Fotografiar la T-House fue espiritual, una de las más intensas experiencias arquitectónicas que haya tenido nunca. Empezamos a sacar fotos tan pronto como los cimientos estuvieron en la tierra, documentamos el proceso de montaje y por supuesto la casa terminada. El acero CorTen que forma las superficies exteriores era de un naranja brillante, luego terminaría volviéndose de un tono oscuro muy elegante, casi negro, con una pizca de rojo burdeos.
Eduard Hueber, arquitecto y fotógrafo de arquitectura, comparte con nosotros su recuerdo del día que vio llegar los camiones que transportaban la T-House, prefabricada en seis piezas, desde un taller cercano. Era extremadamente importante que las dimensiones de las piezas fueran exactas, y que las esquinas estuvieran perfectamente anguladas. Las grúas posaron las piezas cuidadosamente sobre los cimientos de hormigón, y finalmente todo fue soldado y pulido.
Los arquitectos eran Simon Ungers y Tom Kinslow. Hueber había conocido a Ungers mientras ambos impartían clases en la Syracuse University de Nueva York. En 1992, cuando se construía la casa, los dos arquitectos vivían a un par de bloques de distancia en el barrio de TriBeCa. Mantuvieron una amistad a lo largo de los años que continuó cuando Ungers se trasladó definitivamente a su Alemania natal, hasta que su salud se deterioró y murió en 2006. Fue, además de arquitecto, un notable escultor que dejó obras minimalistas que dialogan con la arquitectura a través de sus formas y conceptos.
De hecho, la T-House podría ser, en el mejor sentido de la palabra, una enorme escultura de acero. Es una casa con una gran biblioteca, aunque también podría ser una biblioteca con una pequeña zona de vivienda. Se trata del encargo de un escritor, que necesitaba alojar su colección de 10.000 libros y construir su residencia entre los árboles este solar de unas 16 hectáreas, que se encuentra a 3 horas de Nueva York en dirección norte.
Era fundamental, por tanto, conseguir integrar los estantes para los libros con las vistas del exterior. Ungers lo resolvió elevando el volumen de la biblioteca en un voladizo de 6 metros como si se tratara de un mirador, y dividiendo el espacio dentro de él: la zona de trabajo y lectura abajo, rodeada de una secuencia de huecos verticales de 2.5 m de altura cada 60 cm, que ofrecen una visión panorámica segmentada. Arriba, los estantes: una estructura metálica independiente que incluye una galería perimetral suspendida del techo, para permitir que la zona de trabajo quede libre de apoyos. Este es probablemente el espacio más espectacular de la casa.
Podemos resumir la volumetría como dos prismas dispuestos perpendicularmente uno sobre otro, formado una “T”. Uno llega a la casa caminando por la parte más larga, sobre la cubierta de la parte residencial (ya que el solar se inclina hacia el sur). En el punto de intersección de las dos piezas está la entrada. Aquí tenemos dos opciones: entrar y subir a la biblioteca, o bajar y recorrer la vivienda, que se desarrolla horizontalmente, con zonas individuales (para comer, estar, dormir) definidas por elementos centrales (la cocina, el hogar, el baño) independientes del cerramiento exterior.
También puede uno quedarse en el exterior contemplando la naturaleza sobre aquella cubierta que recuerda mucho a la de un barco. De hecho, la construcción de la piel también es similar a la del casco de un buque. El interior es una estructura de madera realizada con plafones de contrachapado revestido de 2 cm de grosor. Debido a que la madera y el acero tienen índices de dilatación diferentes, ambas estructuras son independientes.
Como la piel exterior no requiere juntas de dilatación, se consigue una superficie homogénea que contribuye a que el edificio tenga esa presencia monolítica. No necesita mantenimiento, más bien estaba previsto que el exterior fuera adquiriendo esa pátina oscura, y que los helechos y hierbas fueran creciendo alrededor de la base. Lo cierto es que la unión entre el monolito y la tierra tiene algo poéticamente oscuro y primitivo. Hay quien lo expresa como si hubiera surgido de la misma tierra, o como si siempre hubiera existido en aquel paraje, resistiendo las inclemencias del tiempo.
Este clima grave, solemne, que los visitantes a la T-House perciben en ella, es común a toda la obra de Ungers, incluso a las instalaciones artísticas. Nos da la sensación, más que nunca, de que estamos ante una arquitectura imbuida de la figura del arquitecto: la personalidad, los sueños, y también las reflexiones y los miedos de Ungers. Su carrera terminó prematuramente, pero nos dejó obras inspiradoras como esta a las que conviene echar un vistazo de vez en cuando.