Theo Domini elimina el concepto de puerta, planteando recorridos donde los límites son difusos, con delicados cambios entre materiales y estableciendo juegos entre claros y penumbras. Se trata de una rehabilitación que genera un conjunto de espacios donde se respira la historia del edificio y donde se establece un diálogo que suscita la curiosidad por descubrir la integración de distintas texturas en un todo armonioso.
Integra lo existente en un delicado diálogo con los nuevos materiales. La madera y los metales se emplean en el dormitorio y en los cuartos húmedos, dejando el salón y el comedor prácticamente intactos, donde solo se modifica el pavimento y donde paredes y techos quedan desnudos, manteniendo las huellas de la memoria de sus diferentes historias.
Chateau Landon por Theo Domini. Fotografía por Theo Domini.
Descripción del proyecto por Theo Domini
La vista es impresionante. Desde las ventanas del quinto piso de este gran edificio haussmaniano se domina uno de los paisajes más espectaculares de París. Cada atardecer, el sol se desploma sobre este suntuoso horizonte y crea una atmósfera que realza un poco más la imagen de la ciudad. Esta experiencia anacrónica que surge del encuentro entre la arquitectura de un París del siglo XIX con estas luces sobrenaturales fue uno de los puntos de partida del proyecto.
Bautizado con el nombre de la calle que lo alberga, el proyecto Chateau Landon cuestiona lo que significa apropiarse de un lugar existente. La residencia está concebida tanto como una pantalla protectora para la intimidad de sus habitantes como un mirador con vistas a este sorprendente paisaje.
En el interior, la abstracción radical de las superficies de acero contrasta con los revoques descoloridos por 100 años de historia. Se unen y coexisten para realzar el sublime acontecimiento al que se enfrentan. El entorno celebra los placeres sencillos de la vida cotidiana e intensifica la experiencia de las necesidades básicas.
Las superficies guían la mirada en lugar de detenerla, se liberan de las referencias domésticas que constriñen y limitan la imaginación. Se trata de cuestionar los propios sentimientos, no según los hábitos, sino a partir de una reacción espontánea, fuera de todo tiempo, que procede del deseo, de la vida misma. Se trata de sustituir la acumulación de objetos por relaciones, humanas, físicas, sensibles. Primero eliminar, luego producir confort.
En el interior, la noción misma de puerta y picaporte queda aniquilada. Imperceptiblemente, pasamos de estancias luminosas a una penumbra cálida y modulada donde domina la suavidad de los materiales. Todo es cuestión de gradación y de límites sugestivos, la frontera de los espacios, nunca bien cerrada, exaspera la curiosidad.
Oscilan entre lo grandioso y lo espartano y encuentran su consuelo en su serenidad, en su encanto. No es intimidante, no rebosa lujo. Es algo muy apacible, casi amistoso, donde el espesor de la historia impregna el proyecto sin someterlo nunca.
