íntimas.
El acceso a la casa lo guía una escalinata que resalta el carácter de la puerta principal y se rodea de jardineras y plantas en las fachadas. El vestíbulo constituye una primera escala interior desde la que se accede a la estancia y el comedor, que a su vez conducen a la cocina y a un cuarto familiar.
Dormitorios y sala de televisión se encuentran en el segundo nivel, mientras que la tercera planta está reservada para un espacio específicamente dedicado a la vista del conjunto a través de una terraza privada.
Los materiales elegidos para las fachadas delimitan geométricamente los diferentes niveles de volúmenes.
Así se establece un orden y se crean bloques que demarcan el espacio entre losas, muros y columnas, a la vez que denotan la horizontalidad del proyecto y generan las plataformas necesarias para darle visibilidad a sus diferentes profundidades.
Todo esto se enmarca a través de los despieces con proporciones áureas sobre una cantera gris que presume un rasgado de superficie a 45°. Este pulido y elegante trabajo artesanal dota a la fachada de una identidad única que, a través del uso de materiales de origen local, se remite una vez más a lo mejor de la arquitectura del movimiento modernista en el Pedregal.
Ante la firmeza sólida de la cantera, de las herrerías y del concreto, el diseño de interiores ofrece un contraste a través de la calidez del roble, de muros teñidos que hacen eco de la cantera y de una iluminación tenue que suaviza y otorga prioridad a los espacios abiertos del entorno natural inmediato.