"El resultado es atemporal e inspirador, un edificio que utiliza un lenguaje de espacio y luz, forma y materiales, para expresar una interpretación de la filosofía y enseñanza Bahá'í que se vuelve universalmente accesible como una experiencia espiritual y emocional compartida".
Premio Internacional RAIC, Comentario del jurado
Descripción de proyecto por Hariri Pontarini Architects
En el corazón de este edificio hay una creencia y una aspiración: que incluso ahora, en el fracturado siglo XXI, podemos responder a un anhelo humano por unirnos, por conectarnos y por algo que mueva el espíritu. El Templo se asienta en el borde de Santiago y se recuesta contra la columna vertebral de las montañas de los Andes. Fue encargado por la Casa de Justicia de Bahá’í y es el octavo y último templo continental para la Fe de Bahá’i. Pero, fundamental para su razón de ser y su diseño es que sea un lugar de bienvenida, comunidad y significado para todos.
El Templo es un lugar humano, universalmente atractivo en su forma y es uno con su paisaje. Destilado a su misma esencia, el Templo es un edificio que busca cobrar vida con la luz - luz encarnada. Compuesto por nueve alas idénticas, elegantemente torneadas y unidas al óculo en la parte superior, que crean un movimiento sin peso alrededor de un centro enclavado, el Templo es ligero pero también enraizado y tiene un sentido de permanencia. Una estructura circular con nueve lados, nueve entradas abiertas, en sentido figurado y simbólico, para todos.
En contraste con la sutileza del Templo en el paisaje, una vez dentro del edificio se eleva junto con on el espíritu de los que entran. El voluminoso interior está vivo, con una luz suave que se filtra a través del exterior de vidrio fundido y el interior de mármol translúcido de las alas, bañando a los visitantes de calidez.
Las líneas arqueadas de los bancos flexibles de madera invitan a la gente a unirse, no para una congregación, sino para congregarse, para sentarse uno al lado del otro en tranquila contemplación, compartiendo el acto comunitario de ser. El entresuelo superior permite que aquellos que buscan la soledad se acomoden en sus alcobas y se vuelvan en sí mismos sin perder la conexión con la comunidad debajo.
Dada la intimidad y delicadeza del Templo, es fácil pasar por alto la fortaleza inherente de la estructura y la ingeniería requeridas para que el edificio pueda sobrellevar el duro clima de esta región propensa a los terremotos durante los próximos 400 años. El proceso para lograr esto fue extraordinario, involucrando las manos de muchos; Artesanos e ingenieros de Canadá, Estados Unidos, Europa y Chile, y un equipo de innumerables voluntarios de todo el mundo. El proceso, como el propio edificio, une a las personas en pos de un objetivo común.
Expresando una creencia inquebrantable en la inclusión, el Templo se ha convertido en la encarnación de una aspiración humana por lo común dentro de la diversidad. Desde su inauguración en el otoño de 2016, el Templo se ha convertido rápidamente en un gran atractivo en América del Sur, ha dado la bienvenida a más de 1.4 millones de visitantes y hasta 36,000 personas en un fin de semana concurrido.
Entre ellos, muchos mapuches, los pueblos indígenas de Chile, que hicieron del camino al Templo su primer viaje lejos de su aldea. Ocupa un lugar importante dentro del panorama social chileno, albergando clubes comunitarios, programas de divulgación para jóvenes y actividades para niños en colaboración con las escuelas públicas. El Templo es un lugar atemporal donde las personas se sienten como en casa, capaces de mantener sus creencias entre los demás.