La escultura además se relaciona intimamente con el lugar inspirándose en la naturaleza salvaje de la isla y en las escarpadas formas de la costa vasca, pero sin alterar el paisaje al estar oculta por las paredes del faro. La intención de la artista es poner en valor el entorno en el que se asienta su obra, de manera que el visitante llegue en barco y recorra los senderos que atraviesan la isla contemplando las rocas y el oleaje hasta llegar al faro. Una vez dentro, el visitante podrá contemplar la escultura de estratos geológicos fundidos con el agua que fluye a través de ellos, y que lo sumirán en una experiencia de tiempo profundo.
Esta obra se suma a la larga lista de actuaciones en las que Cristina Iglesias relaciona arte con defensa ecológica y recuperación de edificios o lugares abandonados. Sus obras proponen generar diálogo y debate acerca de la necesidad de proteger el entorno que habitamos, aportando una renovada concepción de la práctica de la escultura mediante la transformación y puesta en valor de un lugar interviniéndolo desde su propio lenguaje artístico.