Para encontrar la comodidad deseada, la casa fue concebida como un nido, un escudo protector de madera que rodea, protege, da calor y proporciona una condición táctil al espacio. Por lo tanto, los atributos del material se imponen en la geometría.
Descripción del proyecto por Óscar Miguel Ares
La Casa de Victoria, se ubica en un anodino edificio del centro de Valladolid. Sus mayores cualidades son una provechosa orientación, y por tanto iluminación, así como su gran superficie. La pequeña escala de una rehabilitación no es impedimento para reflexionar en torno a conceptos como confortabilidad, calidez, proximidad, luz, textura, tacticidad, tibieza, penumbra; conceptos y categorías universales; que parecen hoy olvidados por otros más efímeros.
El bien vivir está relacionado con la necesidad de contar con un hogar, que no una vivienda. Algo tan complejo, no es posible que sea creado, imaginado, ni aún menos proyectado por un arquitecto dada la trascendencia subjetiva que lleva aparejada en si la categoría y los múltiples condicionantes objetivos – muebles, recuerdos – y subjetivos – familia, pareja, amigos, convivencia – que dicho concepto engloba. Debemos limitarnos a facilitar las condiciones para que esto ocurra. Crear escenografías y soportes para la vida; facilitar las atmósferas y las condiciones para el hábitat imprescindible.
Demasiadas veces la geometría dirige lo que debería ser la expresión libre de la vida; demasiadas plantas bellas, estrictamente ordenadas, pulidas en su dibujo, todo preparado para su difusión mediática; llevando hasta límites absurdos la condición visual de la arquitectura para reducirla a una naturaleza bidimensionalidad y gráfica.
No se trata de renunciar a la planta, pues facilita, a través de su medida y proporción, la distribución y ordenación del espacio; pero más bien debería ser un proceso resultante de una manera de proyectar espacial que este menos pendiente de la formalización y la publicación.
Es por ello, que en esta vivienda la planimetría no es el factor imperante, si no el resultado de necesidades espaciales tras largas horas de charla con sus moradores/amigos. Para buscar el deseado confort se pensó en el nido, en un cuenco protector de madera que envuelve, protege, da calor, tacticidad. Por ello, lo material se impone a lo geométrico.
La madera, en su versión natural – roble – y contrachapado – blanco – rodea las zonas principales de salón, pasillo y dormitorios principales. Una envolvente de madera que a veces se convierte en muebles o que como planta trepadora se alza por los lienzos de la casa hasta una altura determinada, penetrando por sus distintos recovecos, abrazando libros, partituras, recuerdos; transformándose en mesas de noche, librerías, armarios o simplemente en paisajes domésticos para ser contemplados. Dar soporte al hogar que ellos quieren o como decía Aldo Van Eyck: “(…) la arquitectura no debe hacer más, ni en ningún caso menos, que ayudar al hombre a regresar a casa”.