Recogiendo el paso del tiempo….
La casa se convierte en un calendario.
Registra el movimiento del tiempo durante el año, o durante la vida…
El cuarto de los Niños…
Una niña invitando a un adulto a su juego, a su talla.
“Papa” vient chez moi!”, como dibujó Le Corbusier.
Padre e hija entrando al mismo lugar por dos puertas distintas
Una pequeña y una grande.
Una niñita dando sus primeros pasos con la ayuda de una silla en miniatura.
Esta casa
Es una piedra en miniatura en un paisaje bonsái;
Es una roca en un paisaje arenoso artificial
La casa se construye en torno a estos movimientos familiares del tiempo que pasa:
Mobiliario envolvente, movimientos y tiempo.
Texto.- EMBT
La casita de madera para un kolonihaven es un pabellón sin un programa demasiado definido, quizás es más un dispositivo cuyo fin es capturar el tiempo, entendido como un ciclo: las estaciones, el niño que crece… Se entiende más como un lugar de juego para los miembros de la familia que la ocuparán que como una vivienda propiamente dicha.
Fue pensada para ser construida junto a un árbol en un Kolonihaven, literalmente “jardín colonial”. A finales del siglo XIX, el gobierno danés cedió parcelas a las fueras de Copenhague a título individual, con el fin de cultivar pequeños jardines o huertos. Además se permitía a los ciudadanos que rentaban estas parcelas construir un pabellón donde alojarse temporalmente, que servía para guardar los aperos de cultivo de flores, frutas y vegetales, para descansar y alejarse de la rutina de la ciudad o incluso para reunirse con amigos, familiares y vecinos. En 1994, con el fin de impulsar el nombramiento de Copenhague como Capital Cultural Europea ’96, el gobierno invitó a 13 arquitectos de renombre internacional, entre los que se encontraban Miralles y Tagliabue, a proponer una reinterpretación de estas casetas agrestes.
La pareja de arquitectos en seguida desarrolló un primer collage con las ideas básicas que iban a investigar. Utilizando recortes de un diccionario botánico sobre plantas y flores componen un calendario circular con los períodos de floración de las plantas a lo largo del año. Junto a él, reproducen unos dibujos que aparecen en “Le Modulor 2” de Le Corbusier, donde “una niña invita a un adulto a su juego, a su talla”. Debajo, las palabras Papa’ vient jouer chez moi! (¡Papá, ven a jugar a mi casa!). Y así padre e hija (por qué no, Enric y la pequeña Caterina, a quien menciona como una colaboradora más en los créditos del proyecto) entran a la casa por dos puertas distintas, cada una de su respectiva altura.
En esta declaración de intenciones vemos el tiempo representado en dos vertientes: en un sentido más universal, como lo es el ciclo de la naturaleza, las estaciones, la cosecha; y también en el transcurrir del tiempo en la vida doméstica de una familia, los niños correteando por la casa, los padres sentados a la mesa.
De hecho, esta escena familiar se traduce en la forma del pabellón de una manera bastante directa. La planta surgió de grafiar los movimientos de la hija cuando jugaba con una silla, mientras que los volúmenes que conforman el pabellón envuelven, como lo haría un vestido, el juego de la niña y la postura de los adultos sentados a la mesa. El techo va variando en altura, desde la zona más baja para los niños, con su pequeña puerta a escala infantil, hasta la zona de los adultos, con una puerta común. La transición de la niñez a la adultez queda así plasmada en estos tres volúmenes escalonados, como si la propia casa creciera con sus habitantes a lo largo del tiempo.
Otro tema que provoca una reflexión es el árbol, que, según podemos apreciar en la planta, se sitúa junto al volumen más bajo de la casa. La casa se ahueca en su encuentro con él permitiendo que la copa roce su fachada, generando un nuevo espacio interior/exterior entre ambos y relacionándose así con el jardín. Además, el pabellón se compone de una estructura de listones de madera que no deja de parecerse a las ramas de su compañero, pudiendo los niños treparse a las ramas de uno o de otro con igual comodidad. Es, en definitiva, un árbol a la sombra de otro árbol. La casa no puede entenderse sin el árbol, que es a la vez su modelo a imitar y su vinculación con el exterior.
Paradójicamente, hoy el pabellón (construido en 2002 para ser expuesto en el MACBA) se encuentra aislado por un cordón de seguridad en los jardines del Palau de Pedralbes, en Barcelona, separado del árbol junto al cual fue concebido y tratado casi como una pieza de museo al que los niños ya no pueden encaramarse. Pero siempre nos quedarán estos documentos maravillosos que nos permiten imaginarnos cómo sería sentarnos tras una mañana de trabajo en esta caseta/árbol del jardín, disfrutando de la naturaleza y viendo la vida pasar…
CRÉDITOS.-
Lugar.- Copenhague.
Cliente.- Fonden Kolonihaven. Kirsten Kiser.
Arquitectos.- Enric Miralles, Benedetta Tagliabue.
Equipo de proyecto.- Ricardo Flores, Fabian Asunción
Colaboradores.- Elena Rocchi, Vibeke Linde Strandby, Hernán Díaz Alonso, Leandro López, Caterina Miralles Tagliabue.
Maqueta.- Fabián Asunción, Tom Broekaert.
Fotografía.- Giovanni Zanzi.
Fecha.- 1996