El contrapunto del espacio de sombra doméstico es un cajón de luz —matizada y blanca— con la que se envuelve el espacio de trabajo. Con altos techos curvos construidos con listones de pino, es un espacio sereno y tranquilo para abstraerse.
Casa de Poniente por Losada Rodríguez Arquitectos. Fotografía por Jorge Losada.
Casa de Poniente por Losada Rodríguez Arquitectos. Fotografía por Jorge Losada.
Descripción del proyecto por Losada Rodríguez Arquitectos
En el desierto de Sechura, caracterizado por una radiación extrema, la Casa de Poniente se configura como un cajón de sombras habitado, una gran cámara oscura perforada con precisión. Es la manera en que la casa atiende amablemente a la necesidad imperiosa de sombra, de refugiarse del sol despiadado de la «Ciudad del eterno calor», como se conoce popularmente a Piura.
El cajón de sombra, acabado en un hormigón rojizo, se perfora en múltiples ocasiones, pensando en diferentes luces y su cualidad variable a lo largo del día. La más llamativa de las aperturas —tanto que da nombre a la vivienda— es un profundo hueco cuadrado que se abre al poniente y por el que cada día un rayo penetra al interior violentamente. Este espectáculo cotidiano ayuda a entender, con sus variaciones, el paso del tiempo en un lugar sin apenas estaciones. Un día el sol golpea al medio de la escalera, otro se desliza por el larguísimo mueble de cedro y, en algunas ocasiones, atraviesa la vivienda de lado a lado para golpear ya mortecino en la pared opuesta viajando prácticamente horizontal. El cajón de sombra, sin embargo, es una sorpresa inesperada desde el exterior, ya que este espacio se envuelve en un volumen blanco y abstracto.
La casa y el jardín conforman un único espacio, continuo y zonificado. La vivienda se cierra hacia la calle, preservando la privacidad de la familia hacia adelante. Por detrás se funde con su pequeño oasis. De hecho, el proyecto nace de prolongar y domesticar las sombras de un algarrobo y unos zapotes que ya habitaban el lugar antes de llegar nosotros. Se potencia la vegetación y se desliza al interior, los bambús crecen en la doble altura y los helechos cuelgan del techo. Buganvillas, palmeras y cactus, adaptados al clima, caracterizan distintos rincones.
La continuidad espacial se produce también en el eje vertical, y una salita más privada y familiar asoma sobre la sala más pública por encima de la escalera. Esta sirve de articulación con dormitorios y baños, que se disponen en serie detrás del mueble de cedro, armando una suerte de puente que cubre las terrazas que resuelven los contactos de sala y cocina hacia el jardín.
El contrapunto del espacio de sombra doméstico es un cajón de luz —matizada y blanca— con la que se envuelve el espacio de trabajo. Con altos techos curvos construidos con listones de pino, es un espacio sereno y tranquilo para abstraerse. Un jardín de cactus y rastreras, más árido y contenido que el trasero, acompaña al espacio de labor.
La casa quiere ser fresca, y además, parecerlo. De una parte, se adoptan soluciones pasivas en pos del confort y la sostenibilidad: orientaciones benévolas, techos altos y cámaras de aire aprendidos de las casas coloniales, se aprovechan los vientos dominantes, y se aísla en las orientaciones más conflictivas. De otra parte, la casa abraza la penumbra, siguiendo a Junichiro Tanizaki, y se huye de interiores blancos que, con la potente luz piurana, hieren las pupilas.