Mediante la suma de una plataforma que cubre funciones como almacenamiento, silla, cama e incluso escritorio, y la cubierta, que funciona como una piel que no aísla visualmente pero si protege, el proyecto alberga la posibilidad de adaptarse a las distintas estaciones y situaciones, sirviendo de ejemplo de resiliencia y dando lugar a una reflexión que presenta la oportunidad de repensar el presente y proyectar desde la proximidad y la sostenibilidad.
Proyectar, construir y habitar un refugio durante la emergencia sanitaria por Joan Martí Morro Capllonch. Fotografía por Joan Martí Morro Capllonch.
Descripción del proyecto por Joan Martí Morro Capllonch
El 15 de marzo de 2020 entraba en vigor el estado de alarma en España y comenzaba una cuarentena que oficialmente duraría noventa y nueve días. En ese momento se evidenció la fragilidad del sistema productivo actual; China es la fábrica de este sistema globalizado, pero ¿qué pasa si uno de los engranajes de la cadena falla? ¿Cómo nos llegarán los suministros? Estamos acostumbrados a dar por hecho el acceso a los recursos: el agua, la energía, los alimentos, el material... Pero no tenemos ese acceso garantizado; vivimos en un planeta que no es capaz de cubrir el actual ritmo de consumo y, si continuamos así, acabaremos agotándolo. A todo esto, el actual modelo de construcción juega un papel clave, explota el 50% de los recursos naturales extraídos en el mundo, también genera el 50% de los residuos y muchos de ellos no se gestionan de manera correcta, perjudicando a muchos ecosistemas de nuestro entorno.
En ese momento de incertidumbre y extraordinariedad, me planteé un experimento extremo: confinarme en una parcela en el campo de Mallorca para vivir y construir un pequeño refugio. El objetivo era comprobar si era posible habitar ese lugar únicamente con los materiales que se encuentran en ese paisaje de 12000 m².
En ese lugar, a lo largo de los años se habían ido acumulando todo tipo de materiales, algunos de ellos provenientes del sector de la construcción y otros de la agricultura. Por eso, el primer paso fue hacer un catálogo de toda la materia prima de la que disponíamos y comenzar a construir rápidamente un primer refugio desde el cual proyectaríamos, construiríamos y habitaríamos el Refugio de Confinamiento.
Proyectar, construir y habitar un refugio durante la emergencia sanitaria por Joan Martí Morro Capllonch. Fotografía por Joan Martí Morro Capllonch.
Cobijo
Decidí colocarme en medio de un bosque de encinas aprovechando todo lo que este nos podía ofrecer: la sombra, la frescura, el resguardo del viento, la estructura vertical... Este primer refugio consistía en una hamaca colocada bajo una lona de plástico negro sostenida por un puntal, que gracias a la maleabilidad de la lona podíamos mover y orientar según convenía para protegernos del tiempo.
Refugio de confinamiento
Teniendo el primer refugio como referencia, la idea era que el segundo no fuera más que una evolución lógica de este, pero mejorando las carencias. El bosque está lleno de amenazas: es húmedo, está lleno de plantas, lleno de insectos, podría haber pequeños animales roedores... Por eso, la respuesta fue elevarnos del suelo y alzarnos hacia el cielo, la única ventana que nos da el bosque. Él nos dice si es de día o de noche, y las nubes nos cuentan qué día hace. Se colocó una plataforma horizontal, a unos 4 metros de altura, cubierta con una solución flexible que nos permitiera adaptar el habitáculo a las condiciones del tiempo. Podríamos definir el refugio como dos proyectos: un proyecto de plataforma que nos ofrece todas las facilidades para el uso del habitáculo, y un segundo de cubierta que nos establece la relación que hay entre interior y exterior. Los dos proyectos, independientes pero en relación, son dos elementos flotantes que conectan a través de la naturaleza, por las encinas que los soportan.
Por un lado, tenemos la plataforma. Esta se entiende como un tatami japonés, se utiliza desde el suelo y puede cubrir múltiples funciones: de almacenamiento, de silla, de cama, incluso de escritorio. Por otro lado, la cubierta. Obsesionado con que mi muro lo creaba la densidad del bosque, funciona como una piel translúcida que no corta visualmente el espacio, pero, en cambio, se adapta y protege de las condiciones climáticas. En invierno se cierra para conservar el calor. Y en verano permanece abierta generando una media sombra, que se puede convertir en sombra estirando unas telas, en definitiva, actúa como porche permitiendo una óptima ventilación. En el techo, sin embargo, aún mantenemos nuestra única ventana, el cielo.
Proyectar, construir y habitar un refugio durante la emergencia sanitaria por Joan Martí Morro Capllonch. Fotografía por Joan Martí Morro Capllonch.
Fin del Refugio de confinamiento
Esta experiencia comenzó con el inicio del estado de alarma en España y, después de más de dos años, el 5 de mayo de 2023, la OMS declaró el fin de la pandemia; había llegado el momento de desmontar el refugio y volver a la normalidad. En todo este proceso habité el refugio primero durante todo el confinamiento, y posteriormente de manera intermitente hasta el fin de la pandemia.
Estos poco más de dos años me han permitido poner a prueba mi hipótesis, y sí, aislado en esa parcela habría podido sobrevivir si el mundo hubiera hecho quiebra. Y esto ha significado que el fin del experimento no ha sido un retorno a la normalidad anterior, sino una oportunidad para repensar el presente y proyectar siempre mirando de cerca hacia afuera, lo que nos hace menos frágiles, más sostenibles y más resilientes.
Todo el proyecto ha sido construido en material reutilizado y aquí tenemos algunas datos:
m³ de CO2 ahorrados: 47,43 m³
Kg de residuo utilizado: 393,88 kg
Precio Total Refugio: 198,28 €
Precio m² Refugio: 8,26 €/m²