Nueva Zelanda es para muchos aquel remoto territorio de dos islas que tan lejos nos hace llevar la mirada en el mapa. Un lugar que despierta ansias y sueños por descubrir, por alejarnos de todo lo cotidiano, por abrazar una naturaleza cercana a su estado más primitivo. Lejana y quizás desconocida, pero una vez que te sumerges en cada uno de sus caminos, bosques o playas, este territorio irá cobrando una sensación de perfección paisajística.
Las verdosas colinas de The Catlins salpicadas de innumerables rebaños de ovejas, las apartadas y paradisiacas playas del Parque Nacional de Abel Tasman, las majestuosas montañas que rodean Queenstown, o los lunáticos escenarios de Wai o Tapu son solo algunos de los lugares que forman este espectacular mosaico de colores, texturas y formas, haciendo de este rincón del planeta un lugar tan singular.
A través de esta serie de fotografías, hechas a lo largo de cinco meses de recorridos y exploraciones por el dilatado territorio neozelandés, la mirada ajena puede llegar a encontrar pistas que el país esconde para aquellos intrépidos que den el paso a conocer el otro lado del mundo. Una recreación de sus diversos paisajes, que dan cabida a que cada individuo pueda llegar a identificarse.
Texto.- Marina Rodriguez