Verticalmente el proyecto se organiza por una planta baja, para las aulas de los alumnos más pequeños; una segunda planta en la que los estudiantes de los niveles intermedios coexisten con los tanques de agua de lluvia y compostaje de los que depende la vida de un bosque interior, que asciende a los pisos superiores. Las aulas de los estudiantes mayores se organizan alrededor de este bosque interior, como si se tratase de un pequeño pueblo; un prototipo de un espacio público que instala al colegio en las tradiciones del escenario de la sociedad civil.
La finalización de su construcción está prevista para otoño del 2020.
Descripción del proyecto por Andrés Jaque / OFFPOLINN
El diseño del Colegio Reggio parte de la idea de que un adecuado entorno arquitectónico puede instigar en los niños el deseo por explorar y cuestionar la realidad que les rodea. Con esta intención, el proyecto funciona como un ecosistema complejo que hace posible que estudiantes de diferentes edades tomen decisiones sobre cómo quieren experimentar su vida cotidiana en el colegio. La arquitectura es de esta manera un actor fundamental que sigue la pedagogía que Loris Malaguzzi y los padres de la ciudad italiana de Reggio nell’Emilia desarrollaron con el objetivo de empoderar la capacidad de niños y adolescentes para manejarse ante cambios y oportunidades inesperados.
Huyendo de los largos pasillos, de la regularidad y de los estándares unificados, la arquitectura del colegio funcionar como un multiverso, en el que las diferentes realidades que conectan al colegio con territorios sociales, culturales y medioambientales extensos ganan legibilidad y puede ser sentidas y experimentadas. Formalmente el proyecto esta constituido como un ensamblaje de diferentes climas, situaciones y regulaciones. En su desarrollo vertical se apilan: una planta baja, en continuidad con el terreno, en la que se sitúan las aulas de los alumnos más pequeños; una segunda planta en la que los estudiantes de los niveles intermedios coexisten con los tanques de agua de lluvia y compostaje de los que depende la vida de un bosque interior, que asciende a los pisos superiores, bajo la cubierta de un invernadero. Las aulas de los estudiantes más mayores se organizan alrededor de este bosque interior, como si se tratase de un pequeño pueblo; un prototipo de un espacio público que instala al colegio en las tradiciones del escenario de la sociedad civil. Esta distribución vertical, pretende promover un proceso de maduración paulatino, que se traduce en un gradiente de oportunidades para que los estudiantes exploren el ecosistema del colegio por si mismos.
La parte central del segundo piso, elevado cuatro metros sobre el nivel del terreno y situado bajo los depósitos de tierra en que crece el bosque interior, actúa como un espacio de encuentro. Un puente en rampa, que da continuidad al camino peatonal de acceso al recinto del colegio, permite acceder directamente a este nivel. Con mas de ocho metros de altura libre y 460 m2 de planta, este espacio está pensado como un ágora cosmopolítica, en el que vegetación, agua, tierra y máquinas albergan un espacio polivalente. Al mismo tiempo gimnasio, taller de arte, teatro, salón de bailes y asamblea.
Elementos tan cargados de contenido político como las instalaciones de agua, energía y residuos o el almacenamiento, toman protagonismo en este ágora, como sistemas integrados en las localizaciones mas visibles del edificio. De esta manera quedan integrados en el discurso espacial y en la estructura estética del edificio, como una oportunidad para que el proceso de aprendizaje se beneficie de la posibilidad de instalar estos elementos en las discusiones cotidianas de alumnos, profesores y tutores o familiares.