El libro completa una serie formada por títulos como: "Acerca de la ciudad" por Rem Koolhaas, "Manifiesto del Tercer paisaje" por Gilles Clément, "Actitud" por Anne Lacaton, Jean-Philippe Vassal...
Una lectura imprescindible de una de las grandes voces del siglo XX.
Fragmentos del libro publicado en español:
Presentación de la primera entrevista
Jane Jacobs, antigua editora adjunta de Architectural Forum, es la autora de un encendido ataque a los dogmas de la reurbanización urbana titulado Muerte y vida de las grandes ciudades. Desde su publicación en 1961, ha sido un libro muy comentado y debatido. En general, los urbanistas se han mostrado enormemente críticos con él, pero todos aquellos que albergan la sensación de que nuestras ciudades se están deshumanizando progresivamente han reaccionado con entusiasmo a sus ideas frescas e imaginativas. Jacobs cree que la diversidad es la fuente de la vitalidad urbana, y que esta se consigue mediante la combinación de viviendas, comercios e industria, de edificios antiguos y nuevos, de ricos y pobres, de calles concurridas con pequeños bloques y una abundancia de personas viviendo juntas. Independientemente de la opinión que les merezcan sus ideas, todo el mundo está de acuerdo en que Jacobs ha empezado algo nuevo. Por primera vez en generaciones, comienzan a discutirse ideas nuevas sobre qué es lo que hace que una ciudad funcione, que incluso empiezan a aplicarse de forma tentativa. Esta es la novena entrevista de la serie “Perturbadores de la paz” de la revista Mademoiselle.
Presentación de la tercera entrevista
Toronto me da siempre la curiosa sensación de estar en un universo paralelo, un universo donde podría encontrarme en alguna gran ciudad estadounidense —Detroit, St. Louis o Cleveland, por ejemplo—, sencillamente de no haber pasado por todas las convulsiones culturales de la posguerra ni arrojado nuestras ciudades al basurero de la historia. En Hollywood se recurre muy a menudo a Toronto como escenario de una ciudad cualquiera de Estados Unidos, pero la verdad es que Toronto se encuentra en mucho mejor estado que casi cualquier ciudad estadounidense.
En Toronto pueden verse edificios de oficinas tan horrendos y grandiosos como los de Estados Unidos, así como el mismo tipo de calles excesivamente amplias, sin mobiliario urbano ni medianas, ni árboles ni cualquier otro elemento decorativo que pueda considerarse un impedimento para la circulación de automóviles. Sin embargo, a pesar de estas carencias, Toronto está viva. Las calles del centro son un bullicio de gente que de verdad vive en el centro, en pisos o en casas, y las aceras están abarrotadas hasta altas horas de la noche. El espacio público, donde los edificios se encuentran con la acera, está activo. Toronto es lo que muchas ciudades estadounidenses desearían ser.
Jane Jacobs —renombrada urbanista y autora de Muerte y vida de las grandes ciudades (1961), La economía de las ciudades (1970), Las ciudades y la riqueza de las naciones (1984), Systems of Survival (1993) y otros libros— vive aquí. Su casa se encuentra en el barrio de The Annex, en una tranquila calle residencial cerca de Bloor Street, la calle principal de la University of Toronto, que se parece a la comercial calle 8 de Greenwich Village, lugar donde Jacobs vivió y escribió hace años. Hay boutiques y pequeños restaurantes junto a copisterías, tiendas de alimentación asiática y zapateros. La casa de Jacobs es uno de esos “dobles” de Toronto, un tipo de vivienda adosada de ladrillo con un amplio porche neoclásico de madera pintada de blanco, un hastial a la holandesa y una hiedra que trepa por el muro.
Jacobs vive aquí sola; su marido, Robert, que era arquitecto, falleció en 1996. Uno de sus hijos vive con su familia en la misma manzana y se ven a menudo. Cuando la visité, la autora, de 84 años, se encontraba un tanto incapacitada a causa de una cirugía de cadera. El interior de la casa tenía el aspecto típico de la bohemia intelectual de la década de 1960. Los Jacobs habían tirado abajo algunos de los muros, de modo que, en el primer piso, la cocina, el comedor y la sala de estar son un único espacio. Hay, por supuesto, una pared enorme repleta de estantes que crujen bajo el peso de los libros, mientras que otras superficies están aún pintadas con los colores vibrantes de la era go-go, la época en la que se instaló la familia. Cerca de la bay window de la fachada delantera puede verse una especie de armadura hecha de conchas, trozos de madera y huesecillos encontrados en la playa; el mantel de la mesa del comedor tiene un arriesgado motivo de las Indias Orientales. Hay dibujos hechos por la hija de Jacobs, que vive en una remota zona rural de la Columbia Británica, y numerosas fotografías familiares por todas partes. Su despacho es una habitación en la parte trasera de la primera planta, un lugar especialmente tranquilo.
Jacobs se sigue pareciendo a esa famosa foto que le hicieron en la taberna White Horse del West Village hace más de tres décadas (con un cigarrillo en una mano y una jarra de cerveza en la otra). Sigue teniendo el mismo corte de pelo tipo casco plateado con flequillo, y sus grandes gafas enfatizan su papel de observadora perspicaz, con un tono travieso. A Jacobs le sigue gustando la cerveza, y mientras hablamos se bebió una botella de cerveza tostada local. Mantuvimos nuestra conversación sentados en la mesa de su comedor.
Una lectura imprescindible de una de las grandes voces del siglo XX.
Fragmentos del libro publicado en español:
Presentación de la primera entrevista
Jane Jacobs, antigua editora adjunta de Architectural Forum, es la autora de un encendido ataque a los dogmas de la reurbanización urbana titulado Muerte y vida de las grandes ciudades. Desde su publicación en 1961, ha sido un libro muy comentado y debatido. En general, los urbanistas se han mostrado enormemente críticos con él, pero todos aquellos que albergan la sensación de que nuestras ciudades se están deshumanizando progresivamente han reaccionado con entusiasmo a sus ideas frescas e imaginativas. Jacobs cree que la diversidad es la fuente de la vitalidad urbana, y que esta se consigue mediante la combinación de viviendas, comercios e industria, de edificios antiguos y nuevos, de ricos y pobres, de calles concurridas con pequeños bloques y una abundancia de personas viviendo juntas. Independientemente de la opinión que les merezcan sus ideas, todo el mundo está de acuerdo en que Jacobs ha empezado algo nuevo. Por primera vez en generaciones, comienzan a discutirse ideas nuevas sobre qué es lo que hace que una ciudad funcione, que incluso empiezan a aplicarse de forma tentativa. Esta es la novena entrevista de la serie “Perturbadores de la paz” de la revista Mademoiselle.
Presentación de la tercera entrevista
Toronto me da siempre la curiosa sensación de estar en un universo paralelo, un universo donde podría encontrarme en alguna gran ciudad estadounidense —Detroit, St. Louis o Cleveland, por ejemplo—, sencillamente de no haber pasado por todas las convulsiones culturales de la posguerra ni arrojado nuestras ciudades al basurero de la historia. En Hollywood se recurre muy a menudo a Toronto como escenario de una ciudad cualquiera de Estados Unidos, pero la verdad es que Toronto se encuentra en mucho mejor estado que casi cualquier ciudad estadounidense.
En Toronto pueden verse edificios de oficinas tan horrendos y grandiosos como los de Estados Unidos, así como el mismo tipo de calles excesivamente amplias, sin mobiliario urbano ni medianas, ni árboles ni cualquier otro elemento decorativo que pueda considerarse un impedimento para la circulación de automóviles. Sin embargo, a pesar de estas carencias, Toronto está viva. Las calles del centro son un bullicio de gente que de verdad vive en el centro, en pisos o en casas, y las aceras están abarrotadas hasta altas horas de la noche. El espacio público, donde los edificios se encuentran con la acera, está activo. Toronto es lo que muchas ciudades estadounidenses desearían ser.
Jane Jacobs —renombrada urbanista y autora de Muerte y vida de las grandes ciudades (1961), La economía de las ciudades (1970), Las ciudades y la riqueza de las naciones (1984), Systems of Survival (1993) y otros libros— vive aquí. Su casa se encuentra en el barrio de The Annex, en una tranquila calle residencial cerca de Bloor Street, la calle principal de la University of Toronto, que se parece a la comercial calle 8 de Greenwich Village, lugar donde Jacobs vivió y escribió hace años. Hay boutiques y pequeños restaurantes junto a copisterías, tiendas de alimentación asiática y zapateros. La casa de Jacobs es uno de esos “dobles” de Toronto, un tipo de vivienda adosada de ladrillo con un amplio porche neoclásico de madera pintada de blanco, un hastial a la holandesa y una hiedra que trepa por el muro.
Jacobs vive aquí sola; su marido, Robert, que era arquitecto, falleció en 1996. Uno de sus hijos vive con su familia en la misma manzana y se ven a menudo. Cuando la visité, la autora, de 84 años, se encontraba un tanto incapacitada a causa de una cirugía de cadera. El interior de la casa tenía el aspecto típico de la bohemia intelectual de la década de 1960. Los Jacobs habían tirado abajo algunos de los muros, de modo que, en el primer piso, la cocina, el comedor y la sala de estar son un único espacio. Hay, por supuesto, una pared enorme repleta de estantes que crujen bajo el peso de los libros, mientras que otras superficies están aún pintadas con los colores vibrantes de la era go-go, la época en la que se instaló la familia. Cerca de la bay window de la fachada delantera puede verse una especie de armadura hecha de conchas, trozos de madera y huesecillos encontrados en la playa; el mantel de la mesa del comedor tiene un arriesgado motivo de las Indias Orientales. Hay dibujos hechos por la hija de Jacobs, que vive en una remota zona rural de la Columbia Británica, y numerosas fotografías familiares por todas partes. Su despacho es una habitación en la parte trasera de la primera planta, un lugar especialmente tranquilo.
Jacobs se sigue pareciendo a esa famosa foto que le hicieron en la taberna White Horse del West Village hace más de tres décadas (con un cigarrillo en una mano y una jarra de cerveza en la otra). Sigue teniendo el mismo corte de pelo tipo casco plateado con flequillo, y sus grandes gafas enfatizan su papel de observadora perspicaz, con un tono travieso. A Jacobs le sigue gustando la cerveza, y mientras hablamos se bebió una botella de cerveza tostada local. Mantuvimos nuestra conversación sentados en la mesa de su comedor.