El primero de los módulos acoge las áreas comunes, abierto en 3 de sus caras sin puertas ni ventanas, es una una sucesión abierta de espacios funcionales desde la terraza a la cocina, pasando por un salón, un comedor, una zona de piscina, entre otros.
Los otros tres módulos están dedicados a los dormitorios; 2 principales mirando a la bahía y uno en el interior hacia la selva. El vivienda se proyecta haciendo que el centro de la casa no sea la arquitectura, si no los vacíos generados por la disposición de los 4 pabellones que componen el proyecto y que desdibujan los límites de la propiedad.
La construcción se realizó con una selección de materiales y mano de obra local formada por hormigón, madera tropical, piedra del sitio, recintos, teca certificada, barro, tejidos de palma, linos y telares de algodón adaptados para complementar las tapicerías, materiales locales. No se utilizó maquinaria pesada para la construcción. Todos los materiales se trasladaron cerca de un kilómetro con una cuatrimotor y un remolque construido en el sitio, lo que permitió no alterar la vegetación del entorno.
El Torón II por IUA. Fotografía por Ignacio Urquiza.
Descripción del proyecto por Ignacio Urquiza Arquitectos
La Reserva El Torón se encuentra ubicada en la costa de Oaxaca, es una extensión de 30 hectáreas destinadas voluntariamente a la conservación. El cuidado de este territorio, de su flora y fauna, así como el entendimiento de como intervenirlo, es lo que nos permite llamarlo reserva y lo que sienta las bases para todo lo que proyectamos dentro de la misma.
Esta casa, como su nombre lo indica, es la segunda dentro del conjunto. Proyectada en colaboración con apda - Ana Paula de Alba en los interiores y mobiliario, la propuesta busca poner en directa relación y en continuo contacto al usuario con el entorno.
La casa está compuesta por cuatro pabellones independientes, su acomodo responde a la topografía del sitio y a la vegetación existente del mismo.
El primero de los módulos alberga las áreas comunes y los otros tres las habitaciones; 2 principales al frente de la bahía y una en el interior de la selva.
El volumen principal -abierto en 3 de sus caras sin puertas ni ventanas- propone habitar el espacio en un continuo abierto pero techado; una sola terraza sombreada. Es una sucesión lineal de espacios que comienzan con una terraza para la cocina, misma que se utiliza en las mañanas y en donde pega una luz tenue y en las tardes o noches para cocinar junto a un asador al aire libre, a esta le siguen un comedor, una sala, una terraza y una alberca que se integran de manera fluida por una sola techumbre de madera y barro. Las cubiertas de los 4 volúmenes son a un agua con la pendiente que acompaña la caída del terreno y las copas de los árboles, buscando ser discreta dentro del contexto y al mismo tiempo protegiendo el interior del sol del poniente. Este gesto da una sensación de privacidad con el exterior generando un espacio acogedor y de alturas frescas en su interior.
El Torón II por IUA. Fotografía por Ignacio Urquiza.
Cada uno de estos módulos cuenta con 3 caras abiertas y operables y con una cuarta cara cerrada por un muro de piedra que funge como contención de los pocos cortes y alteraciones que se le hicieron al terreno para poder emplazar la vivienda. El frente corto de cada volumen ve hacia el horizonte de la bahía grande de la reserva, mientras que las caras largas de cada pabellón funden la vista con el contexto, haciendo que la vegetación existente y los cerros de topografía accidentada sean la extensión directa de la casa. El centro de la casa no es la arquitectura, si no los vacíos generados por el acomodo de los 4 pabellones que componen el proyecto y que borran los límites de la propiedad.
Tanto la arquitectura como los interiores se trabajaron de la mano desde el inicio del proyecto. Con la intención de respetar -como primer elemento de interés visual y de interacción- el contexto en el que se encuentra la casa. La paleta material se concentró en concreto, madera tropical, piedra del sitio, recintos, teca certificada, barro, tejidos de palma, linos y telares de algodón adaptados para complementar las tapicerías, materiales locales que junto con el diseño interior y de mobiliario de apda, permiten que la casa se viva de una manera relajada en todo momento. Cada pieza fue diseñada o seleccionada con un sentido muy particular.
El Torón II por IUA. Fotografía por Ignacio Urquiza.
Un criterio fundamental para la especificación de los elementos que componen la propuesta - tanto en la arquitectura como en el proyecto de interiores - fue que en su mayoría deben ser de carácter local, provenientes de mano de obra y diseño nacional y de una selección material poco intervenida donde se toma el material en su estado natural y se adapta y da el menor tratamiento posible para lograr mantener sus propiedades originales.
Para lograr esto, la gran mayoría de los diseños del mobiliario fueron desarrollados por apda para conservar un lenguaje visual y material puro, adecuado para las condiciones particulares de exposición al entorno y uso de la casa y en paralelo atribuir un carácter auténtico a cada pieza que compone el proyecto.
El uso de materiales locales, la ventilación cruzada, los pisos claros como el travertino en bruto en colorido beige claro, anti-derrapante, que proporciona una temperatura agradable para caminar descalzo y que por su colorido permite ver los animales de la zona, son sólo algunos ejemplos de los elementos de la arquitectura vernácula incorporados en el diseño.
El Torón II por IUA. Fotografía por Ignacio Urquiza.
El mayor reto de este proyecto fue el de entender su emplazamiento, respetar la vegetación existente y acompañar la topografía del sitio para utilizarla a favor del habitar de la vivienda. Para la construcción de la casa, primero se trazaron los volúmenes en sitio, se estudiaron los cortes necesarios y mínimos que se debían de hacer para emplazar los volúmenes respondiendo a una doble pendiente frontal y lateral, se quitó la vegetación para después reubicarla complementando los vacíos generados por la ubicación de los 4 pabellones; el 80% de la vegetación que ocupaba el desplante de los pabellones fue trasplantada, esta vegetación es la que genera privacidad entre cada uno de los módulos.
Después de casi tres años de una obra lenta y cuidadosa, podemos disfrutar de una arquitectura dentro de un contexto maduro de vegetación irremplazable. Para la construcción de esta casa no se utilizó maquinaria pesada. Todos los materiales se trasladaron cerca de un kilómetro con una cuatrimoto y un remolque construido en sitio, decisión que permitió no alterar la vegetación que rodea el proyecto y que resguarda los caminos diseñados para recorrer la reserva a pie, en bici o en carritos eléctricos.
El resultado es un proyecto que entiende la vida dentro de un entorno duro y te pone en contacto directo con él al mismo tiempo de ser acogedor y fresco; el aire y la vegetación son los dos elementos que te permiten vivir el exterior de una manera directa y estar en contacto constante con el contexto inmediato.