Al norte de la parcela, Garmendia Cordero Arquitectos y TCGA Arquitectos, plantean un volumen contundente, con orientación este-oeste, frenando el viento frío, y dando la espalda al intenso tráfico de la circunvalación de Pamplona. A partir de este volumen emergen el resto de edificaciones del proyecto, cuatro pastillas con orientación norte a sur, que varían su tamaño de acuerdo al programa que albergan.
La conexión entre los distintos volúmenes es conseguida mediante vacíos, con espacios porticados que conectan cada edificio y protegen el recorrido de los mismos. Estos espacios confluyen en un gran anfiteatro, que no solo salva el desnivel de la parcela, sino que genera un espacio urbano de cualidad arquitectónica, una gran plaza de encuentro para recepcionar todo tipo de flujos y actividades, y que también funciona como vínculo entre la zona educativa y la deportiva.
El Instituto Politécnico Salesianos Pamplona, a nivel funcional, se divide de acuerdo a los programas que alberga el conjunto, al este se sitúan el ámbito educativo y administrativo, y al oeste el ámbito deportivo, permitiendo un funcionamiento independiente de los mismos.
Descripción del proyecto por Garmendia Cordero Arquitectos y TCGA Arquitectos
El proyecto aborda dos cuestiones complicadas, por un lado, resolver un programa de una importante complejidad derivada en gran medida de su diversidad funcional y, por otro, dar respuesta a un contexto urbanístico incierto y difícil.
Se pretende ubicar el nuevo edificio como resultado de ese contexto, respondiendo a las necesidades desde la ciudad existente y atendiendo al futuro desarrollo de ésta.
Así, se concibe un conjunto edificado que busca minimizar su impacto frente a esa ciudad construida, desintegrándose según avanza hacia ella para perder su escala real y generar así un encuentro amable en su límite sur de contacto con Sarriguren.
Un volumen rotundo en la cara norte de la parcela, ocupando ésta a lo largo del eje este-oeste, frena el habitual viento frío proveniente de los montes próximos a la cuenca y, al mismo tiempo, da la espalda a varias edificaciones equipamentales y al denso tráfico rodado de la circunvalación de Pamplona.
A partir de este volumen nace el resto de edificaciones del proyecto, cuatro pastillas que se desarrollan de norte a sur y que varían su tamaño y ubicación en función de su uso, alcanzando así su encuentro con la ciudad de un modo suave y tranquilo.
A su vez, la conexión entre los distintos volúmenes se lleva a efecto mediante un espacio vacío que se convierte en el eje formal y funcional del proyecto. Un espacio porticado conecta cada edificio y protege los recorridos entre ellos hasta acabar desembocando en un gran anfiteatro que, además de salvar el desnivel existente en el terreno, genera un espacio urbano imprescindible. Una gran plaza de encuentro pensada para recepcionar todo tipo de flujos y actividades y que también funciona como nexo entre la zona educativa y la deportiva.
A nivel funcional, el conjunto plantea una primera división entre los volúmenes destinados al ámbito educativo y administrativo, en el este, y los destinados al ámbito deportivo, en el oeste, facilitando así la posibilidad de un funcionamiento independiente de ambos elementos.
Dentro de la zona educativa se genera una segunda subdivisión entre la parte más pública y la meramente docente. Esta zona de carácter público cierra el conjunto en su lado este y se convierte de esta manera en la fachada de acceso. Con la iglesia presidiendo el volumen en la esquina sureste y dando así la bienvenida a aquel que llegue desde la ciudad, el resto de esta edificación de proporción horizontal y baja altura destinada a usos administrativos y residenciales acompaña al estudiante hasta la entrada, la cual conduce a su vez al vacío porticado previo al ingreso a cualquiera de los edificios.
El volumen norte, el más alto, alberga la totalidad de las aulas de secundaria y bachiller en sus dos plantas superiores, dejando en su planta baja el programa más alternativo (salón de actos, cafetería, biblioteca,…) mientras que los tres edificios restantes alojan a los talleres de los diferentes grados de formación profesional.
Entre estos volúmenes la vegetación avanza desde la parte sur de la parcela, alcanzando la zona de porche y creando así un entorno natural y relajado, visible desde cualquier punto del complejo.
Un proyecto que se compone a través de los vacíos que rompen la volumetría general, la recortan y esculpen organizando flujos, salvando la geografía de la parcela y permitiendo que la implantación del conjunto dialogue con su contexto urbanístico. Un proceso de composición que salva las diferencias de escala a fin de integrar el nuevo edificio en su entorno y genera en su interior infinidad de espacios diversos que enriquecen el propio uso del mismo.