Con la nueva piel no solo se consigue renovar técnicamente la antigua torre, se consigue algo que una situación tan privilegiada -estar al borde de la artería de tráfico más importante de la capital- no puede olvidar, ser visible. Sin estridencias, de manera elegante, cambiante entre el día y la noche, para muchos parecerá que donde "no había nada" aparece una nueva torre, ahora arquitectura. Vestir para ver.
Descripción del proyecto por Ruíz Barbarín Arquitectos
El inmueble original se presentaba como un hito de mortero y hormigón, gris, austero y duro. Emplazada en una ubicación estratégica, donde sería visible por los miles de conductores que atraviesan la M-30 cada día, la nueva sede de Ilunion exigía una rehabilitación integral que le permitiera alcanzar una eficiencia energética acorde a su significado. Su importancia debía además verse plasmada en su estética exterior, convirtiendo la Torre 30 en un punto de referencia en la circulación de la vía madrileña.
Con la actuación de la nueva fachada se pretende dar una solución moderna, dinámica y coherente a dichos requerimientos. Se diseñan dos pieles que envuelven al edificio. La primera piel, con las nuevas carpinterías, sinónimo de garantía en exigencia acústica, energética y de confort térmico, constituyen la ‘fachada interior’ se proyecta con un colorido pixelado que se desarrolla progresivamente, cambiante a lo alto y ancho del edificio, en función de los estudios de visibilidad realizados desde el entorno.
Toda la segunda piel se cuelga de una nueva estructura construida en la cubierta, transmitiendo las cargas verticales a los pilares existentes, y se estabiliza horizontalmente frente al viento en todas las plantas mediante una estructura triangulada.
La iluminación exterior se presenta, como elemento integrador entre ambas pieles, dotando a la Torre 30 de un dinamismo insólito. Mientras que la iluminación diurna muestra al edificio como un sólido neutro, opaco y contundente, la iluminación nocturna de la fachada interior, fruto del riguroso estudio de intensidad y opacidades, permite el fundido visual de la fachada exterior. Así, al igual que la piel interior presenta un degradado de color, la fachada exterior desaparece paulatinamente, fundiéndose con los colores interiores, hasta dejar a la vista la primera piel.