Nada queda afuera y toda la vida transcurre en el mundo interior de la casa.
Los materiales dialogan con el lugar, la tierra, el clima y el paisaje. La piedra volcánica texcal estructura y da sentido a todos los espacios construidos, enraizándolos en el territorio. La madera de pino duranguense se utiliza para la estructura del proyecto y se convierte en el material principal en el interior donde se acompaña de madera de huanacaxtle en las celosías y acabados. El resto de materiales forman una paleta de elementos ligados a la tradición e inteligentemente planteados desde una perspectiva contemporánea.
La Hacienda ofrece un espacio clásico mexicano, reinterpretado en un papel moderno que combina la función con la forma en un diálogo contextual.
La Hacienda Jardín por Práctica Arquitectura. Fotografía por César Béjar, Oscar Hernández.
La Hacienda Jardín por Práctica Arquitectura. Fotografía por César Béjar, Oscar Hernández.
Descripción del proyecto por Práctica Arquitectura
A sólo una hora al sur de la Ciudad de México, el pueblo de Tepoztlán está ubicado dentro de un valle con un agradable clima templado y constituido por tres formaciones rocosas; una de ellas conocido como El Tepozteco. En estas condiciones geográficas y climáticas, la vegetación es constante y abundante en todas sus escalas; facilita la diversidad de flora, teniendo especies de montaña y subtropicales en el mismo sitio. Con una población de poco más de 35 mil habitantes, es un lugar tranquilo que busca la gente para escaparse de la ciudad en los fines de semana o para encontrar donde puedan retirarse.
La Hacienda Jardín reflexiona sobre la tipología de la casa de descanso y las especificidades que requiere en un contexto determinado a través de la reinterpretación del concepto de hacienda. Eventualmente, esta casa será transformada en un hogar para el retiro por lo que las fronteras programáticas que se generan en el perímetro a través de muros en forma de grapa se difuminan, permitiendo a los habitantes modificar periódicamente el espacio según varíe el número de ocupantes y necesidades.
El programa arquitectónico cuestiona la condición predominante en la zona de tener que bardear el predio para luego insertar en él una edificación y ajardinar el resto. El proyecto hace lo contrario, se convierte en una barda techada y abierta a la intemperie que contiene un jardín de vegetación endémica en su centro. En este sentido, el proyecto parte de una oposición a este conjunto de propuestas para retomar los elementos propios del pueblo y su medio. De esta manera, el gran patio se transforma en el diafragma que regula las interacciones, deconstruyendo la hermética división entre espacios públicos y privados. La techumbre en el patio enmarca la montaña del Tepozteco con la cual los usuarios pueden mantener una relación íntima desde cualquier lugar con su medio.
Constituido por estos dos elementos coordinantes, el patio central y volumen periférico, el diseño manifiesta la conexión persistente entre ambos. La distribución en la barda perimetral y la definición del esquema en planta despliegan los muros en forma de grapa y celosías que producen juegos de luces y sombras. Su desconexión del techo con brinda una sensación de ligereza, generando un baño de luz interno homogéneo por medio de pérgolas. Los recorridos internos evocan diversas experiencias sensoriales dependiendo de la dirección que se elija para ellos.
Los materiales elaboran un diálogo directo con el lugar, la tierra, el clima y el paisaje. El muro perimetral de piedra volcánica texcal contiene y cobija todos los espacios construidos. La madera de pino duranguense figura como la estructura principal del proyecto y se vuelve el material protagónico al interior mediante vigas y polines; la madera de huanacaxtle figura en las celosías y en acabados. Los pisos de loseta de barro cocido, la cubierta de teja y los muros de ladrillo y chukum crean una paleta cromática sensible al uso específico de cada área.
Finalmente, existen soluciones activas y pasivas en temas de sostenibilidad. Por una parte, se introdujeron sistemas eléctricos con paneles y calentadores solares, drenaje con una fosa séptica controlada, riego con sistemas de captación de agua y pozos de absorción naturales; por otra, se manejó entrada y control de luz y ventilación natural a todos los espacios, mientras que la vegetación ayuda a mantener un ambiente interno estable, propiciando un microclima agradable.
La Hacienda ofrece un espacio clásico mexicano, reinterpretado en un papel moderno que combina la función con la forma en un diálogo contextual. La casa manifiesta la postura que tiene hacia el habitar a través de sus paisajes, distribución, materiales, fronteras programáticas y tipología.