La obra del estudio con sede en Róterdam, que también contó con la colaboración de Mart Stam, otro reconocido arquitecto de aquel período, se amparó en los recientemente adquiridos derechos laborales y las nuevas búsquedas espaciales de la arquitectura para crear un modelo industrial diferente, sin subsuelos, privilegiando la ventilación y la iluminación natural, con espacios abiertos y un exhaustivo estudio programático que intentaba optimizar el funcionamiento de la fábrica, sin ir en desmedro del elemento humano.
El balance entre el trabajo y el bienestar de los trabajadores es crucial en el concepto de la fábrica Van Nelle. Ubicada en un entorno predominantemente natural, con grandes ventanales que brindaban perspectivas infinitas a los trabajadores y áreas de descanso y ocio diseñadas dentro del proyecto, dejan ver a las claras el enfoque innovador de la propuesta con su foco puesto en el bienestar del operario, a tal punto que, si no fuese por el corte sincrónico del artículo, podría incluirse sin mayores reparos entre nuestra selección de 10 edificios que cambian la forma de trabajar.
El edificio está construido íntegramente con una estructura de hormigón armado independiente, fiel a los preceptos en boga de aquella época, con columnas de capiteles acampanados, proyectados por el ingeniero a cargo de la obra, J.G. Wiebenga. Esta estructura responde también a los requerimientos programáticos de la fábrica, que debería alojar maquinaria de grandes dimensiones y precisaba de amplios espacios de planta libre para hacerlo.
El aspecto, quizás, más llamativo de la obra son los esbeltos puentes acristalados (antes móviles) que levitan sobre las calles internas del complejo para conectar el área productiva con las zonas de almacenaje y despacho. Pero estas conexiones no son meramente una decisión morfológica, la belleza vitruviana había relegado su posición frente a la enaltecida función moderna, y la principal tarea de las pasarelas era trasladar la mercadería producida de un área a otra mediante cintas transportadoras para ganar eficiencia en el proceso.
Si bien sus funciones cesaron en 1990, ocho años más tarde se comenzaron trabajos de recuperación a fin de poder postular la obra como patrimonio de UNESCO, lo que ayudó a conservar sus instalaciones por completo y finalmente obtener el grado de protección de Patrimonio de la Humanidad UNESCO en el año 2014.
Actualmente, el edificio se convirtió en una suerte de espacio de co-working y aloja un importante número de oficinas (además de un museo), entre las cuales se encuentra la sede central de BroekBakema, estudio de arquitectura que tuvo su origen en el de Brinkman y Van der Vlugt y que estuvo a cargo de su última gran remodelación en 2002, así como de la supervisión de la fábrica por parte de UNESCO desde 2018.
La obra es hasta hoy un referente de la arquitectura moderna y ha sido galardonada en diferentes ocasiones con reconocimientos como la etiqueta A en gestión sostenible de edificios históricos, o la Golden Green Key.
2.- MONTANER, Josep María (1997) La modernidad superada. Barcelona: Gustavo Gili, Page 61.