La vivienda tiene un diseño orgánico y natural, donde acceder a las habitaciones no está jerarquizado. A esto se le suman el uso de materiales como la madera o las pinturas que tienen como resultado una casa adaptativa y capaz de evolucionar.
Descripción del proyecto por Laura Ortín Arquitectura
Una cuestión etoecológica, de cómo se comportan los seres en el ambiente.
El proyecto se pensó justo cuando nuestros cuerpos y a los pocos días nuestras mentes fueron confinadas. ¿Podría esta nueva casa soportar otro confinamiento?, nos preguntamos. Esta será quizás desde ahora la nueva cuestión a la hora de proyectar. Porque si una arquitectura es buena por flexible, luminosa y saludable, aguantará un confinamiento y cualquier situación venidera, porque será adaptativa, evolutiva y cuidadora.
Nos encontramos con un piso de los 80 en el centro de la ciudad. Extremadamente compartimentado y organizado con espacios jerarquizados propios de otra época, de otra manera de vivir.
La luz natural se paralizaba demasiado pronto, las circulaciones obligaban a movimientos demasiado antinaturales y las diferentes estancias eran espacios estancos de mono-usos.
Mens sana in habitat sano.
Tres cosas fueron la obsesión a resolver: espacio exterior (más terraza), flexibilidad de usos (habitaciones intercambiables), espacios de autocuidado (teletrabajo, relax) y calidad ambiental (luz natural más horas, materiales saludables).
Forzamos el conflicto (entendido como algo positivo), provocamos un exotismo propio y una arquitectura evocadora que olvidara el continente y recreara un contenido cuidado y delicado.
La casa se recorre de forma orgánica y natural y las transiciones entre habitaciones son proporcionales.
Los materiales acompañan un ambiente saludable, maderas, pinturas a la cal y lacas a la tiza, conforman un hogar con efecto “sssh”, en calma, en paz…