A la manera de Alvar Aalto o Mies Van der Rohe, la vivienda posee una experiencia fenomenológica que a través de materiales, texturas y experiencias sensoriales es capaz de evocar un cierto carácter vernáculo. La creación de una chimenea exterior permite las reuniones familiares alrededor del fuego que se refleja en un aljive al que llega el agua de la casi constante lluvia de la zona.
Por otro lado, el proyecto se crea mediante estrategias de diseño pasivo que, a través de ventilación cruzada, aislamiento y composición diferenciada en cada fachada, logra crear un interior confortable perfectamente adaptado al clima de la zona.
Descripción del proyecto por Garciagerman Arquitectos
El Proyecto ensaya el emparejamiento entre una aproximación tipológica y un desarrollo fenomenológico. “Tipología” e “instalación” ensambladas como una posible técnica de proyecto única, con la intención de enaltecer la experiencia de clima, emplazamiento y programa.
Esto se alcanza mediante el empleo de un esquema organizativo reconocible, en la confianza de que una percepción ampliada de las texturas, humedad, luces y olores se ve facilitada por una cierta legibilidad y figuración en la arquitectura, y no al contrario.
Reutilizando la clásica disposición de casa rural en L, se consigue un recinto exterior protegido a modo de racimo, en el que las piezas se atan entre sí por un techo horizontal que actúa como una gran bandeja sobre la que descansa el volumen principal a dos aguas, y cuya panza protege un espacio abierto generoso, transformando la casa en un pequeño asentamiento que fomenta la vida al aire libre durante los meses de verano. Ladrillos artesanales fabricados en el cercano pueblo de Muriedas se emplean de forma extensiva, apoyando la producción local y produciendo una imagen de algún modo atávica.
El rendimiento medioambiental de la casa se confía a soluciones pasivas tales como ventilaciones cruzadas, sombreamiento y un alto grado de inercia térmica combinado con aislamientos multicapa. También, y más significativamente, a partir de la diferencia sustantiva en la composición entre las fachadas soleadas, abiertas y permeables, y los lados norte y oeste de la casa, más herméticos y que deben soportar intensas lluvias y tormentas durante todo el año en un enclave muy expuesto y cercano al mar.
Agua y fuego como par dialéctico se unifican con la intención de acentuar la experiencia de un clima húmedo, de lluvia omnipresente, y un grupo familiar que se reúne habitualmente alrededor del fuego. Para ello, un “pabellón del fuego” se segmenta de la casa principal para encapsular ese momento singular: el fuego reflejado en el estanque oscuro que recibe agua desde las gárgolas de las cubiertas. Unido a posibles hogueras al aire libre, el conjunto alude a ciertos momentos de tradición y experimentación del SXX como la Casa de Muuratsalo de Alvar Aalto o las instalaciones de fuego de Yves Klein en las villas de Krefeld de Mies van der Rohe.