La muestra está formada por cerca de 200 obras originales entre documentos, dibujos y planos, además de publicaciones impresas y otras tantas reproducciones fotográficas que mostrarán al visitante una panorámica de las actuaciones del Instituto Nacional de Colonización (INC) en la España rural del siglo XX. La muestra relata el proceso de creación y desarrollo de estos 300 pueblos de colonización, al tiempo que se complementa con las fotografías y entrevistas a colonos y especialistas, realizadas en la actualidad por Ana Amado y Andrés Patiño Erín.
Calle de Vegaviana (Cáceres). 2016. Arquitecto: José Luis Fernández del Amo. Fotografía por por Ana Amado y Andrés Patiño.
La labor del Instituto Nacional de Colonización (INC)
La ingente tarea emprendida por el Instituto Nacional de Colonización (INC), organismo dependiente del Ministerio de Agricultura, entre las décadas de los años 40, 50, 60 y primera mitad de los 70, en la España franquista, constituye una labor generalmente poco conocida. El INC, creado en 1939, va a tener por misión la de ampliar la superficie de terreno cultivable, creando regadíos en amplias zonas improductivas del territorio con el objetivo de mejorar la producción agrícola y fijar población rural, evitando el éxodo a las ciudades. Se partirá, para ello, de estudios previos y proyectos iniciados en la fugaz etapa republicana, como los relativos a obras hidráulicas o a la concepción y estudio de las cuencas hidrográficas como unidades de gestión.
La exposición también presenta documentos procedentes del Banco de España que se muestran por primera vez sobre los orígenes financieros de la colonización, como las emisiones de obligaciones en todo el territorio, reconocidas como deuda pública, o informes como el del Banco Mundial de 1962, muy relevante en el futuro del instituto.
La actividad del INC también forma parte de un proyecto inscrito en un ideal reorganizador del territorio rural a partir de principios que emanaban de una retórica de modernidad. El planeamiento urbano y arquitectónico de los nuevos pueblos -creados desde un inusual acto de voluntad- va a ser un punto fundamental del programa, teniendo en cuenta el estado del país después de la guerra civil y la época de transición en que se encontraba la arquitectura española, que se debatía entre la tradición academicista oficial de posguerra y una expresión moderna de raíz orgánico-racionalista que pugnaba por hacerse oír.
El programa desarrollado por el INC constituyó la mayor operación urbanística en zonas rurales realizada en España. Movilizó a unas 60.000 familias y contribuyó decisivamente a la transformación de nuestro paisaje rural. Los nuevos pueblos, constituidos como un nuevo hábitat, supondrán una aportación arquitectónica nacida del espíritu de una modernidad racionalizadora que se vio interrumpida con la guerra.
Conjunto de viviendas en Setefilla, Sevilla. Arquitecto: Fernando de Terán. Fotogragía por Ana Amado y Andrés Patiño.
Arquitectos y artistas jóvenes
El instituto estuvo presidido, en su sección de Arquitectura, por José Tamés entre 1941 y 1975, instaurando normas y reglas de diseño atractivas y razonables, sometidas a revisión y discusión, fundamentadas con precisión en sus elaborados informes. Se incorporó a arquitectos jóvenes (o directamente represaliados y depurados, como Carlos Arniches) junto con técnicos que provenían de la etapa republicana, con el criterio de racionalidad en la concepción de las obras. Una racionalidad vinculada al proyecto moderno, apreciable en el cumplimiento de normas relativas a exigencias higiénicas o de habitabilidad, en tamaños mínimos, ventilación o soleamiento.
Arquitectos que más tarde serían figuras clave y maestros de varias generaciones de la arquitectura española de la modernidad (como José Luis Fernández del Amo, Alejandro de la Sota, José Antonio Corrales, Antonio Fernández Alba, Fernando de Terán, José Borobio, Carlos Sobrini o Santiago García Mesalles, entre otros), tuvieron sus primeros encargos proyectando nuevos pueblos en la práctica totalidad del territorio nacional en una clave experimental e innovadora que fomentaba la heterogeneidad. Un ámbito propicio para reflexionar acerca de la identidad de la arquitectura española, en el que pronto aparecería la búsqueda de una síntesis entre la moderna racionalidad y las arquitecturas vernáculas a través del estudio de la esencia de las formas populares. La disponibilidad de algunos de estos jóvenes e inexpertos arquitectos, destinados a protagonizar el desarrollo de la arquitectura española en la segunda mitad del siglo XX, favorecerá su inclinación a materializar con entusiasmo las iniciativas del instituto.
Teniendo muy presentes modelos internacionales, el INC se va a elevar de la penuria intelectual de la posguerra rodeándose de arquitectos como el ya mencionado José Luis Fernández del Amo (1914-1995), artífice mayor, y verdadero factótum del programa de colonización al oficiar como mecenas de artistas y arquitectos. Fernández del Amo promoverá buena parte de los logros estéticos más notables del Instituto, un hecho apreciable en la concepción urbana, constructiva y arquitectónica de sus pueblos o en la promoción de la presencia, insólita en la época, del arte no figurativo en las iglesias. En los veinte años en los que trabaja en el INC (1947 -1968) dejará una impronta de gran calado que constituye buena parte del legado más reconocible del organismo. Especialmente significativa será su contribución en el establecimiento de la colaboración con artistas plásticos como Manuel Millares, Pablo Serrano, Juana Francés, Arcadio Blasco o José Luís Sánchez (algunos de los cuales formarían el grupo El Paso). Capítulo aparte lo constituirá la importante e inusual presencia de mujeres entre los artistas: Delhy Tejero, Teresa Eguíbar, Jacqueline Canivet, Flora Macedonsky, Menchu Gal, Carmen Perujo o Isabel Villar, entre otras, produjeron numerosos trabajos para la elaboración de elementos como esculturas, objetos litúrgicos, vidrieras o cerámicas de las iglesias de los pueblos de colonización.
Perspectiva de Calle. Gévora, en Badajoz. Arqiotectp: Carlos Arniches. Fotografía por Ana Amado y Andrés Patiño.
Fotografía y propaganda
El uso de la fotografía como elemento de propaganda está establecido desde sus mismos orígenes. La muestra presenta uno de estos ejemplos: la serie Spanish Village de Eugene Smith, publicada en Life en 1951, que cargaba las tintas en la pobreza y miseria del pueblo extremeño de Deleitosa, y que fue rápidamente contestada por el régimen franquista con un reportaje de un nuevo pueblo de colonización (Bernuy) como ejemplo de desarrollo en una época de interminable posguerra y aislamiento internacional.
El tratamiento de la imagen y el conocimiento que se tenga del programa del INC va a estar estrechamente vinculado a la presencia de un fotógrafo como Joaquín del Palacio, Kindel, que produjo las fotografías más icónicas de los pueblos, de Vegaviana al Realengo, Villalba de Calatrava, San Isidro o Esquivel. Estas imágenes quedaron en el recuerdo de muchas generaciones de arquitectos por su calidad, y motivaron y estimularon nuestra curiosidad por volver a visitar estos pueblos, sus arquitecturas y sus gentes, desde una mirada actual y contemporánea.
Colona en la terraza del bar, Esquivel, Sevilla. Fotogragía por Ana Amado y Andrés Patiño.
Colonos, memoria y futuro
Al amparo de documentos e imágenes ya clásicas, se propone un acercamiento a los pueblos y a sus habitantes, los colonos, con fotografías actuales de los autores sobre diferentes temas (obras hidráulicas, arquitectura y urbanismo, arte, domesticidad y memoria o texturas materiales y territoriales), recogidas tras la visita a más de 45 pueblos de colonización desde 2016. Este trabajo, recogido en el libro “Habitar el agua” publicado en 2020, ha obtenido importantes galardones como el Premi FAD, y se completa con nuevas vivencias de los autores tras residir más de un mes en un pueblo de colonización (Vegaviana) y proseguir su investigación con la generación de nuevo material. El camino seguido desde el inicio de esta búsqueda parte de la arquitectura, los arquitectos y los pueblos, y culmina con el inesperado descubrimiento de los colonos, de su postergado reconocimiento y de su protagonismo en la vida de sus pueblos. Su presencia se ha querido destacar en la exposición y en el gran tríptico audiovisual en el que aparecen sus voces, sus rostros y sus acentos, contándonos sus labores y testimonios -a menudo olvidados- y sirve como fondo siempre presente de la muestra.
Calle de Vegaviana (Cáceres). 2016. Arquitecto: José Luis Fernández del Amo. Fotografía por por Ana Amado y Andrés Patiño.
La labor del Instituto Nacional de Colonización (INC)
La ingente tarea emprendida por el Instituto Nacional de Colonización (INC), organismo dependiente del Ministerio de Agricultura, entre las décadas de los años 40, 50, 60 y primera mitad de los 70, en la España franquista, constituye una labor generalmente poco conocida. El INC, creado en 1939, va a tener por misión la de ampliar la superficie de terreno cultivable, creando regadíos en amplias zonas improductivas del territorio con el objetivo de mejorar la producción agrícola y fijar población rural, evitando el éxodo a las ciudades. Se partirá, para ello, de estudios previos y proyectos iniciados en la fugaz etapa republicana, como los relativos a obras hidráulicas o a la concepción y estudio de las cuencas hidrográficas como unidades de gestión.
La exposición también presenta documentos procedentes del Banco de España que se muestran por primera vez sobre los orígenes financieros de la colonización, como las emisiones de obligaciones en todo el territorio, reconocidas como deuda pública, o informes como el del Banco Mundial de 1962, muy relevante en el futuro del instituto.
La actividad del INC también forma parte de un proyecto inscrito en un ideal reorganizador del territorio rural a partir de principios que emanaban de una retórica de modernidad. El planeamiento urbano y arquitectónico de los nuevos pueblos -creados desde un inusual acto de voluntad- va a ser un punto fundamental del programa, teniendo en cuenta el estado del país después de la guerra civil y la época de transición en que se encontraba la arquitectura española, que se debatía entre la tradición academicista oficial de posguerra y una expresión moderna de raíz orgánico-racionalista que pugnaba por hacerse oír.
El programa desarrollado por el INC constituyó la mayor operación urbanística en zonas rurales realizada en España. Movilizó a unas 60.000 familias y contribuyó decisivamente a la transformación de nuestro paisaje rural. Los nuevos pueblos, constituidos como un nuevo hábitat, supondrán una aportación arquitectónica nacida del espíritu de una modernidad racionalizadora que se vio interrumpida con la guerra.
Conjunto de viviendas en Setefilla, Sevilla. Arquitecto: Fernando de Terán. Fotogragía por Ana Amado y Andrés Patiño.
Arquitectos y artistas jóvenes
El instituto estuvo presidido, en su sección de Arquitectura, por José Tamés entre 1941 y 1975, instaurando normas y reglas de diseño atractivas y razonables, sometidas a revisión y discusión, fundamentadas con precisión en sus elaborados informes. Se incorporó a arquitectos jóvenes (o directamente represaliados y depurados, como Carlos Arniches) junto con técnicos que provenían de la etapa republicana, con el criterio de racionalidad en la concepción de las obras. Una racionalidad vinculada al proyecto moderno, apreciable en el cumplimiento de normas relativas a exigencias higiénicas o de habitabilidad, en tamaños mínimos, ventilación o soleamiento.
Arquitectos que más tarde serían figuras clave y maestros de varias generaciones de la arquitectura española de la modernidad (como José Luis Fernández del Amo, Alejandro de la Sota, José Antonio Corrales, Antonio Fernández Alba, Fernando de Terán, José Borobio, Carlos Sobrini o Santiago García Mesalles, entre otros), tuvieron sus primeros encargos proyectando nuevos pueblos en la práctica totalidad del territorio nacional en una clave experimental e innovadora que fomentaba la heterogeneidad. Un ámbito propicio para reflexionar acerca de la identidad de la arquitectura española, en el que pronto aparecería la búsqueda de una síntesis entre la moderna racionalidad y las arquitecturas vernáculas a través del estudio de la esencia de las formas populares. La disponibilidad de algunos de estos jóvenes e inexpertos arquitectos, destinados a protagonizar el desarrollo de la arquitectura española en la segunda mitad del siglo XX, favorecerá su inclinación a materializar con entusiasmo las iniciativas del instituto.
Teniendo muy presentes modelos internacionales, el INC se va a elevar de la penuria intelectual de la posguerra rodeándose de arquitectos como el ya mencionado José Luis Fernández del Amo (1914-1995), artífice mayor, y verdadero factótum del programa de colonización al oficiar como mecenas de artistas y arquitectos. Fernández del Amo promoverá buena parte de los logros estéticos más notables del Instituto, un hecho apreciable en la concepción urbana, constructiva y arquitectónica de sus pueblos o en la promoción de la presencia, insólita en la época, del arte no figurativo en las iglesias. En los veinte años en los que trabaja en el INC (1947 -1968) dejará una impronta de gran calado que constituye buena parte del legado más reconocible del organismo. Especialmente significativa será su contribución en el establecimiento de la colaboración con artistas plásticos como Manuel Millares, Pablo Serrano, Juana Francés, Arcadio Blasco o José Luís Sánchez (algunos de los cuales formarían el grupo El Paso). Capítulo aparte lo constituirá la importante e inusual presencia de mujeres entre los artistas: Delhy Tejero, Teresa Eguíbar, Jacqueline Canivet, Flora Macedonsky, Menchu Gal, Carmen Perujo o Isabel Villar, entre otras, produjeron numerosos trabajos para la elaboración de elementos como esculturas, objetos litúrgicos, vidrieras o cerámicas de las iglesias de los pueblos de colonización.
Perspectiva de Calle. Gévora, en Badajoz. Arqiotectp: Carlos Arniches. Fotografía por Ana Amado y Andrés Patiño.
Fotografía y propaganda
El uso de la fotografía como elemento de propaganda está establecido desde sus mismos orígenes. La muestra presenta uno de estos ejemplos: la serie Spanish Village de Eugene Smith, publicada en Life en 1951, que cargaba las tintas en la pobreza y miseria del pueblo extremeño de Deleitosa, y que fue rápidamente contestada por el régimen franquista con un reportaje de un nuevo pueblo de colonización (Bernuy) como ejemplo de desarrollo en una época de interminable posguerra y aislamiento internacional.
El tratamiento de la imagen y el conocimiento que se tenga del programa del INC va a estar estrechamente vinculado a la presencia de un fotógrafo como Joaquín del Palacio, Kindel, que produjo las fotografías más icónicas de los pueblos, de Vegaviana al Realengo, Villalba de Calatrava, San Isidro o Esquivel. Estas imágenes quedaron en el recuerdo de muchas generaciones de arquitectos por su calidad, y motivaron y estimularon nuestra curiosidad por volver a visitar estos pueblos, sus arquitecturas y sus gentes, desde una mirada actual y contemporánea.
Colona en la terraza del bar, Esquivel, Sevilla. Fotogragía por Ana Amado y Andrés Patiño.
Colonos, memoria y futuro
Al amparo de documentos e imágenes ya clásicas, se propone un acercamiento a los pueblos y a sus habitantes, los colonos, con fotografías actuales de los autores sobre diferentes temas (obras hidráulicas, arquitectura y urbanismo, arte, domesticidad y memoria o texturas materiales y territoriales), recogidas tras la visita a más de 45 pueblos de colonización desde 2016. Este trabajo, recogido en el libro “Habitar el agua” publicado en 2020, ha obtenido importantes galardones como el Premi FAD, y se completa con nuevas vivencias de los autores tras residir más de un mes en un pueblo de colonización (Vegaviana) y proseguir su investigación con la generación de nuevo material. El camino seguido desde el inicio de esta búsqueda parte de la arquitectura, los arquitectos y los pueblos, y culmina con el inesperado descubrimiento de los colonos, de su postergado reconocimiento y de su protagonismo en la vida de sus pueblos. Su presencia se ha querido destacar en la exposición y en el gran tríptico audiovisual en el que aparecen sus voces, sus rostros y sus acentos, contándonos sus labores y testimonios -a menudo olvidados- y sirve como fondo siempre presente de la muestra.