Obviamente plantear un debate en estos términos, “nuevos” medios, resulta claramente anacrónico y aunque así parece reconocerse en la declaración de intenciones de la moderadora, Ethel Baraona Pohl, el desarrollo del prólogo, con un cierto grado de desinformación o falta de documentalización sobre los ponentes, marcaron el inicio. La presentación situaba la historia actual de los medios (nuevos desde luego no) en una lectura bastante reduccionista de tan solo 14 años , lo que parecía cuanto menos, algo fuera de lugar. Hablar de “pioner” sobre actores que comenzaron con una herramienta que nadie vio nunca y de la que nunca se conoció su actividad hasta muchos años después, y sobre todo ignorar la memoria reciente de los acontecimientos reinventando la historia y olvidando medios importantes en el contexto español entre otros, como WAM, hace ya más de 24 años, o los debates generados por libros como Cosmopolitas domésticos y Telépolis, ambos de Javier Echeverría, en 1994 o a Nicholas Negroponte, fundador del MIT Media Lab, promotor de Wired Magazine, o la publicación de “Ser Digital”, del mismo autor en 1995, lo único que demuestra es que algunos a pesar de la gran cantidad de información actual confirman a Manfred Osten cuando afirma que “nunca se ha asimilado tan poco”.
La Gazette de France fue el primer periódico lanzado en el mundo, en 1631. Duró 284 años y se cerró en 1915, pero ¿quién se acuerda de la Gazette como pionera de la difusión seriada en papel? ¿Ha tenido la influencia, rigor o trascendencia que otros que llegaron mucho después? No.
Quedar obnubilados por el instrumento más que por el mensaje, por el contenido, por el cómo se muestra, cómo se comunica, se habla y debate sobre arquitectura, no aporta gran cosa. Esta es una idea en la que casi todos los participantes parecieron coincidir rápidamente.
Es obvio, como rápidamente se reconoció, que la batalla entre el papel y los medios digitales ya no existe. Es una batalla ganada desde hace tiempo por los medios digitales y tan solo mantenida lánguida y románticamente por algunas publicaciones seriadas en papel, algo que es diferente en la edición de libros.
La eclosión generada por las plataformas de redes sociales, en torno al año 2006, supuso un detonante en la forma de comunicar que muchos conocen pero que no todos identifican. Dichas plataformas fueron y son en realidad un instrumento de neo-colonialismo liberal de la cultura y la comunicación (como ejemplo baste recordar los criterios de censura de Facebook o las condiciones gráficas impuestas por Google a los usuarios de su publicidad, entre otras muchas cosas, la ubicación de los servidores, etc…). Dichas condiciones marcaron el cómo se comunicaba masivamente con estas nuevas plataformas, cuyo principal valor fue la constatación de que no habría una vuelta atrás en la forma de comunicar por su generalización, por el amplio espectro del público al que llegaban y por la forma en que el público las aceptó.
En realidad, es evidente que lo ocurrido ha sido más un cambio en las formas que en el medio, aunque es evidente que esas formas se han soportado por los medios digitales.
La evolución en el lenguaje, el mensaje y los contenidos que se trasmiten en estas nuevas plataforma ha pasado por diferentes momentos, partiendo en los primeros años de una inicial y alabada interacción con los usuarios en los blogs donde se generó una catarsis y una falsa realidad de libertad de expresión. Esta primera fase en realidad era una interacción más ingenua y naíf que moduladora de una transformación cultural, en parte por existir un espectro muy reducido de plataformas.
Aquel debate inicial, que poco aportó a la arquitectura, transitó desde una interacción que se ha diluido y que en la actualidad está prácticamente desaparecida, a un entorno en el que los lectores han ido encontrado suficientes agentes, medios y vías de expresión con los que identificarse y sentirse cómodos.
Al igual que ha ocurrido siempre en la comunicación mediante otros sistemas, la generación de credibilidad en el mensaje, el rigor y el compromiso con las ideas, con la gente, con la arquitectura ha permitido que frente al “todo vale” inicial, modulado por un cierto-falso anonimato de las redes, los creadores de mensajes de opinión se hayan ido decantando y dando una respuesta adecuada a las demandas de los lectores o simplemente hayan ido desapareciendo.
Es evidente que el actual debate de la Arquitectura se encuentra en estas plataformas, ágiles en lo novedoso y también serias y rigurosas en la reflexión y recuperación de temas (muchas veces y en mucha mayor medida de lo que nunca lo fueron las de papel). El actual contexto está generando que parte del conocimiento que en otros momentos simplemente desaparecía, con su presencia con la presentación de cualquier potencial lector convertido en brillante editor, los que tienen voluntad de permanecer sientan una presión mayor en cómo y qué transmitir, lo que obviamente mejora el discurso y el conocimiento general.
La situación actual ha acentuado la democratización de la comunicación, en el sentido de que todo el mundo tiene la posibilidad de exponer lo que antes los gurús del papel vetaban, bien por falta de espacio o intencionadamente para delimitar el discurso.
El discurso se ha ampliado y en la actualidad cada vez más la arquitectura habla de lugares y no de espacios, o mejor dicho, de espacios penetrados, interactuados y condicionados por los usuarios, visitantes o propietarios. En la actualidad la arquitectura demanda compromiso frente al individualismo colonizante inicial. La sociedad va modulando discursos de redes que interactúan, que se comunican y que tienen capacidad para identificarse y unirse en un espacio físico. La sociedad por primera vez es capaz de transformar la arquitectura y la ciudad sin ser dependiente de la modulación de un órgano superior.
Un Congreso, como el que está comenzando ahora en Barcelona (al igual que la multitud de eventos que saturan el acontecimiento arquitectónico, con bienales, congresos, trienales -Trienal de Oslo, Trienal de Lisboa, Bienal de Venecia, Bienal de Diseño de Estambul, anuncio de la próxima Bienal de Chicago...-) deberá en parte su éxito a su capacidad para dar cabida a los diferentes agentes que están creando arquitectura sin necesidad de las “academias”, colegios, universidades o instituciones oficiales. En tanto en cuanto un Congreso como este (que en sus planteamientos así parece) sea capaz de articular, de dar cabida y exponer esa interacción con los individuos, y sea capaz de explotar, atomizarse y dar oportunidades a la sociedad en general, a sus preguntas y debates, abriéndose de verdad a esa sociedad que lo rodea, alejándose del ensimismamiento gremial en los discursos, en tanto esto ocurra, el Congreso establecerá el nivel de éxito y sobre todo su capacidad de trascender como modelo para realizar las preguntas adecuadas que marcarán el futuro próximo de la arquitectura.