En planta, el proyecto se desarrolla mediante una distribución concéntrica que permite organizar el programa entorno a un único ambiente en doble altura. Este gesto se ve apoyado por cuatro patios intermedios que actúan como filtros articuladores de la relación con el exterior, que a su vez proporcionan luz natural y protegen la intimidad de los habitantes.
Descripción del proyecto por Mariano Fiorentini
La obra se ubica dentro de un barrio cerrado a las afueras de Rosario, en un lote rectangular de 2006 m² con vistas hacia un campo de golf. Además de maximizar la ocupación del suelo para dar respuesta a un extenso programa de necesidades, el proyecto explora la dualidad inherente a este tipo de urbanizaciones, en busca de lograr un equilibrio entre: abierto/privado, natural/urbano, amplio/doméstico, expuesto/seguro, imponente/austero, pesado/etéreo.
Sobre la base de una trama ortogonal que consolida los límites edificables del terreno, se crean barreras sobre los linderos y se define claramente una fachada urbana liberando la mayor extensión de terreno hacia el fondo y el campo de golf.
Una distribución concéntrica permite organizar el programa alrededor de un único ambiente en doble altura, mitad abierto y mitad cerrado, que junto a dos escaleras superpuestas posibilita el acceso directo a cada una de las dependencias de la casa, minimizando los recorridos dentro de los tres niveles que componen el proyecto: una planta baja “social” con dependencias de servicio, un subsuelo para el ocio y una planta alta más privada.
El living central está rodeado por cuatro vacíos intermedios que actúan como filtros articuladores de la relación con el exterior, permitiendo el ingreso de luz natural en todas direcciones y protegiendo la intimidad de la vida familiar: una cochera vidriada al oeste que deja ver la calle; un patio “pergolado” al norte que anuncia el acceso principal; una terraza en planta alta al sur que recorta el cielo; y un patio central al este que define la continuidad espacial entre el interior, la galería y el campo de golf.
Las grandes superficies vidriadas de estos espacios intermedios, con su contraste de transparencias y reflejos, convierten al living en el gran ojo que todo lo ve al integrar orgánicamente todas las actividades de la casa, creando así un ambiente doméstico y controlado dentro de una propuesta espacial de gran escala.
Desde el exterior la casa se percibe sólida, como un gran contenedor de hormigón que flota austero sobre dos vacíos: uno central que define el ingreso vehicular y permite atravesar visualmente todo el terreno y otro en escorzo -junto a un sendero peatonal- que se abre camino hacia el interior donde se ubican el ingreso principal y el paso directo al quincho.
A partir de ahí, la gran masa de hormigón se despliega hacia el paisaje y toma prestada la topografía ondulante del golf para generar una sucesión zigzagueante de llenos y vacíos que, por efecto de la luz provoca que reflejos y sombras impregnen equilibradamente con sus matices la vida que transcurre en los 838 m² de Casa Golf.