Los artistas Genesis Baez, Raúl Díaz Reyes, Frances Gallardo, Lina Puerta y Evelyn Rydz exploran la naturaleza de fenómenos como las tormentas tropicales, la interconexión del cuerpo con los paisajes acuáticos, historias y traumas grabados en el agua y hasta el flujo de los cuerpos de agua por todo el continente americano.
Descripción del proyecto por Ponce + Robles
50 AÑOS. EL ANIVERSARIO CONTINÚA
El poder del agua para retener historias, dejar rastros físicos y emocionales, curar traumas y resonar en la mente es el punto de partida de la exposición La memoria del agua en la galería Ponce + Robles.
La memoria del agua forma parte de un programa que la galería madrileña desarrolla en 2021 con motivo de los 50 años como galeristas
de sus fundadores (30 más 20). Son cuatro exposiciones comisariadas por cuatro curadores internacionales con un hilo conductor,
los cuatro elementos.
Cinco artistas (cuatro mujeres y un hombre; cuatro estadounidenses y un español), seleccionados por la comisaria norteamericana Susanna V. Temkin son los protagonistas de esta exposición: Génesis Báez, Raúl Díaz Reyes, Frances Gallardo, Lina Puerta y Evelyn Rydz.
La muestra incorpora obras de diversos medios, desde la escultura a la fotografía pasando por el arte textil, el grabado o el vídeo, emulando la capacidad del agua para presentarse en diferentes estados.
Con el objetivo de abrir su espacio a nuevos artistas con los que normalmente no trabajan y, coincidiendo con sus 50 años en el galerismo (30 más 20), la galería Ponce + Robles ha preparado un programa único, que se extenderá a lo largo del año y que consta de cuatro exposiciones. Cada una gira en torno a uno de los cuatro elementos de la naturaleza y está desarrollada por un comisario destacado dentro del panorama latinoamericano: Tierra, David Barro (España); Agua, Susanna V. Temkin (Estados Unidos); Fuego, Pily Estrada (Ecuador) y Aire, Tiago de Abreu (Brasil). Las cuatro tienen en común que tratan sobre el regreso a los orígenes. Susanna V. Temkin (Nueva York, 1985), comisaria de La memoria del agua, indica que “en esta muestra, los artistas seleccionados presentan obras que visibilizan experiencias sensoriales y percepciones del agua y los fenómenos acuosos y su impacto tanto en las personas como en las sociedades”.
Qué nos encontramos en La memoria del agua
La puertorriqueña Frances Gallardo (San Juan, 1984) explora la naturaleza de los huracanes, poderosos sistemas de agua y viento con los que está íntimamente familiarizada. Participa en la muestra con tres piezas. Carmella, es un collage hecho en papel con los nombres de la familia y amigos de la artista al que bautiza, tomando prestada la costumbre de nombrar tormentas tropicales, porque “se presume que los nombres son mucho más fáciles de recordar que los números y los términos técnicos”. Las otras dos obras de Gallardo pertenecen a la serie The Unnamed y tienen una base textil –bordado en algodón y seda sobre lino–. Con ellas representa huracanes a los que nunca se les asignó un nombre formal para conmemorar sus “vidas” a través de las líneas bordadas.
Con la instalación Splash! ¡Splosh! ¡Ba-wooosh!, Raúl Díaz Reyes (Madrid, 1977) considera cómo el agua y la experiencia de lo líquido dan forma al lenguaje. Esta obra está compuesta por el desarrollo de signos gráficos, tallados en madera, que invocan representaciones tanto simbólicas como pictóricas de goteos, gotas, salpicaduras y otros comportamientos líquidos para recordar al espectador sonidos imaginados.
La escultura Island of Langerhans de Lina Puerta (New Jersey, 1969), emite un goteo pacífico. La pieza presenta agua corriente que se bombea a través de un entorno natural fantasioso y falso creado a partir de materiales encontrados, plantas artificiales y porcelanas hechas a mano dentro de una maleta vintage. Con ella, la artista traza un paralelismo con el páncreas humano en el que varias células parecen flores, destacando así su idea de la interconexión del cuerpo con la naturaleza. Para Puerta, el cuerpo es un paisaje acuático, de este modo, las formas anatómicas y botánicas híbridas de esta obra y de Cliff (también en la muestra), inciden en esta relación. La exposición también incluye la pieza Untitled (Turquoise), una superficie azul reluciente compuesta por un conjunto de telas, encajes, terciopelo, lentejuelas y alas de mariposa, que recuerda el papel esencial del agua en el ciclo de vida, responsable tanto de sustentar la vida como de su eventual podredumbre y regeneración. Como en una excavación arqueológica, las capas expuestas descubren secciones transversales de materiales y procesos incrustados dentro del trabajo.
La artista multidisciplinar Evelyn Rydz (Miami, 1979), utiliza el agua como parte de su práctica artística, recurriendo a los ríos y océanos como fuente pictórica y material físico. Su obra a gran escala Open Oceans Together/Apart se compone de fotografías ensambladas para simular el flujo del agua a través del suelo de la galería. Recortadas de diversas formas, cada fotografía refleja la superficie de cuerpos de agua de todo el continente americano. Un efecto similar persigue con la obra Aguas Dulces / Aguas Saladas, un conjunto de collages de menor tamaño que combinan imágenes fotográficas de superficies marinas y acuarelas para aludir a historias y traumas grabados en el agua.
La fotógrafa Genesis Báez (Boston, 1990) expresa un interés formal por el agua en sus formas mutables, capturándola en algunos de sus estados más efímeros, como la niebla, el aliento, las nubes y el rocío. En la obra Condensation (San Juan Airport), la luz del amanecer se refracta de un anillo de condensación formado en la ventana de un aeropuerto, enfatizando los límites literales y fronterizos entre adentro y afuera, líquido y gas, noche y día, aquí y allá. En Held Together, los efectos de la humedad hablan de los estragos del tiempo en fotografías y papeles cuidadosamente pegados con cinta adhesiva y colgados en una ventana. Los conceptos de memoria, preservación y nostalgia se exploran aún más en el cortometraje Holding Water el cual, a pesar de su título, no muestra
agua en absoluto; se centra en dos fragmentos de hormigón, pintados en tono cerúleo, de la colección de “objetos de agua” de la artista. Los fragmentos traen recuerdos a medida que son tocados y acariciados. A medida que las voces del audio cuentan historias personales, los fragmentos parecen convertirse en agua.