En el libro “Miradas cruzadas: la Casa Carvajal” (Ediciones Asimétricas), Cristina Rodríguez de Acuña Martínez propone un recorrido extraordinario de imágenes y textos a través de la vivienda que Javier Carvajal –uno de los grandes arquitectos españoles–, proyectó y construyó para él y su familia a mediados de los años sesenta, en Somosaguas, Madrid.
Dos décadas más tarde, esa construcción, símbolo de la mejor arquitectura brutalista del país, se convierte en la casa familiar de la fotógrafa. Vitra Showroom Madrid muestra una amplia selección de originales que han sido la base de la publicación. Las imágenes reflejan una mirada al espacio arquitectónico y a las sensaciones que éste suscita.
Rodríguez de Acuña ha querido mostrar lo que siempre intuyó de ese lugar singular, al que se trasladó a vivir con sus padres y hermanos en 1996 y que había recibido, entre otros premios, el de Mejor Arquitectura Europea de 1968 de la Universidad de Hannover. Sus recuerdos, en forma de centenares de fotografías y de textos, evocan sus vivencias en un espacio excepcional.
El libro también recopila reflexiones de seguidores y discípulos de Carvajal como Ignacio Vicens, Alberto Campo Baeza o Ana Espinosa García-Valdecasas. «Ellos me ayudaron a entender mejor el espacio y a dar nombre a mis sensaciones», explica la fotógrafa, que ha retratado sin descanso los muros de hormigón, los patios, la luz cambiante y los recorridos interminables del interior de la Casa Carvajal. «Una casa que funciona como un contenedor de la naturaleza”, afirma.
El arquitecto Campo Baeza escribe «si Paul Valert en su Eupalinos decía que había arquitecturas mudas, arquitecturas que hablan y arquitecturas que cantan, esta Casa Carvajal de Somosaguas canta, canta su propia y más hermosa canción». Y añade «Y si tuviera que elegir una de sus obras ¡y mira que es difícil! yo me quedaría con su casa de Somosaguas. Una casa que hizo para el cliente más difícil, para sí mismo».
Ignacio Vicens y Hualde comenta de la casa: «Exprime sus cualidades expresivas, moldeando unos espacios magistralmente articulados, fluyentes y complejísimos. Saca partido del contraste entre su pesantez y los arriesgados voladizos que la niegan».
La casa fue también protagonista de uno de los grandes dramas del cine español, La madriguera (1969), de Carlos Saura, en la que una joven Geraldine Chaplin inicia una compleja relación con los espacios y la arquitectura de la casa.
Dos décadas más tarde, esa construcción, símbolo de la mejor arquitectura brutalista del país, se convierte en la casa familiar de la fotógrafa. Vitra Showroom Madrid muestra una amplia selección de originales que han sido la base de la publicación. Las imágenes reflejan una mirada al espacio arquitectónico y a las sensaciones que éste suscita.
Rodríguez de Acuña ha querido mostrar lo que siempre intuyó de ese lugar singular, al que se trasladó a vivir con sus padres y hermanos en 1996 y que había recibido, entre otros premios, el de Mejor Arquitectura Europea de 1968 de la Universidad de Hannover. Sus recuerdos, en forma de centenares de fotografías y de textos, evocan sus vivencias en un espacio excepcional.
El libro también recopila reflexiones de seguidores y discípulos de Carvajal como Ignacio Vicens, Alberto Campo Baeza o Ana Espinosa García-Valdecasas. «Ellos me ayudaron a entender mejor el espacio y a dar nombre a mis sensaciones», explica la fotógrafa, que ha retratado sin descanso los muros de hormigón, los patios, la luz cambiante y los recorridos interminables del interior de la Casa Carvajal. «Una casa que funciona como un contenedor de la naturaleza”, afirma.
El arquitecto Campo Baeza escribe «si Paul Valert en su Eupalinos decía que había arquitecturas mudas, arquitecturas que hablan y arquitecturas que cantan, esta Casa Carvajal de Somosaguas canta, canta su propia y más hermosa canción». Y añade «Y si tuviera que elegir una de sus obras ¡y mira que es difícil! yo me quedaría con su casa de Somosaguas. Una casa que hizo para el cliente más difícil, para sí mismo».
Ignacio Vicens y Hualde comenta de la casa: «Exprime sus cualidades expresivas, moldeando unos espacios magistralmente articulados, fluyentes y complejísimos. Saca partido del contraste entre su pesantez y los arriesgados voladizos que la niegan».
La casa fue también protagonista de uno de los grandes dramas del cine español, La madriguera (1969), de Carlos Saura, en la que una joven Geraldine Chaplin inicia una compleja relación con los espacios y la arquitectura de la casa.