El proyecto de Ernest Bordoy supone una evocación al imaginario cultural colectivo gracias al empleo de materiales de proximidad y al uso de técnicas constructivas tradicionales, lo que sumado al análisis del ciclo de vida del edificio y su planteamiento consciente en cuanto al impacto medioambiental, convierten a la vivienda en un ejemplo de arquitectura responsable donde se observa una reducción de la contribución del calentamiento global o un ahorro de numerosas toneladas de CO2.
Ca na Catalina prioriza la proximidad y el tejido empresarial local, ensalzando el paisaje cercano y la belleza de la tradición mientras genera espacios que se conciben dentro de la nave como un cuerpo bajo con piedra de marés que introduce en su interior el paisaje al que se adecúa y cuya comunicación se mantiene constante gracias a las aberturas de la habitación principal, el patio o el resto de habitaciones.
Ca na Catalina por Ernest Bordoy. Fotografía por Luís Díaz.
Descripción del proyecto por Ernest Bordoy
El proyecto parte del reconocimiento del lugar. Pensando en la integración paisajística se determina la tipología: una vaquería, típica del paisaje rural mallorquín. Se caracteriza por ser una nave alargada, de planta baja, con un ritmo regular de aperturas y pilastras. El segundo punto en cuanto a integración al lugar es la elección de los acabados. La utilización del marés como muro de carga y hoja exterior recupera la técnica constructiva tradicional a la vez que resulta en un acabado que se integra al entorno rural.
La siguiente operación es la introducción de un patio en el centro de esta gran nave. Este patio separa la zona más pública de la zona de los habitaciones, generando a la vez la zona de acceso directamente orientada hacia el patio. A continuación, se disponen tres cuerpos auxiliares de servicios como son la cocina y la chimenea al cuarto de estar, y la ventana-escritorio en la habitación principal. Los baños y los habitaciones secundarias es conciben como un cuerpo bajo de marés dentro de la nave, entre el patio y la habitación principal.
Para la elección de los materiales y sistemas constructivos entran en juego cuatro consideraciones:
La primera, el impacto medioambiental de esta decisión. Así, se decide trabajar con materiales naturales y de proximidad. Esto permitirá, por un lado, contar con una baja huella ecológica. El análisis de ciclo de vida del edificio desvela que se ha reducido un 30% la contribución al calentamiento global del edificio respecto a un edificio equivalente con materiales convencionales. Ello supone un ahorro de 21 toneladas y media de CO2eq (equivalente a hacer 3 vueltas a la tierra en un turismo de gasolina). Los muros y tabiques de marés representan la mitad de emisiones respecto a una solución de bloque de hormigón y yeso laminado.
La segunda, la salud de los futuros usuarios, evitando por ejemplo los revestimientos y pinturas que tengan componentes orgánicos volátiles o los aislamientos derivados del petróleo, y eligiendo en su lugar materiales naturales (aislamiento de corcho natural en la cubierta y de algodón reciclado en las fachadas). Los pocos muros revestidos es realizan con mortero de cal fabricado a 15km de la obra y que cuenta con grandes calidades bactericidas y fungicidas y al mismo tiempo ayuda a regular la humedad del ambiente.
La tercera, el componente cultural. La recuperación de una técnica constructiva tradicional mallorquina evoca el imaginario cultural colectivo. Si otros materiales y acabados son utilizados indistintamente en todo el mundo, las técnicas constructivas endémicas permiten alejar la arquitectura de una homogeneidad descontextualizada.
La cuarta, el impacto social. En este sentido, priorizar el producto de proximidad ayuda a incentivar la economía local favoreciendo el tejido empresarial local. Pero no cualquier tejido empresarial, sino precisamente el que tiene sensibilidad por las otras tres cuestiones. Un ejemplo es la utilización de baldosa de barro esmaltada, cocida con hornos de biomasa y fabricadas a 15km de la obra.